El paseo de su cabello suave que roza su cara a momentos, es el péndulo que guía cada segundo de mi existencia.
A momentos pestañea lento y logro ver su alma, mientras me mantengo a flote en el agua marrón de sus ojos.
Montañas adornan todo su cuerpo, las odia inmensamente, tanto como yo las amo.
Trae dos grandes oídos pues se ha vuelto tan bueno para escuchar que no le bastaba con unos pequeños.
La perfecta silueta de una pequeña nariz sentada en medio de su rostro que encuadra la fotografía más hermosa y acertada que existe en el universo entero.
El atardecer está celoso porque ya no me quedan miradas para darle, todas fijas están en un sólo lugar.
Saliste a flote desde un lúgubre pantano, brillando como la primera estrella que logré ver la noche más larga y fría de mi vida. Al igual que ella, me acompañaste e iluminaste la enorme penumbra.
Llevo días perdida en las pobladas cejas, ya son días porque por lo visto no tengo apuro por salir de allí. Al parecer, cualquier lugar cerca de tu piel parece acogedor y lo suficientemente cálido para sobrevivir a este invierno y el frío rocío de cada mañana de mi vida.
