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No Temas a la Decadencia

Mi cuerpo es de cristal y camina sobre montañas de marfil y diamante, puntiagudas montañas que lo agujerean y destruyen. Mi alma es vulnerable y prisionera, prisionera de un cuerpo que no ha escogido y de una sociedad infecta. Me subo a un tren que me lleva al cementerio de las almas muertas, almas que no escogieron nacer y decidieron viajar al pútrido lugar de la vida terrenal. Estas almas, ahora condicionadas por las reglas, limitadas por los prejuicios, con inmensas ansias de conseguir deseos que realmente son indeseados, quieren llegar a la meta sin saber cual es esta, luchar sin saber contra quien y por qué; festejan festejos desdeñables y cierran los ojos ante la espectacularidad y divinidad de aquello que se desconoce. Almas en guerra, almas desgraciadas que matan otras almas para ser más grandes pero también más repulsivas, demagogas que engañan fomentando el terrorismo absoluto sobre las demás, sacando beneficio personal del crecimiento de las otras, sin saber que así se hacen más pequeñas. Todas iguales. Y piensas en comunicar el defecto a la fábrica de espíritus exánimes, que no deja de elaborar seres semejantes, tallados todos con el mismo molde, pero es imposible, la epidemia se extiende, la fábrica no cesa y las mentes están vacías, en blanco.
Y aquellas que controlan el mundo terrenal, piensan que lo controlan todo, y poseen una felicidad falsa, controlan la fábrica y crean escuelas de adiestramiento para almas revolucionarias, juegan y se divierten con el sufrimiento ajeno. Pobres, desgraciados todos aquellos.
Si el presente es lucha, el futuro es nuestro, pero nadie lucha, hipnotizados, estupidizados ante la imbecilidad mundial, títeres que se mueven al son de las balas, los insultos y el divertimento de la distracción. Títeres que prefieren criticar, ridiculizar y deteriorar todo aquello que les rodea, aparentar bienestar y ser unos miserables.
Monotonía y hastío si hay estrechez de drogas que los mantengan vivos y activos, necesidad de estímulos degradantes que matan lentamente y proporcionan una diversión ilusoria.

De pronto, todo se para un momento, y sin saber cómo, resuenan estas palabras en tu cabeza:

No temas a la decadencia
pues temerla a ella
es temerse a uno mismo.

Adéntrate en ella
huele sus efluvios sulfurosos,
nota como te sobreviene una arcada
y sigue descendiendo.

Acéptalo,
todo
es
una
puta
mierda.

Pero no golpees a aquel al que no ves,
ni manches de ira tu capacidad de acción.

Sigue los pasos de la alondra,
aprende las palabras de un árbol frente al viento.

Encuéntrate,
saluda a tu apagada llama
y observa como el fénix
renace de sus cenizas.

Vuela con él
hasta comprender que no tienes más
que rechazar el autosabotaje,
que volver a Gaia,
que respirar de nuevo,
consiste
de tu propia grandeza.
Solm24 de mayo de 2015

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