TusTextos

Juego de Cuervos

Cuestión de raíces

Redondo (California) 1.963

- ¿Sigues con la idea de ser actor? Creo que la estupidez se te subió a la cabeza; además un actor en estos tiempos debe ser apuesto. No creas que con una cara fea obtendrás un papel decente; bueno, tal vez hagas un western como el villano de turno, pero luego de un par de meses todos querrán dejarte en la quiebra – le decía Tommy a su mejor amigo Sly, comiendo unos fideos en un barato restaurante italiano de los suburbios californianos.
- Tal vez no sea tan malo como parece; sé que no llegaré a ser el maldito James Dean, pero con juntar un par de billetes estará bien; es más, hasta puede que te mande unos cuantos dólares todos los meses a Knoxville para pagar tus estudios – explicó Sly, otro joven con grandes ilusiones en los apagados años 60`s.
Tomhas Oakenfold y Sly Sheperd, eran dos amigos universitarios, el primero residía en Knoxville (Tennessee) y el segundo en Redondo; cada tanto se reunían, poniéndose al tanto de sus arruinadas vidas, ya que nunca tuvieron la suerte de contar con un buen sustento económico, aunque trataban de cambiar eso.
- Hace poco leí un articulo en el periódico de una banda inglesa llamada The Beatles, o algo así; los cabrones son bastante populares a nivel underground, pero no tienen las bolas para hacer verdadera música como Elvis o Buddy Holly, por lo tanto no pasaron la prueba de fuego; ¿qué es eso de alterar el nombre?, vaya tontos – decía Sly, mientras saboreaba los deliciosos fideos, siendo su primer comida en varios días.
- Estos malditos ingleses creen saber todo, no creo que escuches hablar de esos sujetos nuevamente –
La bella camarera del lugar se acercó a la mesa donde ambos estaban sentados, diciéndoles: - ¿Todavía no piensan irse? Hace más de dos horas que están aquí sentados, insinuando haber pedido varios platos. Si no tienen dinero es mejor que se larguen de aquí o llamaremos a la policía –
Tommy se pasó la mano derecha por su erizado cabello, argumentando que no se veía hacía un tiempo con su amigo, por eso aún estaban allí. La mayoría de las veces no sabía como reaccionar, ya que era una persona bastante tímida y sin demasiados argumentos.
Juntando unos pocos billetes y monedas, el joven Sly preguntó: - ¿Esto alcanza? –
La mujer tomó el dinero, contándolo con una cara de desaprobación: - Son 6 dólares con cuarenta centavos, esto ni siquiera alcanza para un plato y medio. Lárguense de aquí o tendrán problemas –
Ambos se levantaron de su asiento, al tanto de que si no se retiraban podían ir presos o ser golpeados por el dueño del lugar, el cual era un hombre de peso pesado, con una larga barba y unos ridículos lentes que tapaban su cara.
Caminando por la calle, los dos se reían de lo ocurrido, ya que no había sido la primera vez que hacían lo mismo; la mayoría de las veces no tenían nada de dinero, y lo poco que conseguían era fruto del robo de pequeñas tiendas de dulces.
Luego de llegar a la pequeña casa de Sly, el mismo saca un par de baratas cervezas de la heladera, abriendo además un cajón y sacando algo de hierba, la cual en esos tiempos era un tanto difícil de conseguir.
- Hey, ¿de dónde sacaste eso? Según el gobierno hay sequía de marihuana – preguntó Tommy, mientras destapaba su cerveza.
- Sí, es lo que dicen, y a decir verdad, es cierto. Se la compré a un sujeto que conocí en Ladora Heights, un negro bastante amigable. Pero debo decirte algo; vender esto puede convertirnos en millonarios algún día, solo que por desgracia no puedes ir a una farmacia y comprarla – respondió el joven Sly, mientras sacaba un cigarrillo de los pocos que quedaban en la cajetilla que se encontraba en la mesita situada frente a ellos.
Por aquellos años, era un tanto difícil hacerse con algo de droga, pero el que conseguía venderla, en muy poco tiempo se llenaba de verdes billetes, ya que al ser algo poco accesible, era bastante redituable. Tampoco se conocían drogas más fuertes, por el hecho de que nadie se animaba a experimentar con las mismas, además de tener miedo de terminar en prisión.
La verdadera pregunta era ¿cómo conseguirla?, sabiendo que era bastante cara, pero ciertas personas la tenían, dependiendo de los contactos que algunos tuviesen, era posible conseguirlas. Mayormente podían verse en los suburbios, porque en la gran ciudad se había instalado un control bastante importante de la misma, y los jóvenes se veían un tanto restringidos.
Sly procedió a armar el cigarrillo, con un papel un tanto gastado, ya que lo tenía guardado hacía bastante tiempo. Con gran sutileza lo encendió, dándole unas cuantas pitadas, para luego pasárselo a su compañero.
- Es bastante buena, creo que deberías conseguir más de esta mierda – decía Tommy, disfrutado de la deliciosa sustancia.
En ese tiempo, todavía no había una cultura hippie instalada, lo cual más adelante facilitaría el consumo de marihuana y ya, sustancias un tanto más fuertes, como el LSD, que se haría bastante popular a fines de los años 60`s.
- Hermano, estoy cansado de vivir en la miseria; mi vida es una mierda las 24 horas de todos los putos días, creo que deberíamos conseguir más de esta cosa y venderla más cara aún. Los pendejos ni siquiera saben como carajo conseguirla, tan solo quieren fumarla y ponerse locos; esto va a dejarnos mucho dinero – comentaba Tommy, llenando de humo la pequeña casa.
Cabe aclarar que para esa época, el cannabis no estaba tan alterado, por lo tanto producía mejores y más fuertes efectos, encontrándose en un estado más natural y sin tantos agregados químicos.
- Tienes razón, deberíamos ir a ver a este sujeto a Ladora Heights, el único problema es que tenemos que comprársela en gran cantidad, y no tenemos dinero para eso; es la única forma que puede dejarnos algo de dinero – respondió Sly, con los ojos bastante enrojecidos.
- ¿A estas alturas te preocupas por eso? Robamos tiendas de mierda desde los 12 años; con dar un buen atraco, podríamos alzarnos con una buena suma y compraríamos bastante hierba – acotó el amigo, tomando un sorbo de su cerveza.
Al día siguiente, ambos fueron hacia la tienda del viejo Carlson, un anciano homosexual que vendía juguetes de colección de principios del siglo XX, bastante bien cotizados.
- Toda mi vida quise robarle a este viejo maricòn; ni siquiera sé para qué quiere todo el dinero – decía Tommy, acomodando su corta arma calibre 22 en la cintura.
- Son las 7:54 de la mañana, en seis minutos va a abrir la tienda, así que debemos estar preparados. Ah, recuerda, si no quiere entregar el dinero, no dudes en dispararle – agregaba Sly, mascando algo de chicle, lo cual era habitual en él antes de robar alguna tienda.
Los dos muchachos fueron a esconderse detrás de una pared que daba hacia un callejón cerrado, esperando el momento de llegada del viejo Carlson, un hombre de bastante dinero que puso la tienda a fines de los 50`s, con el objetivo de cumplir su sueño de niño.
Pasados unos cinco minutos, el hombre llega al local, bajándose de su deportivo Ford Taurus color caoba, sacando un juego de muchas llaves, procediendo a abrir la tienda.
Esperando que el mismo entrase, Sly dijo: - Vamos, ahora – guiando a su amigo hacia la escena del crimen que estaban por cometer.
Con unas ridículas máscaras del día de Halloween, los dos entran al lugar, apuntándole al viejo Carlson directamente al rostro, pidiéndole el dinero. El mismo levantó las manos, argumentando que le parecía una falta de respeto robarle a alguien de su edad.
- Cállate viejo estùpido y entrega el dinero, o juro que te vuelo la cabeza – decía Tommy, colocándole la pistola en la cabeza.
El hombre procedió a abrir la caja registradora que se encontraba detrás del mostrador, dándole a ambos una suma de no más de doscientos cincuenta dólares.
- ¿Eso es todo? No creas que vas a joder con nosotros viejo maricòn; danos todo el dinero – decía Tommy, procediendo a dispararle al anciano en el hombro.
- Qué mierda estás haciendo! Solo debías dispararle si no quería entregarnos el dinero; pero es todo lo que tiene – reprochaba Sly, tomando los billetes y empujando a su amigo hacia la puerta, prestos a retirarse, mientras el viejo Carlson se desangraba tendido en el piso.
Los dos comenzaron a correr por la solitaria calle, la cual a esas horas todavía estaba un tanto vacía de gente. Procediendo a quitarse la máscara, muy agitado de correr, y además de haber presenciado un acto un tanto exagerado, el inteligente Sly dice: - He visto locuras en mi vida, pero esto ya sobrepasa lo razonable –
- Cálmate viejo, no es para tanto. El hijo de puta no quería entregar todo el dinero, solo nos dio 250 dólares; qué otra maldita cosa pretendías que haga! – replicó el otro, a sabiendas que había actuado mal, pero obviamente, no lo reconocería en ese momento.
Tras correr y correr, nuevamente habían llegado a casa de Sly, destapando un par de cervezas e intentando retomar los sentidos y pensar un poco mejor, ya un tanto más calmados.
- Al menos no logró ver nuestras caras – decía Sly, aún muy disconforme por cómo había actuado su amigo.
- Seguro se pondrá bien; solo le disparé en el hombro para darle un buen susto. Ahora solo debemos pensar en ir hasta Ladora Heights y conseguir algo de hierba, eso es lo único que debe preocuparnos – respondió Tommy, encendiendo un cigarrillo.

Esa tarde

Sly le pidió prestada a su tía Donnatella, la vieja camioneta “Ford Bronco”, un gran pedazo de chatarra verde oxidado, con demasiado uso, pero no en los últimos años. Lleno de tierra y con abolladuras por todos lados. Era el móvil que los conduciría a la pequeña Ladora Heights.
- Recuerda que no debemos gastar ese dinero; es pura y exclusivamente para comprar la droga – decía el mismo, mientras encendía un cigarrillo.
- Lo sé, lo sé; sabes, suenas como un maldito hombre de negocios. A veces deberías dejar de pensar en ciertas cosas y ser un tanto más optimista. Sabes lo que quiere decir optimista, ¿verdad? – preguntaba Tommy, tratando de figurar algo en ese momento.
- ¿Ganar algo de dinero vendiendo la droga? – fue la respuesta del muchacho, que sacaba constantemente el humo de la nariz, o hacía círculos de humo con la boca.
- OK, te lo explicaré. Están los pesimistas y los optimistas. El pesimista es el sujeto que inventó el avión, y el optimista es el sujeto que inventó el paracaídas… …. O era al revés?!, bueno en síntesis, esa es mi forma de verlo – explicaba Tommy, llevando la mano derecha hacia la guantera, sacando una goma de mascar.
Sin ninguna parada, el viaje había durado unas tres horas, lo cual agotó un tanto a los dos, muy pocos acostumbrados a manejar, y menos, un viaje similar.
Luego de alivianar un tanto el trasero, bajando en un pequeño bar, para beber algo, Tommy dice: - Iré a mear, no aguanto más; y eso que no bebí un carajo en todo el puto viaje –
- Te espero adentro, pediré unas cervezas – respondió Sly, arrojando su cigarrillo al piso y pasando por la pequeña puerta de madera oscura.
El bar estaba lleno de negros poco amistosos, debido a que Ladora Heights era un inmenso show de Broadway de gente de color. Era uno de los lugares más peligrosos en ese entonces, a causa de la gran cantidad de racistas que habitaban por todo Norteamérica. Aún así, el joven Sly entró y se sentó en la barra, pidiéndole al barman dos cervezas.
El mismo, por supuesto, era objeto de todas las miradas, ya que resultaba un tanto extraño que un blanco estuviese sentado en ese lugar, como si nada pareciese importarle.
Luego de unos aparentes incómodos cinco minutos, Tommy entró al bar, viendo a su amigo sentado en el medio de todas las personas que lo rodeaban en la barra, como escuchando sus historias.
Al muchacho no le había costado mucho entrar en confianza con todos, ya que no tenía ningún tipo de prejuicio por nada, ni por nadie.
- Como iba diciendo… nunca compren hot dogs en Redondo; pueden pedir hamburguesas, panqueques o cualquier otra cosa, pero jamás se les ocurra pedir hot dogs. Hay un sujeto llamado Freddy, que según él, inventó la mejor salsa para los hot dogs; pero es una salsa verde que parece moco, un asco. Con esto no quiero decir que todos los hot dogs de allí sean malos, pero luego de comer ese, preferirán alimentarse con goma de mascar el resto de sus vidas – explicaba Sly, mientras las personas se reían escuchando sus historias.
Tommy era un tanto más tímido, por tal motivo, no acotaba demasiado; solo tomaba su cerveza y escuchaba historias que ya las conocía de memoria. Tras contar las mismas por unos veinte minutos, el otro joven preguntó: - ¿Alguien sabe dónde puedo encontrar a Eddie Altamont? – en ese momento, uno de los inmensos negros, apoyó su botella en la barra, respondiendo: - Eddie es mi hermano, yo los llevaré con él. ¿No son policías verdad? Porque mi hermano odia a los policías –
- No, solo somos dos blancos sin rumbo, jajaja – agregó Tommy, siendo sus primeras palabras desde que había entrado al bar.
El hombre cumplió con lo que había prometido, llevando a los dos muchachos hasta su casa, donde podían encontrar a su hermano y negociar tranquilamente.
El sujeto ya conocía a Sly, por lo tanto, no iba a ser tan difícil conseguir lo que querían; solo esperaban que el hombre tuviese algo en ese momento, porque de otra forma, el viaje habría resultado en vano.
- ¿De veras tu hermano tiene hierba como para vendernos por 250 dólares? – preguntaba Tommy, encendiendo un cigarrillo.
- Por supuesto; a veces hay negros que la compran por 300 o más, fruto de un buen robo; ¿ustedes también robaron ese dinero? – decía Wes, con una voz gruesa.
- Se la robamos a un viejo homosexual que tiene una tienda de juguetes en Redondo; el tipo tiene bastante dinero en ese lugar, es un desperdicio para la sociedad – agregó Sly, haciéndose pasar por un experto en el área del hurto.
Luego de llegar a la casa, Wes se bajó de la camioneta, diciéndoles a los jóvenes que lo esperaran un momento, ya que él negociaría con su hermano y les traería la droga en un momento.
- ¿Confías en este tipo? – preguntó Tommy, arrojando su cigarrillo por la ventanilla.
- ¿Tengo alguna otra opción? – expresó Sly, acomodando sus lentes de sol.
El sujeto salió con su hermano en unos diez minutos aproximadamente, con una mochila roja en las manos. Acercándose a la ventanilla, les mostró a ambos la mercancía, diciéndoles que la guardasen bien, ya que si la policía llegaba a ver esa hierba, estarían en graves problemas.
- Fue un gusto negociar con ustedes, chicos – dijo Eddie, mientras comía un sándwich de verduras.
Ambos guardaron bien la mochila, tomando nuevamente rumbo a Redondo, con un gran éxito en su pequeña estadía por Ladora Heights. Tan solo quedaba pendiente la reventa, siendo la parte más emocionante de todo el negocio.
Al regresar a Redondo, fueron hasta la casa de un muchacho llamado Henry Gibbons, un cabròn rubio, alto y de una familia muy adinerada. Conocido de los muchachos desde la escuela; el mismo les iba a comprar la droga que traían, ya que dinero no le faltaba, solo contactos.
Recibiéndolos en su habitación, decorada al estilo de las películas de John Ford o Gary Cooper, los jóvenes se pusieron cómodos, mostrándole la mercancía al mismo.
- ¿Por cuánto? – preguntó el blondo muchacho, mientras encendía un cigarrillo.
- 400 dólares, precio para los amigos. Esta mierda nos costó 500 dólares, y casi la vida – explicaba Sly, volviendo a sacar el paquete de su mochila.
- Es un poco cara, pero creo que está bien; al cabo que son las únicas personas a quien puedo comprársela – respondió Henry, sacando un fajo de billetes de 100 de un pequeño cajón recién barnizado.
Los dos se repartieron el dinero; 200 dólares para cada uno. Además pudieron darse cuenta que era un negocio bastante redituable, ya que lo que hicieron no había sido a nivel profesional, pero para ese entonces era algo totalmente ilegal, a consecuencia dejaba muchísimo dinero.
Al día siguiente, ambos amigos se despidieron nuevamente; Tommy debía regresar a Knoxville, tomando un viaje bastante largo, debiendo esperar otro buen tiempo para poder volver a ver a su camarada de toda la vida.
- Que tengas suerte, hermano. Nos veremos pronto – decía Sly, pasándole a su amigo su enorme y cargado bolso.
- Gracias por todo. Ahh, recuerda cuidar a Gretta; aliméntala dos veces al día con su comida enlatada y no le ofrezcas cerveza, porque siempre termina mal (Gretta era la gatita de Tommy). Cuídate compadre –
Los leones se habían separado; la selva quedó tranquila por un tiempo…

En busca del equipo perfecto (II)

El barrio de Glasstrow (Baja California)

20 años después

- Creo que esto sigue siendo una estupidez Hev, no quiero morir tan joven, viejo! Aún, aunque no lo creas sigo siendo virgen – era lo que le decía el pequeño Todd a su compañero y mentor del hurto, Hev Nelson.
Hev era un hombre de 30 años, con una barba rasposa y mal afeitada, siempre usaba la cabeza afeitada, porque decía que adoraba la cultura china antigua; una de las pocas cosas en la creía. Rudo y desadaptado por naturaleza; se decía que solo respiraba para joder a alguien.
- Paciencia amigo, esto no tardará mucho en llenarse de cerdos uniformados, así que no quiero que pierdas la calma – respondió el hombre, con su revolver plateado, estilo “Trouble Man”.
Los dos estaban dentro de un supermercado, no demasiado grande, pero con una caja bastante cargada de dinero, lo cual resultaba ser el objetivo principal en toda clase de robo existente sobre el planeta. Solo había dos oficiales de policía que trabajaban como seguridad allí, y según los cálculos de Hev, los demás solo tardarían unos ocho a diez minutos en llegar, por lo tanto había que darse mucha prisa.
- Yo iré hasta la caja, tú entretén a los policías – indicaba Hev, mirando constantemente a todo su alrededor.
- Date prisa, hermano – respondió el otro, sudando como un cerdo a punto de morir.
El arriesgado hombre corrió hasta una de las cajas, donde atendía una hermosa señorita llamada Reyna, la cual se asustó mucho al ver al sujeto armado, con muy pocas buenas intenciones.
- Dame todo el dinero de la caja ahora! Todas las demás hagan lo mismo; métanlas en estas bolsas negras y nadie saldrá herido – explicaba Hev, dándole bolsas a cada una de las cajeras, que tras el pánico, empezaron a meter apresuradamente todo el efectivo dentro de las mismas.
Los dos oficiales no tardaron en reaccionar, ordenándole al hombre que arrojara el arma y se tirase al piso con las manos en la cabeza; pero afortunadamente apareció el astuto Todd, apuntándole a ambos, encendiendo un cigarrillo en un lugar donde estaba prohibido fumar.
- Ni se les ocurra hacer nada, porque no pienso dudar en jalar el gatillo y volarle la cabeza a todos. Este es el momento en que dejan de actuar como policías y empiezan a orinarse en los pantalones – decía el muchacho, copiando todas las frases que recordaba de películas noir que vio de pequeño.
- Ya deja de usar frases gastadas Todd, te lo dije cientos de veces – reprochó su compañero.
Los oficiales arrojaron sus armas, sin siquiera poder pedir refuerzos, lo mejor en ese momento resultaba dejar ir a los maleantes, ya que solo estaban robando el dinero de las cajas registradoras del supermercado, no la plata grande que se encontraba en la caja fuerte.
Tras juntar todo el dinero, ambos empezaron a correr hacia la salida, sin dejar de apuntar a los oficiales, los cuales miraban sorprendidos como su trabajo no tenía ningún tipo de efecto en ese momento.
Luego de subirse al viejo Camaro negro de Hev, un hombre que estaba sentado en el asiento trasero suelta estas palabras: - Un robo con suerte, debo admitirlo; pero estùpidamente planeado –
Hev viró la cabeza, arrancando el auto con mucha prisa, respondiendo: - ¿Quién mierda eres tú? ¿Cómo entraste a mi auto? –
El hombre dijo que se calmaran, ya que no era una persona con malas intenciones; es más, era quien podía enseñarles a planear mejor los robos de allí en adelante, usando más la cabeza y no tanto las acciones de viejas películas.
- Vayamos hasta “Tito`s Garage”, allí obtendrán todas las respuestas a sus infantiles preguntas – decía el hombre, con unos lentes de sol que tapaban gran parte de su rostro y un traje negro, muy al estilo Humphrey Bogart.
Hev obedeció al hombre, notando fácilmente que no era policía ni mucho menos; al fin y al cabo, el mismo no parecía tener malas intenciones, sino que pretendía ayudar; pero la pregunta era ¿a costa de qué? El misterio estaba cerca de ser develado, por lo tanto solo había que seguir las reglas del juego.

“Tito`s Garage” (12 minutos después)

El viejo galpón utilizado como garage de camionetas, llegadas con cargamentos de droga desde diferentes puntos de California y alrededores, se hacía llamar “Tito`s Garage”.
Allí, los tres bajaron, acompañados por el hombre misterioso que los había conducido hasta el lugar, sin darles explicaciones al respecto, lo cual no ayudaba mucho.
- Señores, les presento a Damon Rivers, alias “El álamo”, y a Burt Guerrero, alias “El yunque”. Memorícense bien sus nombres, ya que pasarán bastante tiempo juntos de ahora en adelante – decía el hombre, mientras encendía un habano.
Por su parte, ninguno de los dos maleantes sabía lo que estaba sucediendo; al parecer este extraño sujeto les estaba dando una especie de oportunidad, pero sin especificar propuestas aún.
- ¿Para qué se supone que vinimos aquí?; no me interesa conocer a estos sujetos – agregó Hev, un tanto distante de todo, como siempre.
- Verán, antes que nada voy a presentarme, ya que fui un tanto egoísta antes y no se los dije. Mi nombre es Sly Sheperd, y la razón por la cual los traje aquí, es porque conozco sus andadas desde que empezaron con esto de los robos a tiendas y supermercados; créanme que los admiro, porque hay que ser bastante estùpido como para planear un robo como lo hacen ustedes. Hasta ahora solo tuvieron suerte y no los atraparon; por eso, básicamente, les estoy ofreciendo una oportunidad que me lo agradecerán por el resto de sus vidas –
Aún nada cuadraba muy bien, las explicaciones no eran del todo claras, pero había un margen de curiosidad, que permitía seguir escuchando y comprendiendo la situación.
- Queremos que formen parte de “La Gran Carnada”, un equipo sistemático de operaciones, encargado de conseguir la mejor droga del mundo actualmente, y vendérselas a “La gente linda” (personas multimillonarias que negocian protección y seguridad con los narcos). Como podrán darse cuenta, necesitamos más miembros para esta organización; una vez que lo logremos, el dinero empezará a llover en cantidades inimaginables –
Un prolongado silencio se había presentado, señal de que ambos empezaron a pensar la propuesta, sin rechazarla desde un primer instante. Desde luego, parecía muy interesante, solo que no había ninguna garantía, hasta que el juego empiece.
- Gracias por la propuesta, de veras. Pero creo que preferimos seguir asaltando supermercados y jugar con el dinero seguro, no estar dependiendo de un dinero que no sabemos si aparecerá. Gracias de nuevo; sobretodo por hacernos zafar de la policía – respondía Hev, sin estar del todo convencido de sus palabras, ya que por su rostro podía verse la duda.
Sly procedió a quitarse las gafas de sol, sacando un cigarrillo de su bolsillo y diciendo: - Como quieras; yo no puedo obligarte a hacer algo que no quieres. Lo único que quiero que tengas en cuenta es que si sigues haciendo tonterías como las vienes haciendo hasta ahora, en muy poco tiempo la policía te encerrará y no verás un solo billete verde en toda tu vida. Las cosas no pasan porque sí, Hev –
El hombre se dio cuenta que Sly proponía algo bastante bueno, es más, hasta se sentía algo inmune de la policía estando junto a ellos. Todo lo que le había dicho era verdad, bueno, al menos eso parecía. Para el momento era más sencillo acceder y jugar un nuevo juego.
- Está bien, acepto. Solo déjame decirte que no sé nada de negocios – explicó Hev, cruzado de brazos.
- No te preocupes; nadie nace sabiendo nada. Damon y Burt tampoco tenían idea de qué hacer al principio, pero créeme que han sido un gran hallazgo. Estás dentro hijo – respondió Sly.
Todd no dijo una sola palabra desde que llegaron al lugar, solo para decir: - Yo no lo haré. Lo siento, pero no quiero seguir involucrándome en estas cosas y esperar una rápida captura o muerte, quizás. Mi madre está muy enferma, y yo soy la única persona que tiene; si voy a prisión quedará sola, sin nadie que la cuide.
- Eres el que decide; respetamos tu decisión hijo – agregó Sly, señalándole la puerta de salida al chico, el cual giró y volvió a salir, rechazando la propuesta por motivos entendibles.
El equipo comenzaba a tomar forma, las piezas del rompecabezas estaban casi completas; aunque faltaba un ingrediente femenino en él, por lo tanto había que buscar a la persona que termine de completar el círculo llamado “La Gran Carnada”.
- Quiero que tomen las cosas que necesiten; iremos a San Fernando a buscar a alguien – decía Sly, mientras tomaba una botella de fino whisky escocés que estaba sobre una mesa, junto con las llaves de su Dodge Charger negro.
La persona a la cual iban a buscar se llamaba Christina Flores, una mujer latina de unos 27 años, nacida en México, pero criada en distintas ciudades californianas, por los constantes despidos de su padre Rubén.
Durante el placentero viaje, Hev preguntó: - ¿Crees que de veras nos hace falta una mujer para hacer el trabajo, Sly? – a lo que el mismo, muy concentrado en el camino respondió: - Ella se encargará de contactar con “La gente linda”, para que luego nosotros podamos hacer nuestro trabajo. Verás, es más creíble si una mujer hace esa parte del trabajo, ya que tiene menos posibilidades de ser detectada por los matones que cada organización controla –
- ¿Hay otras organizaciones? – preguntó Hev, un tanto ingenuo y desinformado del tema.
- ¿Crees que América se descubrió ayer? – respondió el siempre acertado Sly, conociendo los riesgos que corrían formando el grupo, ya que el negocio de la droga era y lo seguirá siendo, el más redituable del mundo.
Durante el viaje, el hombre le contó a los demás la historia del león que había sido marginado toda su vida, hasta que llegó a convertirse en el verdadero rey de la selva.

San Fernando (California) 70 minutos después

Los cuatro habían llegado a una vieja tienda de relojes de oro en la ciudad de San Fernando, una de las pocas ciudades vírgenes de todo el crimen en el área californiana.
- ¿Para qué se supone que venimos a una tienda de relojes?, creí que éramos más ambiciosos – preguntaba Hev, mientras sacaba un cigarrillo de sus bolsillos.
- ¿Tienes que preguntar todo? Cierra la boca por cinco segundos, me estoy cansando de escucharte – agregó Burt, un tipo de pocas palabras, pocos amigos y por sobre todo, pocas pulgas.
Resultaba ser que en esa tienda trabajaba Christina (en sus momentos libres), ya que por la noche se encargaba de estafar comerciantes por teléfono, encargándoles productos que no hacían falta pasar por una inspección de aduana, pero que a su vez, ya estaban pagos de antemano, quedándose ella con el dinero, pero no con la mercancía. Es así como esta astuta joven logró sobrevivir la mayor parte de su vida; desde que su padre Rubén cayó preso por portación ilegal de armas y su madre fue a vivir con su hermana Lorna a Tijuana cuando ella tenía 12 años, las cosas comenzaron a cambiar repentinamente.
Los hombres cruzaron la ruidosa puerta blanca de vidrio, siendo Sly quien tomó la delantera, acercándose a la mujer.
- Hola Christina, ¿podemos hablar en algún lugar privado? Sé que tienes preguntas al respecto, pero te sugiero que te limites a formularlas y primero me escuches –
- ¿Quiénes son ustedes?, ¿cómo sabes mi nombre? – arremetió Christina, con un tono un tanto ansioso.
- Creo haberte dicho que no quería preguntas por el momento. Solo puedo decirte que soy la persona que puede hacerte ganar mucho dinero – agregó Sly, procediendo a encender un habano de muy bonito aroma.

15 minutos después

La joven había cerrado la tienda, ya que no tenía nadie que la controle en ningún momento; la otra dueña, Brenda, siempre estaba realizando “otro” tipo de negocios por la ciudad, motivo por el cual dejaba la tienda a cargo de su amiga.
Luego de escuchar la propuesta de Sly, que insistió que ella era la mejor para contactar con “La gente linda”, dada sus habilidades de persuasión, además de la increíble voz sexy que tenía por teléfono. Se podría decir que su trabajo era el menos riesgoso de todos, ya que no tendría contacto físico con los clientes en ningún momento.
Tomando una lata de cerveza del refrigerador, la mujer se acomodó el cabello, diciendo: - Solo lo haré con un par de condiciones… deben darme la garantía de que no iré a prisión y dejarme al menos un día hábil para salir a beber unos tragos con mis amigas –
Un breve silencio se presentó, en el cual todos se miraron, sonriendo tras la petición de la extraña mujer.
- De acuerdo; estás dentro – respondió Sly, completando el equipo y listo para dar inicio al “juego de cuervos”, como se llamaba al negocio del narcotráfico a fines de los 70`s.

La aparición del cowboy perdido

Los Angeles, CA (3 días después)

El grupo se había instalado en un casa de construcción antigua, que supuestamente solía ser de la tía de Sly, dejándosela a él, tras morir de un ataque al corazón a fines de los 70`s.
Christina había contactado con una organización llamada “Garras de Pantera”, un grupo de rastafaris muy peligrosos y armados hasta los dientes, los cuales operaban en los suburbios de Los Angeles.
Estos conseguían la mejor droga del mercado, ya que mandaban a traer la “Inverna Rastafari” desde Kingston (Jamaica). Esta droga estaba compuesta por heroína, algo de coca común y corriente y Naftilmetil (adrenalina concentrada).
- Mañana a las 8:00 a.m llegará el cargamento; Hev y yo iremos a hablar con los hermanos Skalacha (principales narcos de la zona semi urbana de Los Angeles), estos negros nos la venderán a buen precio. Una vez que la tengamos, se la venderemos a un tal Romeo Bufford, un sujeto al que ni siquiera conozco; debe ser accionista del gobierno o algo así – explicaba Sly, mientras sacaba de su envoltorio un caramelo de café.
- ¿Qué se supone que hagamos Damon y yo? – preguntaba Burt, con cara de pocos amigos, algo habitual.
- Esperar. Si esto sale bien, comenzarán a llover los primeros billetes. Su utilidad es algo diferente, que todavía no requiere necesidad en el plan – respondió el astuto Sly, tratando de dar entusiasmo al equipo, pero con un tono un tanto pesimista.
- Oigan iré a comprar algo para comer, me estoy muriendo de hambre. ¿Quieren algo en especial? – preguntaba Damon, mientras tomaba las llaves de su Malibù.
- Yo quiero unos camarones y una cerveza – decía Hev, un tanto exigente con sus gustos.
- Solo trae hamburguesas para todos, será lo más factible y lo más sencillo de conseguir – agregó Sly, un tanto más calculador que los demás.
Al cabo de unos minutos, el hombre regresó con unas 10 hamburguesas, acompañadas de papas fritas, sodas y cervezas, lo cual sorprendió a todos.
- ¿De quién es el cumpleaños? – preguntaba Christina, cruzada de brazos y con una actitud todavía un tanto sobradora.
- Hey, cuando el hambre aprieta no hay pan duro, amigos – respondió Burt, tomando una de las bolsas y procediendo a comer vorazmente su deliciosa hamburguesa, mientras todos lo observaban un tanto atónitos.
- Creo que deberías asegurar la comida de tu equipo Sly – agregó Hev, viendo que los demás tenían bastante hambre.
A decir verdad, “La Gran Carnada” parecía un inmenso saco de oportunidades, pero que obviamente necesitaba ser explotado. Los cálculos estaban, la gente también. Ninguno era un profesional en el área, así que debían forjarse de un aprendizaje rápido.

Al día siguiente

Sly y Hev habían llegado al depósito “Lilla Roses”, perteneciente a los hermanos Skalacha, dos de los más poderosos inversionistas del momento en el negocio de la droga.
Keenan era un tanto más callado, pero no tenía ningún problema en convertir ese silencio en violencia en solo cuestión de segundos. Por otro lado, Jamal, la otra mitad, era un sujeto de muy pocas pulgas, habiendo matado a varias de las personas que no acordaron con el negocio y quisieron pasarse de listas.
Estacionando el Dodge Charger a unos 10 metros del lugar, Sly encendió un cigarrillo, diciendo: - Bueno muchacho, traemos el dinero y sabemos lo que tenemos que hacer. Recuerda que no debes discutir nada de lo que digan; esos sujetos tienen más armas que la maldita Unión Soviética. En cuestión de unos minutos saldremos nuevamente –
Tras bajar del auto, ambos van hacia la inmensa puerta del depósito, donde, sin golpear, uno de los hombres de seguridad de los hermanos los recibe, revisando si portaban algún arma.
- Están limpios – agregó el hombre de color, vestido de blanco como todos los demás.
Jamal se acercó a ambos, viendo que sus rostros no parecían infundir temor, ni mucho menos; parecían bastante profesionales en lo que hacían. Procediendo a encender un habano, el mismo preguntó: - ¿Tienen el dinero? – tras lo cual, Hev procede a entregarle el maletín, con la suma de 120.000 dólares, precio bastante accesible para lo que verdaderamente valía esa droga.
- Miki, trae los paquetes – le dijo Jamal al único hombre oriental que trabajaba con ellos; un experto en artes marciales, algo imprescindible en cualquier tipo de situación que requiriese patadas y golpes de puño a lo Bruce Lee.
El calculador Sly empezó a revisar los paquetes, notando que verdaderamente era la mejor droga que podía haber conseguido; al tanto de que podía hacer bastante dinero con la venta de la misma.
- Fue un verdadero placer trabajar con ustedes, caballeros – decía Sly, arrojando su cigarrillo al piso.
En eso, todos los presentes empiezan a escuchar el sonido de potentes motores que llegaban desde afuera, como si alguien estuviese estacionando poderosas camionetas Hummer.
Tras un par de segundos silenciosos, se abre la enorme puerta del depósito, entrando como una docena de hombres vestidos con trajes y lentes negros, además de Uzis en mano. Los mismos empezaron a disparar a todos los miembros del clan “Garras de Pantera”, convirtiendo el lugar en un verdadero festín de sangre.
Los hermanos Skalacha intentaron defenderse, sacando sus 9mm de sus trajes blancos, los cuales ya estaban totalmente manchados de sangre, habiendo sido doblegados por sujetos desconocidos, pero que parecían ser demasiado profesionales.
Luego de que el show de balas terminó, Sly y Hev se quedaron quietos, un poco sorprendidos porque no les habían disparado; más bien parecían que eran un blanco completamente diferente, pero no menos peligroso.
En eso, un hombre totalmente vestido de negro, con un costoso sombrero piel de leopardo y una pipa en la boca entra al lugar, esquivando los cuerpos que estaban en el piso, sin poder de reacción.
- Buen trabajo muchachos; ahora estos cabrones ya no representarán ningún obstáculo – decía el hombre, mientras fumaba su costosa pipa.
Sly quedó atónito al escuchar esa voz, ya que era una persona con la cual había compartido muchísimos años de su vida; aunque no todo encajaba del todo bien.
- ¿Tommy? – preguntó éste.
- Lo siento amigo, pero ya no respondo por ese nombre. Puedes llamarme… Romeo Bufford –
El león desaparecido por 20 años había regresado, pero con otra identidad, un aspecto muy diferente, y no solo eso, ahora parecía estar al mando de una organización asesina.
- ¿Qué demonios te pasó? Desapareciste por 20 años; pero por lo que me doy cuenta no desaprovechaste tu tiempo ¿Qué se supone que estás haciendo? – preguntaba Sly, mientras tomaba un pequeño cajón de madera para sentarse.
- ¿Recuerdas que hace mucho tiempo dijimos que este negocio podría dejarnos mucho dinero? Bueno, fue exactamente lo que hice. Te presento a mi organización “Los Canguros”…solo integrada por buenos chicos - respondió el mismo, sonriendo con rostro sarcástico al dos por tres.
El hombre no podía creer el haberse encontrado nuevamente con su amigo, aunque las condiciones ya no eran las mismas; obviamente esto hacía que desde este momento comenzaran a ser rivales en el oficio del tráfico de drogas.
- ¿Conoces a este tipo? – preguntó Hev, mientras encendía un cigarrillo.
- Como la palma de mi mano. Aunque al que conozco es a Thomas Oakenfold, no a este sujeto que ha venido con una apariencia y actitud avasallantes – respondió Sly, llevándose una desilusión más en su vida.
Romeo se acercó al pensativo hombre, tomando también un cajón de madera y sentándose junto a él, con intenciones de demostrarle que continuaba siendo la misma persona, en teoría.
- Mi buen Sly, a decir verdad no sé que es lo que te preocupa tanto. Si vamos al caso, tú haces lo mismo, ¿o no? Mira, hagamos un trato… trabajemos juntos en esto y podremos nadar en dinero por el resto de nuestras vidas. Uniendo nuestra inteligencia, ningún cabròn oportunista podrá sacarnos la corona –
Todo daba a entender que las cosas habían tomado otro rumbo y cambiado drásticamente. Los leones ya no compartían el mismo territorio en la selva, por tal motivo, cada uno debía ser dueño de su propia tierra.
- No, gracias. Tengo mi propio equipo, “La Gran Carnada”, no necesito de la ayuda de nadie, es más, jamás la necesité. Puedes llevarte toda esta droga si quieres, no voy a impedírtelo; bueno, tampoco puedo. Tú tienes armas y más poder que yo. Solo quiero que recuerdes una cosa… “Los que buscan el camino de su destino por terceros, siempre terminan yendo por la dirección equivocada”- respondió Sly, dándole indicaciones a Hev para retirarse del lugar, dejándole un lugar en el podio a Bufford.
Ambos salieron nuevamente por la inmensa puerta, viendo como lo primero que planearon ya había salido muy mal, hasta con sorpresas inesperadas y globos de color negro para un cumpleaños sangriento.
Dando unos pasos hacia el frente, Romeo le gritó a su amigo: - Solo quiero que recuerdes algo Sly; no te metas en mis negocios, te aprecio bastante como para que salgas lastimado; mi instinto de preservación me dice que no es necesario matarte –

1 año después

A pesar de la mala pasada que les jugó el brillante Romeo Bufford, “La Gran Carnada” pudo realizar su propio negocio, realizando transacciones clandestinas con la mafia rusa y con una organización de Florida llamada “Beso de Bruja”, la cual desembolsaba grandes sumas de dinero en cada compra.
Está de más decir que cada uno de los integrantes de “La Gran Carnada” había juntado una gran cantidad de dinero, pero sin saber usarlo, lo gastaban en lo primero que veían; comprándose lujosos autos, ropa costosa, y obviamente, mucha droga de la buena.
Damon constantemente presumía ante los demás por su precioso Porsche 911 Turbo dorado, el cual, según él, había pertenecido a Rod Stewart, cosa que a nadie le importaba.
Por su parte, Hev y Burt se compraron una gran cantidad de armas, tales como pistolas 9mm Smith & Wesson y hasta una AK 47 usada en Vietnam, en muy buen estado.
Otro dato interesante… Christina y Hev se habían puesto de novios y tenían serios planes de casarse, aunque ambos tenían personalidades muy diferentes; él era adicto a la violencia y a lo ultra bizarro, y ella, una gran amante de los diamantes y las joyas.
Reunidos en “Monteverde”, un restaurante donde servían una deliciosa comida, además de dar una excelente atención al cliente, sin hacerlos esperar demasiado, Burt toma un trago de su café expreso, metiendo una mano en el bolsillo de su saco marrón, diciendo: - Oigan, miren lo que me compré - sacando un disco original de “Thriller” de Michael Jackson.
Mientras comía su muffin de chocolate, Damon agregó: - Reconozco que el video clip lleno de zombies fue bastante bueno, pero prefiero su etapa en Jackson Five, lo que hace ahora son solo movimientos ridículos –
- Jackson Five era una mierda; además ¿dónde están los otros cuatro?, se supone que debería ser uno más famoso que el otro. Por mi parte, creo que solo era una banda para adolescentes huecas – arremetió Burt, tratando de justificarse.
- A mi me gustaba Jackson Five; tal vez ahora los demás sean dueños de un depósito de drogas y armas, jajaja, quien sabe – decía Christina, mientras bebía su jugo de naranja.
Sly no había emitido ninguna palabra desde que habían llegado, tan solo leía el periódico y tomaba su capuchino, especialmente preparado por los mejores italianos de California.
Hablando en voz muy baja, Hev dijo: - Oigan, ¿ven a esa mujer que está sentada sola en aquella mesa?, está con esos panqueques desde que llegamos y todavía no los ha tocado; ¿qué se traerá? – señalando a una mujer flaca, de cabello largo y rojizo.
- No debe ser muy fanática de la comida rápida – agregó Burt, desatando la risa de los demás.
Sly levantó la cabeza, que estaba cubierta por el periódico, diciéndoles a todos: - Esa mujer es más peligrosa de lo que se pueden imaginar –
- ¿La conoces? – preguntó Christina.
- Los dejo a su criterio; creo que es más importante que ustedes la conozcan – agregó nuevamente el hombre, encendiendo un cigarrillo.
Tras una larga charla, acompañada de un exquisito desayuno, los cinco se levantaron de la mesa, dirigiéndose afuera del lugar, donde la extraña mujer se encontraba sentada sobre el capó del Porsche de Damon, fumando un cigarrillo.
- Oye, ¿sabes cuánto me costó ese auto? Es demasiado valioso para que lo ensucies con tu trasero – decía furioso Damon, mientras levantaba sus manos, gesticulando como un niño que recién empieza a descubrir los movimientos esenciales.
Pero la mujer continuaba en un rotundo silencio, pareciendo protegerse con sus lentes de sol negros, los cuales impedían ver el color de sus ojos. Era como si hiciese oídos sordos a la mayoría de las cosas.
- Pequeñas tórtolas, les presento a Mrs. Vixen; ella será parte del equipo de ahora en más – decía Sly, introduciendo a la mujer al mundillo de los juegos peligrosos.
- ¿Mrs. Vixen? Creí que no hacía falta otra mujer – acotó dudosa Christina, sin recibir respuesta de la misteriosa y extraña mujer.
- Ella es una profesional; súper entrenada con armas, artes marciales y por sobre todas las cosas, mucha inteligencia. En pocas palabras, es lo que necesitamos para poder contrarrestar los pasos de Bufford – explicaba Sly, mientras sacaba de sus bolsillos las llaves de su habitual Dodge Charger.
No costó mucho para que Damon se diera cuenta que la mujer había sido la primera de todos en ser reclutada por Sly Sheperd, quien parecía tener muchas cartas bajo la manga, llevando a descubrirlas con el simple pasar del tiempo.
Sin pensarlo demasiado, el grupo continuaba creciendo. Las crías del león guerrero empiezan a crecer, hasta convertirse en enormes y desafiantes fieras.
Todos fueron a reunirse en la casa apodada “FIRE CAVE” (cueva de fuego) por Damon. Esperando a Sly, Christina le mostraba las instalaciones a Mrs. Vixen, la cual no hablaba demasiado, ya que no confiaba en muchas personas.
- ¿De dónde eres Mrs. Vixen? – preguntaba Christina, mientras le mostraba la amplia cocina.
- Nací en Greph – respondió la mujer.
- ¿En dónde? –
- Greph –
- ¿Dónde carajo es eso? – preguntó Christina nuevamente.
- Es en Polonia; un pequeño pueblo en el cual solo vivían victimas de la Segunda Guerra Mundial –
Sly había llegado luego de unas dos horas, con un aspecto un tanto desagradable. Totalmente despeinado, con el rostro golpeado y con la camisa blanca manchada de sangre.
- ¿Qué mierda te pasó? – preguntó Hev, mientras auxiliaba al hombre.
- Fui a hablar con Romeo Bufford, tratando de llegar a un acuerdo, pero el maldito hijo de puta creía que iba con otras intenciones y sus hombres me golpearon hasta más no poder. Está desquiciado; no sé que le ha pasado en los últimos años, pero el cabròn no se anda con vueltas – comentaba Sly, con una voz un tanto apagada, largando bastante sangre por la boca.
Las dos mujeres buscaron vendas, un poco de alcohol y unas agujas para poder coserle las heridas a su mentor, sabiendo que no estaba en buenas condiciones para poder realmente contar el motivo por el cual había ido a ver a su antiguo amigo.
La recuperación no fue nada rápida, el hombre había perdido mucha sangre, fruto de los golpes recibidos. Mrs. Vixen pudo darse cuenta que no estaba jugando un juego muy limpio, pero al fin y al cabo, era para lo que la habían buscado.
- ¿Pudiste reconocer a alguno? – preguntaba Damon, mientras encendía un cigarrillo con su zipo dorado.
- La mano derecha de Bufford es un rubio cabròn, alto y con el cabello recogido, parece salido de la maldita “Brady Bunch”; creo que se llama Brad o algo así, según lo poco que pude escuchar mientras me golpeaban.
- De acuerdo; Burt ven conmigo, tenemos algo que hacer – decía Hev, tomando las llaves de su auto y su campera de jean, dispuesto a ir tras el culpable de tal desgracia.
- Ni se les ocurra ir por él! Bufford tiene muchos matones, y no estamos en posición de enfrentarlos con ellos. Van a matarlos sin dudarlo – comentaba Sly, un tanto más recuperado.
- No te preocupes, esto será bastante rápido; además Bufford solo me conoce a mí, no a Burt. No nos pasará nada, lo prometo; tengo una muy buena idea – agregó Hev, colocándose sus costosas gafas de sol.
Ambos se subieron al nuevo Camaro de Hev Nelson, dirigiéndose a la mansión de Romeo Bufford, centro de operaciones de “Los Canguros”, al tanto de que era sumamente peligroso y estùpido lo que iban a hacer.
Destapando una botella de whisky, “El yunque” le dijo a su compañero: - Una dosis de violencia nunca viene mal; además estoy ansioso por vaciar por primera vez mi Smith & Wesson –
- Vamos a mostrarle a ese hijo de puta con quién se metió – respondía Hev, mientras colocaba una cinta de T – Rex.
La jungla se ponía cada vez más peligrosa, los leones se desafiaban entre sí, disputándose el reino constantemente.

Malos modales

Los dos se encontraban fuera de la inmensa y lujosa mansión del poderoso gángster, tratando de idear algo que parecía no resultar tan sencillo.
- Creo que no será muy inteligente que entremos disparando, ¿tienes alguna idea Dick Tracy? – decía Burt, mientras estudiaba la estructura del lugar.
En eso, una camioneta azul de la compañía de cable “Guide`s TV” se estaciona frente a la mansión, lo cual le dio una idea a Hev, que rápidamente agregó: - Espérame aquí –
- ¿Qué carajo vas a hacer? – preguntó Burt, sin entender lo que pretendía su compañero.
- Tú solo quédate en el auto y cierra la maldita boca; sé lo que hago, créeme – respondió el hombre, acercándose a la camioneta, conducida por un hombre de gorra y bigotes.
No parecía haber mucho movimiento por las inmediaciones, por tal motivo, no había nada que denote una molestia para ejecutar el improvisado plan.
- Disculpe señor, tiene uno de los neumáticos traseros averiados, será mejor que le eche un vistazo – decía Hev, con un acento canadiense, lugar de donde eran sus padres y hermanos.
- ¿De verdad? Porque que yo sepa la camioneta me funcionó perfectamente desde que salí del trabajo… de todas formas nunca está de más revisar – respondió el hombre, bajándose de la camioneta.
Tras bajarse a revisar, nota que nada había sucedido; ya dispuesto a encabronarse, Hev le propinó un tremendo uppercut en la cara, lo cual lo dejó permanentemente inconsciente. Luego de esto, lo arrastró hasta su auto, quitándole su uniforme, para luego meterlo en el baúl.
- ¿Qué se supone que fue eso? – preguntó Burt, con un cigarrillo en la boca sin ser encendido aún.
- Soy fanático de Joe Frazier desde pequeño. Vamos ayúdame a meterlo en el baúl que todavía tenemos cosas que hacer –
La idea era la siguiente: “Burt debía vestirse con el uniforme del hombre del cable, haciéndose pasar por él, para poder entrar a la mansión y rastrear a Brad Snerder, el cual merecía una increíble golpiza (bueno; al igual que todos los demás). Tras revisar el televisor y decir que debía llevárselo para repararlo, debía lograr que el blondo hombre lo acompañara hasta la puerta, donde lo estaría esperando Hev para golpearlo y darle su merecido “merecido”.
A grandes rasgos parecía una idea estùpida (y verdaderamente lo era), pero de todas formas era lo único que se había presentado como una idea valedera en el momento, así que solo restaba ponerla en práctica para descubrir si podía surtir efecto o no.
Burt se acercó a la inmensa puerta rosada de la mansión, tocando un timbre que duraba aproximadamente un minuto, resultando terriblemente molesto para cualquier persona de clase media.
Tras un par de segundos, un hombre de unos dos metros, cabello oscuro y unas gafas oscuras lo atiende, diciéndole: - ¿Se le ofrece algo? – a lo que el mismo responde: - Soy el técnico de “TV Guide`s”, vengo a revisar el televisor; me dijeron que tenía problemas. Me llamó un tal Bradley Snerder, ¿se encuentra él? Necesito que me firme unos papeles –
El sujeto lo miró con una cara de sorpresa, ya que su compañero no realizaría un llamado semejante, a menos claro, que se lo haya pedido Bufford; pero de todas formas lo hizo pasar.
Luego de cruzar un largo pasillo, llegan al living de la casa, donde el hombre le dijo que esperara, ya que iría a buscar a Brad. Mientras tanto, Burt contemplaba la gran cantidad de cuadros y esculturas costosas que había por las paredes.
Con su larga cabellera amarilla y unos lentes Ray Ban, el corpulento Brad se acerca al “técnico”, preguntándole: - Por lo que veo vienes a revisar el televisor, pero yo no te llamé. Así que invéntate otra excusa –
Acomodándose el uniforme azul, el hombre respondió: - Amigo, solo hago el trabajo que me pide mi jefe. Él me dijo que viniera a esta dirección y hablara con un tal Bradley Snerder, ¿lo pronuncié bien?; bueno, no sé si el televisor tiene algún problema o no, pero necesito que me dejes revisarlo; no te cobraré nada si es que no encuentro ninguna falla –
Dudando un poco, ya que Romeo Bufford no se encontraba en el lugar, para preguntar si es que había sido él quien había llamado al técnico, el sujeto dice: - De acuerdo, revísalo. Me quedaré a observarte, ya que no creo una puta palabra de lo que me estás diciendo –
Mientras tanto, Hev esperaba junto a su auto, fumando un cigarrillo y esperando alguna señal de su compañero, el cual se estaba tardando un poco; pero era algo normal.
Tras varios minutos revisando el televisor, Burt desconecta el transistor de energía que pasaba la señal de corriente, lo cual hizo que el televisor mostrara una falla, sin que el hombre pudiese notar nada. Esto resultó algo sencillo, ya que Burt solía arreglar artefactos con su padre en Inglewood cuando era pequeño, por lo tanto sabía un poco lo que estaba haciendo.
- Parece que el transistor de energía está quemado, debo cambiarlo lo antes posible, porque podría dañar las demás pistas de interconexión – explicaba Alonzo, según lo que decía la identificación de su uniforme.
- Hasta ayer el maldito televisor funcionaba perfectamente. De acuerdo, tú eres el que sabe – respondió Brad, cruzado de brazos y con cara de pocos amigos.
- Necesito que me acompañe hasta la camioneta, requiero que me firme unos papeles – agregó nuevamente Alonzo, intentando persuadir al hombre.
El mismo lo siguió hasta afuera, sin saber nada de lo que estaba tramando el hombre; pero bueno, ¿quién iría a saberlo? Nuevamente había que cruzar el incómodo y largo pasillo para poder volver a salir.
Hev se encontraba escondido dentro de la camioneta, por tal motivo, cuando Burt abrió la puerta trasera para sacar los supuestos papeles, el mismo salió por sorpresa, propinándole un terrible golpe en la cara al blondo sujeto, rompiéndole la nariz y dejándolo inconsciente, sin dar pie a que nadie escuchase lo que había sucedido.
Rápidamente, entre los dos procedieron a meterlo en la camioneta, arrancando a toda velocidad y llevándolo quién sabe dónde. El ridículo plan había funcionado, aunque la seguridad no era de mucha garantía.

“Tito`s Garage” Media hora después

Tras conducir hasta el abandonado galpón de Tito, los dos hombres llegan en sus respectivos vehículos, procediendo a bajar al malogrado sujeto de la camioneta, para meterlo al lugar.
Hev procede a colocarlo en una vieja silla de madera, mientras Burt empieza a buscar algo con qué maniatarlo, para posteriormente darle el merecido escarmiento a la vieja escuela.
- Esperemos a que despierte; el cabròn puede darnos valiosa información – decía Hev, sonriendo tras ver que su plan había resultado a la perfección.
- Buena idea, mientras tanto voy por un par de cervezas. Vigílalo bien – respondió Burt, dirigiéndose a la tienda que se encontraba a una calle del lugar.
- Bien, pero no te tardes. Esto se pondrá divertido – agregó el hombre, quitándose sus gafas de sol.
En unos pocos minutos, el hombre de color había llegado con un pack de cerveza Corona, procediendo a destapar dos, pasándole una a su compañero. El juego había comenzado.
Brad reaccionó tras unos largos cuarenta minutos inconsciente, aún con mucha sangre en la nariz, producto del terrible golpe propinado por Hev Nelson, quien era un gran fanático del boxeo.
- Qué mierda es lo que quieren, malditos malparidos!! – decía Brad, mientras movía su cabeza de un lado para otro, síntoma producto de los pocos reflejos que tenía para ese entonces.
- ¿Te suena el nombre de Sly Sheperd? Bueno, solo déjame decirte que te has metido con el hombre equivocado amigo. Sinceramente, yo que tú lo hubiese pensado antes. Ahora solo debes esperar tu asquerosa muerte – decía Hev, mientras empezaba a golpearlo como una bolsa de arena, llenando el piso de sangre escandinava.
Deteniéndolo, Burt exclama: - Oye, déjame a mí también – procediendo a golpearlo como si fuese una piñata de cumpleaños.
Luego de un par de minutos, ambos dejaron de golpear al blondo sujeto, desfigurándole el rostro, quedando irreconocible luego de tantos golpes de puño recibidos.
- Mierda, me duelen las manos de tanto golpear a este marica – decía Burt, sacudiendo sus dos manos sin parar.
- Ok, ahora te haremos un par de preguntas y más vale que contestes, porque voy a seguir golpeándote hasta arrancarte la maldita cabeza! ¿Dónde recibirá el próximo cargamento Romeo? – preguntaba Hev, tomando del cuello a Brad.
El hombre casi no tenía reacción, tras lo que Burt dijo: - Creo que no debíamos haberlo golpeado tanto; ahora el muy imbècil ni siquiera puede hablar. Creo que en uno de los derechazos le arranqué la lengua –
- Pueden matarme que no les diré una mierda – dijo Brad, con unas palabras poco entendibles, largando sangre en cada expresión.
- Como quieras – respondió Hev, sacando su 9mm de la cintura, apuntándole directo a la cabeza, dispuesto a volársela sin dudarlo siquiera.
- De acuerdo, se los diré, maldita sea. Dentro de dos días llegará un cargamento de heroína proveniente de Puerto Rico; se supone que los sujetos la lleven hasta el viejo Hotel Brixton, allí los estará esperando Romeo con el dinero – explicaba el sujeto, sin poder abrir sus ojos.
Los dos sonrieron, sabiendo que habían conseguido una valiosísima información, la cual debían aprovechar, para poder jugarle la primera mala pasada a Romeo en su vida, tal y cual lo había hecho él un año antes.
- Creo que deberíamos dejarlo aquí los próximos dos días, así “Los Canguros” no sabrán que le joderemos la jugada – decía Burt, sacando un cigarrillo de su bolsillo.
- Tienes razón. Ahora estos hijos de puta sabrán que no fue buena idea meterse con “La Gran Carnada” – acotó Hev Nelson, volviendo a guardar su pistola, aún sin poder usarla.
Procediendo a atarle la boca con un pañuelo, ambos se retiraron del lugar, sin importarle si en las próximas 48 horas el hombre moría, ya que de igual forma, lo tenía merecido.

“Mansión de Romeo Bufford” (Un par de horas después)

El poderoso gángster había llegado al centro de operaciones de “Los Canguros”, notando un gran silencio entre sus hombres, los cuales daban a entender que algo no andaba del todo bien.
Encendiendo un caro habano, el hombre, con su habitual seriedad preguntó: - ¿Hay algo que quieran decirme que no sepa? Porque conozco esa mirada de ratas asustadas; así que alguien tenga la jodida amabilidad de decirme qué carajo está pasando –
Una señorita de ojos azules y cabello castaño claro, llamada Admila Letizi, se acercó a su jefe, vestida con unos pantalones de cuero negro ajustado y unas gafas enormes que cubrían su rostro, comentándole lo siguiente: - Señor, Brad ha desaparecido hace varias horas sin decirnos adónde iba. Esta mañana apareció un sujeto de color, diciendo que era el técnico que venía a arreglar el televisor; desde ese momento no sabemos dónde se metió Brad… - sin poder terminar la frase, el hombre detuvo el comentario de la joven, argumentando: - No quiero que me sigas contando nada, ya me imagino el resto de la historia… Creo que hicimos mal en subestimar a Sly. Probablemente Brad ya esté muerto, o tal vez ellos lo tengan capturado; pero no debemos apresurarnos, eso es precisamente lo que mi viejo amigo quiere que hagamos, aunque no le daremos el gusto –
Las cosas se habían complicado un poco para Romeo, pero él jamás perdía la calma, como si tuviese estudiado cada movimiento de su amigo, ya que era alguien a quien conocía desde pequeño y no iba a permitir que le sacase parte del territorio que supuestamente se lo tenía ganado en la selva.
Los dos hombres le contaron a Sheperd lo que habían conseguido de información, resultando así una buena forma para jugarle una mala pasada al inteligente Romeo Bufford.
Ya más recuperado, Sly les dijo a todos: - Esto no se trata de joderle el negocio a nadie! Romeo o Tommy o como carajo sea que se llame ahora, es un idiota que cree que solamente uno es el que debe quedar hasta el final, siempre tuvo esa mentalidad de mierda. El haber golpeado casi hasta la muerte a uno de sus mejores hombres, no hace necesario que las cosas deban funcionar así –
- Pensamos que darle su merecido a ese cabròn te iba a poner feliz, ¿se suponía que debíamos quedarnos cruzados de brazos? – argumentó el inadaptado Hev Nelson.
- Esa actitud puede matarte un algún día, debes tranquilizarte de ahora en adelante – respondió Christina, notando que a su pareja solo le importaba la violencia y ver al otro caer a lo más bajo.
Sly, por su parte, se levantó del sofá, apagando la televisión, en la cual estaban pasando un capítulo de “Starsky & Hutch”, explicando el motivo por el cual debían de estar todo el tiempo pendientes de la venganza: - Hacer este tipo de cosas es totalmente innecesario. Sean conscientes de que en este trabajo hay veces en el cual la violencia es necesaria, pero este no es uno de esos casos. “Los Canguros” solo quieren nadar en dinero y ver como sus rivales van cayendo de a poco, bajo sus propias manos; es por eso que nosotros debemos ser distintos. Este negocio está saturado de hijos de puta que creen que van a sobrevivir al tiempo como Marlon Brando, pero no es así. De ahora en adelante quiero que se concentren en su trabajo y dejen de lado las idioteces en la que están pensando –
Mrs. Vixen encendió un cigarrillo, tomando su chaqueta de jean y las llaves de su motocicleta, diciendo: - Por lo que veo hoy no tenemos trabajo que hacer. Iré a visitar a Fabienne, una amiga que no veo hace un par de meses –
- ¿Alguien te afirmó que no había nada para hacer? – preguntaba Damon, tal vez el más metido de todos en el trabajo.
- Hijo, soy mayor de edad, puedo hacer lo que jodidamente se me dé la gana. Además me servirá para pensar un poco en todo este caos en el cual nos metimos – respondió la mujer.
- Creo que Mrs. Vixen tiene razón, necesito que piensen bien las cosas y mañana continuaremos. Despejen su mente y quiero que para mañana vuelvan con otra actitud – explicaba Sly Sheperd, intentando educar al grupo, el cual era bastante rebelde e inadaptado.
Cada uno tomó su rumbo, yendo a los lugares que más los distraían, y que tal vez podían hacerlos pensar diferente. Hev y Christina iban en el auto del primero, bebiendo un par de cervezas y dialogando sobre lo ocurrido.
La mujer no dejaba de hablar de la actitud de pendejo que había mostrado su pareja al hacer semejante idiotez, pero lo hecho ya estaba hecho, por tal motivo, Hev intentó terminar con el tema, proponiendo algo sumamente insólito.
- Oye, que te parece si vamos a San Fernando y nos casamos en la pequeña capilla “El Salvador”. Para esta noche ya podremos ser marido y mujer, lo cual cambiará nuestras vidas –
Christina no podía creer lo que había oído, sabiendo que él no era de hacer esas cosas porque sí, por tal motivo se tomó unos cuantos silenciosos segundos para responder.
- ¿Por qué San Fernando? – preguntó la mujer, sin haber dado una negativa a la pregunta.
- Porque pensé que querrías casarte en tu lugar de origen –
- ¿Y quién dijo que quería casarme? – preguntó nuevamente.
- Vamos… será divertido! Quiero decir… será algo maravilloso; creo que debemos darnos una oportunidad importante –
La mujer estaba en una etapa extraña de su vida, sabiendo que cualquier decisión que tomara podía cambiar en un futuro cercano, pero a su vez, tampoco lo pensaba demasiado.
- De acuerdo, vayamos para allá ahora – argumentó, bebiendo un sorbo de su cerveza, generando una sonrisa por parte de su pareja, el cual viró el auto, tomando rumbo a los valles de San Fernando.

San Fernando (California). Esa noche

Obviamente, ninguno de los dos dudó ni un segundo en ir hasta San Fernando, sin avisar previamente a Sly de lo que harían. Pero bueno, de todas formas, el hombre les había dado el día libre.
Por el camino habían bebido una gran cantidad de cerveza y fumado algo de marihuana al costado de la vieja ruta 20, pensando que tal vez podía ser el casamiento más chick de todos.
- ¿Crees que el dinero nos dure por mucho tiempo? Es decir, Romeo controla casi toda el área californiana, ¿cómo se supone que sobrevivamos con nuestro equipo si este sujeto no deja un solo pedazo de pan sin ser comido? – preguntaba Christina, recostada por la ventanilla.
- Es lo que el maldito quiere. Créeme que Sly es más inteligente que él; además lo conoce desde que eran niños, así que sabe exactamente como piensa y lee sus movimientos – argumentaba Hev, fumando un cigarrillo y contemplando la brisa de la carretera.
Tras una corta parada en la casa de Brenda, la mujer le dijo a su pareja que no hiciera nada estùpido, ya que aquella mujer tenía muy pocas pulgas, lo cual hacía que se enfureciera con la primera idiotez que percibía.
Luego de tocar el ruidoso timbre, la mujer sale a recibirlos, llevándose una gran sorpresa tras ver a su amiga, tras un periodo sin saber nada de ella.
- ¿Chris? Vaya sorpresa! ¿qué te trae por aquí? Te fuiste hace un año chica, no he sabido nada de ti desde entonces. Seguro necesitas dinero por eso has regresado – dijo la mujer, sin salir de su sorpresa.
- Cómo estás Brenda! Te presento a Hev, la persona con la cual voy a casarme esta noche. Necesitamos donde cambiarnos y ponernos ropa adecuada; no podemos casarnos con esta ropa, si es que me entiendes – respondió Christina.
- ¿Casarte? Por lo que veo no cambiaste un carajo amiga; siempre tomando decisiones a la ligera; pero bueno, tú sabrás – argumentó Brend
Soulvalentino21 de enero de 2008

1 Comentarios

  • Soulvalentino

    Hasta acà me entrò publicar esta novela. Escriban sus comentarios si quieren que publique la continuaciòn...

    21/01/08 02:01

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