Mi Visita a Su Planeta
Un día viajé sin querer a un extraño planeta.
Apenas estuve allí sentí que siempre estuve buscándolo, que quizás en realidad nací allí y tan sólo estuve mucho tiempo perdida.
Puse mis pies en su suelo, tan suave, era tan cómodo.
Luego de tanto tiempo presa era natural que me echara a correr.
Tropecé un par de veces sin caer y a la tercera finalmente me estrellé contra ese suelo que parecía antes tan agradable.
Me quedé unos minutos sintiendo el suelo en el resto de mi cuerpo mientras estaba tendido allí.
Levanté luego mi rostro y me encontré con un par de pies.
Eran parecidos a los míos.
El ser me tendió unas grandes manos, haciendo movimientos con ellas, como invitándome a que la tomara para levantarme del suelo.
Una vez de pie, lo miré detenidamente.
Lucía como otro ser humano, por lo cual me asusté.
Movió su cabeza, mirándome directamente, mostrando un gesto de duda y se me acercó más.
Sin decir nada, puso mi mano en su pecho y la de él en el mío.
Tic-toc, tic-toc.
Comenzamos, sin abrir la boca ni un poco, una fluida conversación.
Querido ser, dije, no serás tú otro humano perdido por aquí. ¿verdad?
¿Lo soy?, me respondió, interrogándome con la mirada. Con un par de ojos que eran infinitos y que en su oscuridad tenían más luz que cualquier estrella existente.
Mientras el tiempo no existía entre nuestros ojos conociéndose, podía verse el exterior avanzando, el día moviéndose, atardeciendo, amaneciendo, anocheciendo.
Estaba tan lejos del lugar donde había nacido pero jamás me sentí más en casa que en ese lugar.
Era ese momento, ese intercambio con aquel ser. Era aquel ser y él era yo.
Eternidad.
