TusTextos

Cada 18 Segundos.

Nacemos latiendo una muñeca encantada dentro del pecho,
de esas que se encuentran en las casas ajadas de los pueblos
y atienden a inmerecidos gritos de terror,
futuras agujas de odio.

Nacemos latiendo un títere con las cuerdas rotas dentro del pecho,
demasiados falsos profetas nos confesarán que podremos hilarlas de nuevo,
demasiadas personas tratarán de manejarlo en su función,
cogiendo la cruceta, metiendo mano al guiñol.

En fin, que todos nacemos con un juguete dentro del pecho,
sus latidos recuerdan a los de un artefacto
que comienza su cuenta atrás la primera vez que nuestros ojos violáceos rompen el suelo.

Aprenderemos a no jugar nunca solos con nuestro juguete,
lo compartiremos a voluntad y sin voluntad,
lo romperemos en mil añicos, por interés y desinterés
lo incendiaremos y nuestras bocas cantarán humo y versos.

Tragaremos caramelos y nos colgaremos en lo alto de un árbol,
nuestro juguete será una piñata rodeada de niños hambrientos,
pero cuando jugar equivale a dar golpes,
si equivale a tener una venda en los ojos,
entonces, deja de ser divertido.

A latir se aprende en un ímpetu infantil,
cuando aun paseamos nuestros abrigos rojos de la mano de quien nos hizo estar aquí,
esas manos que, sin quererlo,
cortaron los hilos de nuestra marioneta y la dejaron latiendo a su son.

Aprendiste, "si te molesta, es porque le gustas".
Y ahora, solo eres capaz de oler el hedor del miedo,
miedo a que todas las rosas regaladas huelan a sangre.
Y así, terminará la cuenta atrás de muchas violetas, rotas en el suelo.

Cada dieciocho segundos una menos,
y así el bosque dejó de respirar.

Llamadlo extremismo, demagogia,
llamadlo antojo de lo impactante, tapad mi boca con vuestra fuerza.
Solo os digo que la poesía debe producir impacto, la ciencia explicarlo.
Dilucidar hasta la razón por la que tú cuelgas de un árbol
mientras él coloca la soga.

Porque jugar no siempre fue un campo de niños sonriendo,
porque ojalá simplemente tuviéramos un corazón suicida,
que dictamina contra quién se inmola y contra quién no,
un corazón sediento de sangre propia que es preferible a uno ávido de sangre ajena.

Aunque ojalá tampoco.
Soniasalvadorc24 de noviembre de 2015

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