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Los Canguros

Napa Valley (California)

- Aquí están los 200 kilos de puro y dulce polvo jamaiquino, señor Bufford. Si puede observar con atención, podrá darse cuenta que es de muy buena calidad y puede venderla en los barrios a precios accesibles y ninguno de nosotros saldrá perdiendo. ¿Tienen el dinero verdad? – decía el hombre calvo, con lentes de sol y una pequeña barba candado, el cual los miembros del hampa californiano respetaban bastante.
Marlon Votolato, era uno de los mejores inversionistas en el mundo del tráfico de drogas en el área californiana, conocido como “El hombre más respetado de Napa Valley” (capital del vino). Contaba con un equipo bastante grande de personas trabajando para él, llamados “El Templo”.
Era la primera vez que estaba negociando con el actual y más poderoso gángster de todos, el intocable Romeo Bufford.
- ¿Quiere que inspeccione la mercancía, señor? – preguntaba el rubio Brad Snerder, mano derecha de Bufford, y prácticamente uno de los hombres más violentos “Los Canguros”, mientras fumaba sus cigarrillos “Texas Flavor”.
- No… yo lo haré. Quiero estar seguro de que estoy haciendo una buena inversión y tratando con un hombre respetable y confiable – respondió el hombre, con sus habituales lentes de sol y su traje negro.
Acercándose a los enormes maletines que contenían la droga, Romeo saca una pequeña ración con su dedo derecho, llevándosela a la boca y testeándola. Esto era algo habitual, ya que en cada negocio debía demostrar que no se jodía con él.
Un incómodo silencio se había hecho sentir en el enorme depósito, nadie de los presentes emitía una sola palabra. Parecía un programa de TV con problemas de audio.
- Esto no es heroína, es Speedball… - decía Bufford, tras probar la sustancia. (El Speedball es un derivado, siendo solo cocaína mezclada con un poco de heroína).
- ¿De qué está hablando señor Bufford? Esto es mierda 100 % pura y nueva; me está insultando – exclamó Votolato, empezando a sudar, tras darse cuenta que no le había funcionado el plan de tratar de joderle al mayor cabrón de todos.
- Sabes Votolato… hace ya casi seis años que somos los mejores en este negocio, y eso es gracias a que me hago respetar y soy confiable, hasta que aparece un hijo de puta como tú e intenta pasarse de listo. Esto no volverá a repetirse –
- Por supuesto que no, señor Bufford – respondió Votolato, mientras Romeo sacaba su 9mm de la cintura, metiéndole un tiro en la cabeza a éste, sin titubear por un segundo.
Una vez más la lluvia de balas había comenzado, los demás miembros de “Los Canguros” estaban llenos de las mejores armas, doblegando a todos los miembros restantes de “El Templo”. Los cuerpos de éstos caían al suelo, llenándolo de sangre y tiñéndolo como la superficie de Marte.
Esto sucedía cuando se metían con Romeo Bufford, el cual había hecho desaparecer una gran parte de las organizaciones dedicadas al narcotráfico en los años 80´s. Además, había logrado negociar con el Gobierno, garantizándoles protección y seguridad. En pocas palabras, este hombre era la persona menos indicada con la cual meterse.
- Venir hasta aquí, para encontrarme con un idiota como éste fue una inmensa pérdida de tiempo. Recojan esta droga y véndansela a cualquier chico allá afuera, no nos sirve para nada. Pero apresúrense, tengo mucha hambre – decía Romeo Bufford, mientras encendía un cigarrillo.

“Victoria Heights Coffee´s” (1 hora después)

Sentados en una cafetería cercana al lugar, cada uno disfrutaba de su desayuno, sabiendo que eran el centro de las miradas de todas las personas.
Por su parte, Brad Snerder todavía no había tocado su plato de huevos revueltos, ni su café negro; tan solo observaba a una hermosa muchacha de cabello colorado, sentada en la mesa de al lado, y que además se sonreía a cada mirada.
- ¿Por qué no vas a hablarle? – decía Romeo, mientras tomaba su “Expresso”.
- No sé si debería… - respondió éste, un tanto desacostumbrado a tratar con las mujeres, aunque luego todo fuese fácil, ya que era un hombre por el que cualquier mujer pagaría por tener.
- Brad eres un marica, ¿sabías? La vez pasada, allí mismo donde tú estás apoyando tu trasero, estaba sentado Dee Snyder, y estoy seguro que no lo miraron tanto como esa mujer te está mirando a ti. Ármate de valor así como armas un cigarrillo de marihuana, es simple – agregó Johnny Boy, el miembro más joven de “Los Canguros”, con tan solo 22 años, pero una inteligencia superior a la de cualquiera.
Brad se levantó de su asiento, acomodándose el traje negro y recogiéndose su cabellera rubia, mientras todos los demás bajaban la cabeza sin poder aguantar la risa. Lentamente se acercó a la muchacha, la cual tan solo sonreía, mientras comía unas donnuts con abundante crema inglesa y leía una edición de la revista “People”.
- Disculpa… ¿cómo te llamas? – preguntó el blondo hombre, mientras la mujer soltaba una sonrisa discreta.
- ¿Puedo saber quién eres? – respondió ésta.
- De acuerdo, soy Brad… (silencios incómodos)… Te vi desde mi mesa y creo que eres muy hermosa, y por lo menos me gustaría conocer el nombre de alguien tan bella –
- Me llamo María, gusto en conocerte, Brad – decía la mujer, estrechando la mano de éste.
Ella estaba leyendo la revista “People”, la cual tenía en la portada una fotografía del disco “Like a prayer” de Madonna, una celebridad que por ese entonces era el centro de todas las miradas y todas las chicas querían ser como ella.
- Veo que estás leyendo la edición de abril… ¿te gusta Madonna? – preguntó Brad, un poco más suelto en la conversación, pero sin avanzar demasiado.
- En realidad no; prefiero a Donna Summer. Además, Madonna tomó como referencia el nombre real de Donna que es LaDonna Adrian Gaines, y fue así que creó el suyo – explicaba la mujer, mientras sostenía la revista con una mano, y con la otra tomaba su café negro.
- Vaya, no sabía eso. En realidad, tampoco soy muy fanático de Madonna, tan solo me gustan algunas de sus canciones como “Like a virgin” y “Material girl”, pero cuando empezó con esa mierda de “La isla bonita” me desconecté por completo –
María solo se sonreía con cada cosa que decía el hombre, que parecía ser la primera vez que entablaba conversación con una mujer tan bella, y por sobre todas las cosas, no hacía nada “concreto”, actuando como un niño.
-Brad, debemos irnos. Despídete de tu amiga – decía Romeo Bufford, mientras dejaba un par de dólares de propina sobre la mesa.
El hombre se tomó unos instantes de silencio, pasándose la mano por el cabello y exclamando: - Fue un gusto conocerte, Maria. Debo irme porque soy una persona de mucho trabajo y sin mí, la oficina es todo un caos –
- OK! Brady, para mí también fue un gusto conocerte – respondió la mujer, desatando la risa descontrolada de todos los demás, ya que a éste solían molestarlo con que se parecía a Marcia Brady de la serie televisiva “The Brady Bunch” (La tribu de los Brady).
Tras ponerse colorado por la situación, Brad salió junto a los demás hombres por la puerta, sin decir una sola palabra más. Todo lo que había comenzado bien se había convertido en una completa vergüenza.
Caminando hacia sus respectivos Hummers, Romeo dice: - Johnny Boy tenía razón… eres un marica Brad, jaja –
- ¿Qué se supone que debía hacer? La mujer estaba sola y era muy hermosa y todos ustedes estaban detrás de mí, controlando cada detalle, para finalmente burlarse, como siempre lo hacen. Por eso no puedo tener una relación estable –
- Un momento, amigo… no debes avergonzarte de lo que eres; tienes mucho dinero y no hacía falta que inventes lo de la oficina, fue estúpido – agregó Romeo, sacando un habano de su saco negro.
- Jajajajaja, parecías un niño asustado en la montaña rusa, Brad – dijo Rebel, otro de los mejores hombres de “Los Canguros”, siempre con un humor ácido, pero resultando a la hora de la verdad, una persona sin escrúpulos y manejando una dosis incontenible de violencia.
- Voy a tomar en cuenta todos sus consejos y voy a irme con una revista al baño… - respondió Brad, subiéndose al Hummer amarillo que él mismo conducía.

Los Ángeles (California) 2 días después

“Los Canguros” poseían un centro de operaciones, una gran mansión comprada por Romeo Bufford, la cual anteriormente pertenecía a Clark Gable y cotizada en miles y miles de dólares.
Al llegar al lugar, notan que todo se encontraba semi destruido, como si alguien hubiese llegado llenando de balazos la casa y plasmado un enorme desastre. Algo empezaba a ser distinto.
- Woow! ¿qué mierda pasó aquí? – exclamó Johnny Boy, mirando como todo lo que era magnificencia a su alrededor, estaba convertido en tan solo paredes quemadas y llenas de plomo.
- No lo sé… pero alguien está intentando desafiarnos. Sea quien fuese el autor de semejante estupidez va a morir asquerosamente – respondió Romeo, sabiendo lo que tenía que hacer, aunque era la primera vez que ocurría algo así.
Cada uno recorría por cada rincón de la enorme mansión, tratando de buscar alguna pista que los llevase a descifrar quién había sido el posible causante de semejante catástrofe.
- Encontré algo!! – gritaba Admila Letizi desde la cocina. Ella era la única mujer en el grupo, pero contaba con un súper entrenamiento y sabía cómo lidiar con los inconvenientes.
Todos fueron junto a ésta, la cual tenía en sus manos un sobre rojo y negro, el cual fue el propio Romeo quien lo abrió. Adentro del mismo, había un papel que decía: “Señor Bufford, esto solo fue un aviso de lo que puede llegar a pasarle si no cumple con los negocios. Esta noche nos encontramos en el “Staples Center”, en la pelea de Vinnie Lomax y Eduardo Arroyo por el título. No me busque, yo lo encontraré…”.
Resultaba bastante loco, pero de verdad alguien estaba amenazando al gran Romeo Bufford, algo que no había sucedido antes. Era momento de empezar a pensar diferente y afrontar la realidad.
- Señor… ¿quiénes son Vinnie Lomax y Eduardo Arroyo? – preguntaba Johnny Boy, con su habitual chupetín en la boca.
- Encantadores de serpientes… ¿qué crees que son? Obviamente son boxeadores. Esta noche es la pelea por el título de los pesos pesados – respondió Bufford, calculando cada futuro movimiento.
- Yyyy… ¿iremos? – volvió a preguntar el muchacho.
- Por supuesto que sí; pero tú no irás. Si te llegan a matar, luego no tendremos de quién burlarnos – agregó Romeo, desatando la risa de los demás.
La reconstrucción del lugar debía ser rápida, porque no todo estaba resultando tan fácil ni agradable. El centro de operaciones debía funcionar correctamente y todos los tornillos debían estar ajustados.

Esa noche

Los dos que irían junto a Bufford eran Brad Snerder y Rebel, prácticamente los más profesionales entre todos, además de ser los más violentos.
Subiendo a uno de los Hummers negros, los tres se dirigen al “Staples Center”, el reconocido estadio de Los Angeles Lakers, con las caras de matones habituales, además de la intriga que carcomía sus cerebros.
- Enciende la radio, Rebel. Necesito relajarme un poco – decía Romeo, encendiendo un cigarrillo con su zipo dorado.
El hombre de color sintonizó la “K – BILLY Super Sounds of the 70´s”, una de sus estaciones preferidas, al igual que la de su antiguo amigo Sly Sheperd, ex líder de “La Gran Carnada”. En ese momento estaban pasando la canción “I Gotcha” de Joe Tex.
Era increíble la gran cantidad de gente que había asistido al Staples Center para ver la pelea del año. Estacionando la enorme camioneta monstruo, los hombres de negro bajan, dirigiéndose a la boletería.
- Recuerden… disfruten del espectáculo y no estén todo el tiempo pendientes de lo que pueda llegar a pasar – aconsejaba Romeo, sacando de su bolsillo un caramelo de menta.
No por nada, las entradas para esta pelea costaban $150, y aún así, resultaba ser un precio bastante accesible, siendo que se definía el título mundial de los pesos pesados.
Los tres se sentaron en la tercera fila, que daba hacia la esquina derecha del cuadrilátero, con una muy buena vista que permitía visualizar casi todos los movimientos de cada boxeador.

Anunciador:

- En la esquina roja, con un peso de 110 kg. Oriundo de Tulsa (Oklahoma)… el retadooooorrrr… Vinnie “El asesino silencioso” Lomax!!! – dando paso a la entrada del boxeador de color, con una gran preparación física y una cara de pocos amigos. Su entrada fue sencilla, sin mucho alboroto, pero solo porque era el retador y necesitaba estar más concentrado que su oponente.
- Yyyy en la esquina azul, con un peso de 112 kg. Oriundo de Teotihuacan (México), el actual campeón y dueño de las masas… Eduardo “El Búfalo” Arroyo!!! –
La entrada del campeón fue mucho más grande, con un enorme grupo de hombres que parecían indígenas aztecas, llevándolo en un enorme sillón construido de oro, el cual supuestamente representaba el tesoro que aquel pueblo escondía, como muchos otros.
La pelea estaba a punto de comenzar, el árbitro Joe Mancuso se acercó a dar las indicaciones finales. Era increíble, pero los dos boxeadores tenían una cara de piedra tremenda, sin pestañear y mirándose fijamente, con intenciones de querer destruir uno al otro.
- Señores, ya conocen las reglas. No se permiten golpes bajos, ni empujar al contrincante. Buena suerte a ambos – fueron las últimas palabras del árbitro Joe Mancuso, para dar paso a cada uno a sus esquinas.
La campana había sonado, dando inicio al primer round. Ambos salieron como dos fieras enjauladas, lanzando innumerables jabs desde un comienzo, dando a entender que no estaban para juegos previos.

Romeo Bufford y sus hombres miraban la pelea con mucho entusiasmo, aunque sabían que ese no era el principal motivo por el cual estaban allí.
Tras finalizar el primer round, Brad ve a un hombre de color, que medía casi dos metros y era muy, muy, muy grande, que lentamente se acercaba a ellos; esto obviamente parecía la primera señal.
- Acompáñeme – fue lo único que dijo el hombre, que parecía cumplir órdenes de alguien, por tener esa actitud un tanto dudosa.
Los tres hombres se levantaron de sus asientos, sabiendo que no debían dudar un solo momento. Había que cumplir con todo lo que se presentaba, ya que era el único modo de llegar al fondo de la situación.
- Por lo menos hubieses esperado hasta el quinto round! Esos malditos se estaban golpeando con todo. Me sacaste toda la diversión, amigo – decía Rebel, mientras los otros dos lo miraban callados, dándole a entender que él debía hacer lo mismo.
El hombre de color los llevó hasta la salida, donde estaban estacionadas dos enormes camionetas Dodge Ram, pintadas (obviamente de negro!), pero con la particularidad de que ambas tenían dibujado un puma a un costado. De las mismas bajaron varios hombres más, todos de color y una actitud bastante desafiante.
- El gran bastardo de Romeo Bufford… ¿Cómo estás? Veo que tus hombres acaban de volver de la peluquería, jajaja – decía uno de ellos, que parecía llevar el control de la situación.
- ¿Quién carajo son ustedes? – preguntó Romeo.
- Somos personas que no te tenemos miedo, así de simple. Nos conocen como “Los Diez Desgraciados”, y somos muy malos – respondió el hombre.
- Uuuhhhh!! Que miedo! Por qué mierda destruyeron mi casa!! Malditos idiotas – arremetió nuevamente Romeo, sin dar vueltas para nada.
- ¿Recuerdas hace dos años el cargamento de heroína que debía llegar a Tijuana, a un hombre llamado Roger Moxon? Bueno, déjame decirte que nunca llegó esa mierda, y pagué 120.000 dólares para que un maldito estúpido me juegue una broma – explicaba el hombre, arrojando su cigarrillo al piso.
- Mira, de verdad no lo recuerdo… pero esas cosas pasan; hay veces que los cargamentos no llegan por X motivos, pero ese ya no es mi problema, no soy el maldito encargado de llevar la droga a destino. Eso pasa cuando no cuidas tu dinero – decía Romeo, fastidiado con todo.
- Más vale que te cuides Bufford, porque puedo matarte en cualquier momento. Me llevó dos largos años encontrarte, y créeme que ahora no dudaré en meterte un balazo en la maldita cabeza – respondió Moxon.
En eso, un tanto hostigado por la tensa situación, el blondo Brad Snerder se adelanta, diciendo: - Oye, no sabes con quién te estás metiendo pedazo de estúpido! – pero rápidamente uno de los hombres de color le propinó un terrible golpe en el rostro, arrojándolo al suelo.
Todos los miembros de “Los Diez Desgraciados” sacaron sus armas, apuntándoles a Romeo y los otros dos. Estos muchachos no andaban con vueltas, para nada.
- Una pendejada más y los mato a todos ahora mismo. No jodas conmigo Bufford… quiero un millón de dólares para el lunes, tal vez así te perdone la vida y puedas compensar algo del enorme daño que me causaste. No cumples con el trato, mis hombres irán a buscarte y no solo te matarán a ti y todos tus hombres, si no que alimentará a los perros con sus restos, ¿está claro? – decía Roger Moxon, mientras continuaba apuntando con su enorme 9mm plateada.
- Así que es dinero lo que quieres… de acuerdo, tendrás un millón para el lunes. Envía a alguno de tus hombres para que retire el dinero, así te darás cuenta de que yo tampoco ando con vueltas – respondió Romeo.
Los hombres de color se subieron a las enormes camionetas, retirándose del lugar a toda velocidad, habiendo logrado asustar un poco al mayor gángster de los últimos tiempos.
- ¿Qué haremos al respecto, señor? – preguntaba Rebel, quien quedó congelado tras la amenaza.
- Estos tipos quieren jugar… entonces jugaremos – respondió Romeo, encendiendo un cigarrillo y subiéndose posteriormente al vehículo.

El astuto plan de Johnny Boy

El muchacho que trabajaba bajo el mando Romeo Bufford, no soportaba mucho estar sin hacer nada, tenía lo que se llama “S.A.F” (síndrome de ansiedad fóbica). Para peor, le había sucedido lo que más odiaba, que era quedarse sin marihuana.
A Romeo no le gustaba la idea de que sus hombres se drogaran mientras se enfocaban en su trabajo, aunque después en otras circunstancias, no tenía inconvenientes. Al tanto de esto, el joven Johnny Boy toma a escondidas las llaves del Dodge Charger 1969 que pertenecía a Brad. Este auto tenía una particularidad, ya que era igual al General Lee de los Dukes de Hazzard, una pieza de colección que el hombre había mandado a construir por varios miles de dólares.
Obviamente, la cosa no tardaría mucho, puesto que si Brad se llegaba a enterar de que tomaron su auto prestado, no solo se enfadaría, si no que podría llegar a armar un terrible alboroto, como ya lo había hecho varias veces, golpeando a quien se le cruzara.
La bella Admila Letizi, una mujer de raíces europeas, encuentra a Brad en el pasillo de entrada de la enorme y destruida mansión, diciéndole: - Oye, oye ¿a dónde vas? –
- Iré a comprar un par de latas de Dr. Pepper, vuelvo enseguida – respondió el muchacho, tomándose la cabeza.
- Sabes que no podemos salir de aquí hasta que los demás regresen, podemos meternos en problemas – agregó nuevamente la mujer, que tenía puestas unas gafas azules; era por decir la más “freak” o “geek” del grupo.
- Volveré antes de que puedas decir “Johnny Boy te amo con todo mi corazón”… vamos, no es tan difícil –
- “Johnny Boy te odio con todo mi corazón” – dijo Admila.
- Jaja, bueno… quizás no tan rápido – fueron las últimas palabras del muchacho, que salió por la puerta principal con una sonrisa de oreja a oreja, ya que era la primera vez que podría manejar el hermoso Dodge Charger de Brad, algo que siempre había querido hacer.
Colocando en el pasacintas un cassette de “Cream” se dirige a la casa de la única persona que podía salvarle la vida en ese momento, un vago drogadicto llamado Casino (No pregunten por qué! Nadie lo sabe, ni siquiera él mismo); este era un amigo de la infancia de Johnny Boy, por lo tanto se conocían bien.
Este hombre era una especie de dealer perdedor, el cual solía salir perdiendo siempre en los negocios, pero Johnny Boy era alguien que siempre le pagaba una buena cantidad de dinero y era una de las pocas personas en las que podía confiar ciegamente.
Estacionando frente al departamento viejo y arruinado en el que vivía el muchacho, Johnny Boy se dirige rápidamente hacia el portero eléctrico, el cual obviamente, tardó aproximadamente 4 largos minutos en ser respondido.
- ¿Quién es?... – preguntaba una dulce voz femenina desde el otro lado.
- Eeehhhmmm… busco a mi amigo Casino, ¿se encuentra allí? – respondió éste, encendiendo un cigarrillo.
- Ahora baja – agregó la mujer, finalizando la breve charla.
Tras unos breves instantes, en los que el muchacho se quedó contemplando la desolada noche, que ni siquiera presentaba ningún borracho deambulando sin rumbo, el famoso Casino sale a recibirlo. Su aspecto no era el mejor, bueno… (hace bastantes años que ya había dejado de serlo).
- Casino, hermano! ¿Cómo estás viejo?, sabes últimamente… - saludaba el muchacho, momento en el cual su amigo lo tomó del brazo, empujándolo hacia la puerta, diciéndole: - Entra rápido, aquí afuera no es seguro –
Ambos entraron al departamento número 16, en el cual vivía el extraño sujeto; éste se presentaba bastante sucio y lleno de humo. Una hermosa señorita morena estaba sentada en el viejo sofá marrón, con una enorme pipa, fumando algo de hierba.
Cerrando con llave y colocándole todos los seguros habidos y por haber, Casino se toma de la cabeza preguntando: - ¿Qué demonios es lo que quieres? –
- Oye, ¿no podrías ser un poco más cordial con tus amigos? Hace un tiempo que no te veo maldito desgraciado! No sé por qué estás tan perseguido hoy – argumentaba Johnny Boy, tomando del hombro a su amigo.
El otro caminó unos pasos, dirigiéndose hasta la heladera, sacando dos botellas de cerveza Miller, pasándole una a su compañero de ruta.
Con un pequeño silencio en medio, el sujeto dijo: - Lo siento, es que esta semana ha sido una locura; los malditos cerdos uniformados merodeando cada noche, sumamente insoportable! Me conocen, Johnny Boy… No quiero volver a prisión –
- Oye, solo vine por dos malditos segundos. Necesito algo viejo, estoy totalmente desesperado!! ¿Todavía tienes algo de porro tailandés? Tengo bastante dinero, no te preocupes – exclamó Johnny Boy, bebiendo un sorbo de su cerveza.
- Solo puedo darte medio kilo, política de la casa. Son $500 –
- ¿$500 dólares por medio kilo de hierba?!! Oye, eso no me alienta para seguir viniendo de seguido, sabes… - respondió Johnny Boy, apagando su cigarrillo.
- O lo tomas o lo dejas –
- De acuerdo… eres un idiota, ¿lo sabías? – dijo nuevamente el muchacho, sacando su billetera que decía “Yuppie Killer”, con una gran cantidad de billetes de cien dentro.
En eso, un enorme ruido estruendoso de patrullas policíacas se escucha fuera del lugar, lo cual no resultaba para nada alentador, por sobre todas las cosas, comenzaba a ennegrecer la situación.
- ¿Qué demonios pasa? – exclamó Johnny Boy, chorreando su cerveza por todo el piso.
- Puta madre!! Esos idiotas llegaron a mi rebaño!! Cállate y espera… si alguien llega a subir estamos perdidos – decía Casino, con una voz muy agitada.
Uno de los oficiales de policía, sale del auto patrulla, con un megáfono en manos, diciendo: - Dzargovsfy Angolidis, salga con las manos en alto, lo tenemos completamente rodeado –
Johnny Boy y la mujer escucharon lo que el oficial había dicho, a lo que éste primero voltea a mirar con un extraño rostro a su amigo, preguntando: - ¿Cómo mierda te llamas? –
- Dzargovsky Angolidis… soy griego – yugoslavo. Aquí en América nadie conoce mi nombre; es más, estos malditos deben pensar que soy un puto terrorista o algo así – respondió el raro sujeto.
- ¿Qué se supone que haremos? Sabes, yo debo volver pronto, porque tengo el auto de un amigo y si sabe que lo tomé prestado, probablemente me meto un disparo en la pierna, como mínimo – argumentaba Johnny Boy, colocando su pequeña botella de cerveza sobre una mesa ratona.
- Esperar a ver que hacen… no nos queda otra opción – respondió Casino, cuyo nombre era sumamente difícil de pronunciar.
La mujer seguía recostada sobre el sucio sofá, sin decir una sola palabra, tan solo continuaba fumando su hierba, la cual ya la había dejado totalmente ajena a la tensa situación.
El oficial McCoy no dudaba de la situación por un solo momento, por tal motivo, le hizo señas a los demás para que entraran a inspeccionar el lugar, que a esa altura ya había captado la atención de todos los vecinos.
Ambos hombres miraban por la ventana lo que sucedía, aunque sin hacer notar demasiado su presencia. En un momento dado, Johnny Boy dice: - Tengo una idea… ¿tienes algún traje negro para ponerte? Camisa y una corbata; tú sabes, como si fueses Tony Montana o algo así –
- ¿Para qué mierda quieres que me ponga un maldito traje? – preguntaba Casino, mientras sudaba sin parar.
- Tú solo haz lo que te digo y no digas una sola palabra ¿ok? – agregó Johnny Boy, el cual había invertido la situación.
El hombre fue a colocarse el único traje que tenía, que por cierto era muy, muy viejo y no lo usaba hacía años. Quizás ni siquiera le quedaba más, pero era algo que había que hacer.
Muy sigilosamente, cuatro oficiales de policía subieron a inspeccionar el lugar, portando armas de corto calibre, pero muy efectivas a la hora de voltear cabrones oportunistas.
- Parezco un desempleado borracho – decía Casino, mostrándole a su amigo el ridículo traje ajustado que tenía puesto, lo cual desató una pequeña carcajada por parte de éste.
- Cierra la boca y actúa como si fueses un cabrón peligroso, con poder sobre las masas! Pero deja que sea yo el que actúe ¿ok? – explicaba Johnny Boy, encendiendo un cigarrillo.
Los oficiales de policía entraron al departamento que se encontraba lleno de humo, apuntando a ambos hombres directo a la cabeza. Uno de estos, más precisamente el oficial Gómez, se adelantó diciendo: - Dzargovsky Angolidis estás arrestado!! tienes derecho a guardar silencio y cualquier cosa que digas será utilizada en tu contra… (bla, bla, bla) –
Éste los miró fijamente a los cuatro, respondiendo: - Odio ese maldito nombre, me da dolores de cabeza! ¿acaso no saben quién soy? – argumentaba Casino, mientras su amigo se cubría el rostro de la vergüenza, dado que él bien le dijo que no actuase en ningún momento, por tal motivo, rápidamente dejó que su buen compañero dejase de hundirse solo.
- Señores, no sé por qué quieren arrestar a mi amigo, siendo que él está haciéndoles un favor – argumentó Johnny Boy, fumando su cigarrillo y volviendo a la realidad.
- Guarda silencio muchacho, tú también estás arrestado, al igual que la señorita que se encuentra fumando marihuana en el sofá – decía el oficial Gómez, que tenía como característica un chistoso bigote que parecía el personaje mexicano Cantinflas.
Johnny Boy arrojó su cigarrillo al piso, tomando de los hombros a su amigo, diciéndole: No te preocupes, llamaré a Romeo para que venga a ocuparse de esto –
Esto hizo que los oficiales comenzaran a mirarse entre todos, obligando a Gómez a interrumpir: - Un momento chico… ¿de qué Romeo estás hablando? –
- Romeo Bufford, obviamente. La persona que les paga un sueldo y asegura que sus hijos tengan un plato de comida todos los días – arrojando una tarjeta amarilla que tenía la inscripción con el logotipo de “Los Canguros” (obviamente el logotipo era un canguro, no iba a ser una jirafa… …?)
- Oye, no es necesario que llames a nadie; creo que nos dieron los datos equivocados… Pensamos que tenían rehenes y… y… lo sentimos señores; pueden continuar con su plática – respondió el oficial Gómez, mostrando el temor que todos le tenían al poderoso Romeo Bufford, siendo que éste era un gran accionista del gobierno y todos comían de la misma olla.
- Ah, otra cosa… no ensucien la escalera cuando salen, porque tengo que limpiarla 2 malditas veces a la semana! – exclamaba Casino, mientras los oficiales se retiraban del lugar, guardando sus armas.
El simple plan de Johnny Boy había funcionado, sacando a su amigo de un enorme problema. La visita había caído del cielo, por tal motivo debía ser mayor la gratitud.
- Vaya, vaya, vaya, muchas gracias amigo me salvaste la maldita vida! Puedes llevarte un kilo de hierba por esos $500, después de todo me salvaste varios años pudriéndome en prisión – decía Casino, tomándose la cabeza del alivio.
- Solo intenta recordarme que esos malditos cerdos no vendrán más aquí las veces que vengo a comprarte mota – respondió el astuto muchacho, que a esas alturas parecía haber aprendido el arte de la persuasión, siendo ésta su primera vez en acción, ya que nunca lo llevaban a ningún lado cuando había que hacer un trabajo sucio.
Había que estar preparar bien la jugada, ya que solo faltaban dos días para la entrega del millón de dólares a “Los Diez Desgraciados”; pero Romeo Bufford era una persona muy orgullosa, que no iba a permitir que le sacaran tan fácilmente su dinero, aunque le sobrara como a quien le sobra zapatillas o sombreros.
La reconstrucción del centro de operaciones de “Los Canguros” estaba marchando bien, de a poco todo estaba volviendo a la normalidad, aunque el daño había sido muy grande.
Romeo sabía que estos hombres eran peligrosos, pera la pregunta era ¿quién rayos eran “Los Diez Desgraciados?; era prácticamente el primer paso a lo que representaba la línea entre la vida y la muerte.

Roger Moxon y “Las Damas de los ojos blancos”

El barrio de Harlem siempre fue considerado un enorme suburbio, cuna de varios talentos como los “Harlem Globbetrotters”, pero a su vez, también era un centro de violencia y pandillas.
Éste es un barrio de Manhattan, conocido como un barrio eminentemente afro americano. A pesar de que el nombre es a veces usado para referirse a todo el sector norte de la isla de Manhattan, tradicionalmente Harlem está limitado por la calle 96 al sur, la Quinta Avenida, el río Hudson al oeste y la calle 155 al norte (algunos señalan la calle 160 como límite), junto con el río Harlem.
Una de las tantas y problemáticas pandillas se formó en el 79, y se hacían llamar “Bullfight y los muchachos dorados” (un nombre sumamente chic para lo que ese enorme barrio representaba estéticamente). Este pequeño grupo de adolescentes estaba liderado por un joven llamado Roger Lamarr Moxon, un completo inadaptado que había crecido en un ambiente violento, pobre y desagradable. Muy pocas veces asistía a la escuela, y cuando lo hacía, era solo para armar una riña o que lo suspendieran por un par de semanas por haber insultado verbalmente a algún profesor.
Los robos de tiendas y lugares de fácil acceso eran moneda corriente para este muchacho y sus demás seguidores, patanes desubicados igual que él, que solo querían algo de dinero para comprar droga y picarse todas las noches.
Un día muy nublado de septiembre del 79, Roger se había escapado de su casa, siempre con su pequeña “Sig Sauer” calibre 22 en la cintura, acostumbrado a la violencia diaria.
Podría decirse que especialmente “ÉSE” no era uno de esos días para salir a delinquir, aunque nunca hubo nada escrito sobre esto en cuanto a tiempos y lugares. Cuando una persona se levanta con el pie izquierdo, es porque quizás no sea su mejor día.
Roger siempre tenía mucha confianza en sí mismo, por tal motivo, ni siquiera había ido a buscar a sus demás compañeros para perpetrar otro delito; decidió hacerlo solo y a su manera.
Una conocida tienda de ropas llamada “Knights” era el blanco principal, ya que era atendido por mujeres que fácilmente entregarían el dinero y nadie así saldría herido. Aparentemente.
Tras tomarse unos segundos de respiro, lo que era habitual en un ladronzuelo novato, decide entrar al lugar con mucha rapidez y dispuesto a patear todo lo que veía.
Apuntando desesperadamente hacia todos lados, el sujeto exclama: - Denme ahora todo el maldito dinero o les vuelo la puta cabeza! – a un grupo de damas que atendían el lugar; precisamente cuatro (todas de color).
Una de ellas se tomó la pequeña molestia de empezar a abrir muy lentamente la caja registradora, sin mucha consciencia tal vez de lo que le sucedería en un futuro no muy lejano.
- ¿Crees estar jugando conmigo perra? – dijo Roger, apuntándole al rostro a la mujer, con una actitud de “te vuelo los sesos en contados segundos si no actúas con velocidad!”.
En ese momento, la mujer de cabellos enrulados abrió la caja registradora, sacando una enorme Colt plateada calibre 38, dándole un certero disparo en el pecho al desafortunado hombre, arrojándolo al piso como The Undertaker!!!
¿Ven lo que les digo cuando alguien se levanta con el pie izquierdo? No entiendo por qué suceden cosas que están fuera de nuestras probabilidades, pero está comprobado científicamente que nada pasa por casualidad.
- Bien hecho negra! Este maldito no sabe con quienes se metió – decía la mujer más alta y robusta de todas, llamada Shelley.
Es cierto, estas mujeres atendían esa popular tienda de ropas del barrio, pero… no solo hacían esto, sino que también eran miembros de su propia pandilla de maleantes, ¿o acaso creían que tenían dinero por la venta de ropa? Nononono!
Las chicas más malas de Harlem eran conocidas como “Las damas de los ojos blancos”, ya que cada una de ellas tenía puesto lentes de contacto de ese color, que supuestamente era lo que le daba el toque “freak” a la tienda, por eso era tan popular…
Tendido en el piso y sangrando como un cerdo, el malogrado Roger Moxon, con bastante sangre en su boca, dijo: - Por favor, no me maten... lo siento, pero no me maten por favor – suplicando como una débil rata de alcantarilla.
- Eres realmente un idiota por haber entrado justo aquí! Cualquier tienda de porquería es menos peligrosa que esta. A nosotras nadie nos saca un centavo – respondió Shelley, apuntando al hombre nuevamente.
- Déjenme trabajar con ustedes… les juro que no se arrepentirán – exclamó Roger, intentando prolongar su tiempo de vida; aunque haciendo algo muy arriesgado.
Todas las mujeres se miraron entra sí, con una cara de asombro tras escuchar lo que éste muchacho les estaba ofreciendo, o más bien pidiendo.
Tras un par de sonrisas de no decir mucho, Shelley (la cual a estas alturas ya han de imaginarse que es la líder ¿ok?) argumenta lo siguiente: - Vaya, vaya, vaya… miren lo que nos está pidiendo. Sabes muchacho, eres un tanto estúpido sabes… pero debo admitir que tienes capacidad para saber salir de situaciones muy complicadas –
- Soy un gran ladrón, me llamo Roger Moxon y lidero una pandilla llamada “Bullfight y los muchachos dorados” – dijo éste, tras lo que las mujeres empezaron a reírse a carcajadas.
- Es el nombre más estúpido que escuché en vida, ¿verdad, chicas? – preguntaba Shelley, mientras las demás asentían con una enorme risa incontenible.
- Estoy cansado de mi grupo, son todos unos idiotas. Por favor, ustedes son mejores, déjenme trabajar a su lado y les juro que no se arrepentirán; nadie podrá detenernos – argumentaba Roger, tomándose la herida con la mano.
La bella morena se acercó a él, poniéndose de rodillas y diciéndole muy despacio: - Lo consideraremos… por el momento puedes conservar tu vida –
Había pasado un tiempo, Roger Moxon pudo recuperarse bien de su herida, y aunque no lo crean, comenzó a trabajar junto a las chicas, dejando de lado su pandilla de negros inservibles.
La alianza duró bastante tiempo, en el cual las mujeres y esta especie de “ayuda incondicional” se hicieron de bastante dinero y eran súper populares en todo el enorme barrio de Harlem y sus alrededores, ya que no tenían perdón de nadie.
Pero todo terminó una mañana del 82, cuando todos entraron a asaltar un supermercado de la ciudad, lo cual desde el inicio no había sido una buena idea. Hay que ser un poco tarado para asaltar un supermercado, donde hay el triple de gente que en un banco o un restaurante.
Bueno… el robo salió bastante bien, porque pudieron salir con una cantidad importante de dinero, aunque no contaban con que afuera había una docena de uniformados, esperando su salida para llevarlos a pudrirse en prisión.
Al salir del lugar, todas/os se encuentran con los amigos de azul, lo que hizo que la astuta, y a su vez estúpida Shelley, sacara su enorme cañón que tenía como pistola, empezando a disparar por doquier.
Cualquier situación similar requiere de respuesta policíaca ¿verdad? Bueno, eso fue exactamente lo que sucedió. La tensa situación provocó que todas las bellas chicas malas murieran en un tiroteo de película.
Roger Moxon fue el único que no había disparado, sabiendo que era la peor estupidez que cualquiera podía haber hecho, por lo tanto se entregó a la policía, directo a la prisión estatal, con los negros más peligrosos.
Allí estuvo cinco largos años, soportando bastante hostilidad los primeros tiempos, aunque con el pasar de los años fue ganándose el respeto de los demás reos, siendo como una especie de líder allí dentro, a pesar de que aún era bastante joven.
Para que se den una idea, salió de la cárcel con tan solo 22 años, acortándose dos años de condena. Era como que ya no tenía mas espacio en prisión, una causa extraña, como una fuerza desconocida que generaba la posibilidad de soltarlo.
En el 89, reunió a 9 de los negros más peligrosos de todo Harlem, que ya conocían su reputación, y a pesar de su edad, lo consideraban un gran líder y mentor. Fue así como se formó un peligroso grupo llamado “Los Diez Desgraciados”, uno de las organizaciones de narcos más underground y peligrosa de todas.
A esa altura, las demás organizaciones prácticamente habían desaparecido, como ser “La Gran Carnada”, “Garras de pantera”, “Beso de Bruja”, “El Templo”, entre otras; esto permitió que la banda liderada por Roger Moxon comenzara a hacerse más popular y respetada por los pares que aún quedaban en pie y liderando el negocio más redituable de todos.

Una simple advertencia

Había llegado el día del acuerdo monetario, “Los Diez Desgraciados” esperando su millón de dólares, mientras “Los Canguros” pensaban la forma de pagarlo (aunque tuviesen el dinero).
La hermosa chica Rumana llamada Admila Letizi había hecho un importante negocio, vendiendo cargamentos enteros de cocaína a los hombres más poderosos de San Fernando; más precisamente a un hombre de nombre Purple, un sujeto traficante de armas y droga, muy respetado en toda el área californiana.
Por esta extraña venta había cobrado una enorme suma de 8oo mil dólares, a espaldas del gran Romeo Bufford ¿Qué irónico no? Realizar un trabajo sabiendo que podía costarle caro, sin temer la más mínima consecuencia.
Admila era así, pero a su vez, también era una stripper abusadora de estupefacientes; podía decirse que era la más drogadicta del grupo, aunque de verdad era muy, muy, muy hermosa!! Tenía cabello de un ángel, unos ojos grandes que parecían semáforos de tanto que brillaban, una boca para morder 1500 veces y una sonrisa exageradamente graciosa ¿detalles absurdos? Tal vez… me quedé sin palabras y pensando…
- ¿Qué vas a hacer con todo ese dinero? – preguntaba Rebel, entrando a la sala que se usaba para la tecnología, como no… encendiendo un cigarrillo de marihuana.
- Lo primero que haré es agrandarme los pechos. Mis malditos senos son tan pequeños que parecen pelotas de ping pong – respondió la mujer, tomando su vaso de vino.
- Jajajajajajajaja, ¿tienes pensado alguna otra cosa un tanto más instructiva? – preguntó nuevamente Rebel, el cual reía bastante bajo los efectos del hachís.
- No lo sé, tengo que formularlo; pero nada de esto debe llegar a oídos de Romeo ¿ok? Es capaz de meterme un tiro en la cabeza, sabiendo que estoy negociando sin mostrarle el dinero –
- ¿Supiste lo de Mrs. Vixen? – interrogó el hombre, largando mucho humo por la boca.
- La mataron hace un par de años ¿por qué mierda me preguntas eso? – exclamó la hermosa mujer, un tanto dubitativa.
- La perra no está muerta, está viviendo en Portugal bajo el nombre de Gina Rodrigues ¿puedes creerlo? – explicaba Rebel.
- ¿Cómo lo sabes? – preguntó Admila.
- Brody Valentino, un amigo que está viviendo en Lisboa me lo contó. Estos hijos de puta sí que saben resistir –
- Esa perra es bastante fuerte, pensé que “Los hijos de Winocki” la mataron. Por lo visto Sly conoce de movimientos – agregó la mujer, bebiendo de un sobo lo que quedaba de vino, sirviéndose otra copa llena.
- No… no está más con Sly; a ese viejo estúpido se le acabaron las estrategias; otro renegado para la película! jajaja – explicó Rebel, retirándose de la habitación.
El mismo fue hasta el jardín a acabar su cigarrillo de marihuana, al lado de la inmensa piscina, que fue una de las pocas cosas que no estaba destruida.
Sentado en un sillón plegable, Rebel escucha un brusca frenada afuera, que por el terrible ruido que hacía el motor, parecía un Chevrolet Camaro del 68, potente hasta más no poder, capaz de recibir un martillazo del mismo Thor sin que nada le pasara (por decirlo de alguna manera).
Rápidamente, el volado hombre va hasta el portón de entrada, notando que dos hombres de color bajan del rodado, vestidos de negro y con armas que abultaban sus trajes.
Sin dejar que se levanten más sospechas, Rebel sale a recibirlos, dado que si Romeo se enteraba de ello podía armar una terrible guerra, que desembocaría en la muerte de muchas personas.
- Señores, ¿cómo les va? Esta tarde íbamos a llevarles el dinero. Llegaron un poco temprano ¿no creen? – decía el hombre, arrojando al piso su cigarrillo de marihuana.
- Queremos el dinero ahora o los matamos a todos!! – exclamó Cole Frozen, el miembro más peligroso y fiel de “Los Diez Desgraciados”.
- Oigan, oigan, oigan, el señor Bufford no está en este momento; es él quien tiene el dinero. Quedamos en que hoy les daríamos el maldito millón de dólares y lo haremos ¿ok? Así que vuelvan a subir a su hermosa máquina y confíen en nosotros – respondió Rebel, encendiendo un cigarrillo Texas Flavor.
¿Les acabo de decir que este tipo tenía pocas agallas? Claro que sí. Sin dudar un solo momento apuntó su enorme cañón 9mm a la cabeza de Rebel, haciéndole un agujero más grande que la capa de ozono.
Los juegos habían terminado, estos hombres no estaban allí para negociar con nadie; si estaba el dinero bien, y si no, todos iban a morir horriblemente. La primera vez que “Los Canguros” podían ser doblegados en toda su historia.
Sin esconder el cuerpo ni nada que se le parezca, ambos entran a la enorme mansión, buscando más víctimas y dando a entender que el respeto debía ser cada vez mayor.
Por desgracia la visita era totalmente inesperada, ya que en el lugar no había absolutamente más nadie, salvo la hermosa Admila Letizi, que había escuchado el ruidoso disparo, yendo rápidamente a buscar su pistola “Heckler & Koch” calibre 38, ideal para tumbar a cualquier idiota.
Cabe destacar otra cosa: estos sujetos eran sumamente rápidos, lo cual supieron utilizar bien en el momento de presentarse frente a la mujer, que no podía creer que su poder de reacción fuese tan lento ante estos dos mastodontes violentos.
Cole le propinó un tremendo golpe en el rostro a la bella Admila, dejándola inconsciente por completo.
- ¿No la mataremos? – preguntaba Sammy, su compañero.
- No, a ésta no. Vendrá con nosotros y jugaremos un poco – respondió Cole, agarrando una pipa de madera que estaba sobre la mesa del living, fumando algo de buena hierba.

30 minutos y 28 segundos después…

Romeo y todos sus hombres habían llegado luego de retirar el dinero de la bodega que tenía escondida en Redondo Beach. Obviamente, la jugada debía ser clara: “Entrega de dinero, y al carajo nuevamente”.
Tras ver el cuerpo tendido y lleno de sangre de Rebel, uno de los principales miembros de “Los Canguros”, todos se llevaron la sorpresa más grande de los últimos tiempos. La amenaza jamás se había presentado así hasta el momento; siempre todo resultó tan fácil que con sólo chasquear los dedos, la cena estaba servida.
- Mierda! La frente de Rebel parece el cañón del Colorado…!! – exclamaba Johnny Boy, colocando la misma cara de niño impresionado de siempre.
- Cállate, María Antonieta... esto es una verdadera maldita carrera contrarreloj – respondió Romeo Bufford, arrojando su cigarrillo al suelo, procediendo a pisarlo con sus caras botas de piel de cabeza de cobre africana.
Rápidamente, todos los demás procedieron a revisar todo el interior de la casa, sabiendo que solo tenían que encontrar “o no” a una persona más; el ingrediente femenino que tanto despertaba placer en todos los hombres.
- Romeooooo; los hijos de puta se llevaron a Admila – gritaba Brad desde el living, descubriendo astutamente el centro de la situación.
Estos negros no daban con vueltas; eran sumamente profesionales, y no había nadie que joda con ellos. Lo que comúnmente se llama “Espina en el culo”, eso eran ellos.
¿Qué pasó con la hermosa Admila?, ya intrigaba ¿no?...
Pues bien, estos tipos se la llevaron al viejo galpón bodeguero de vinilos de los 70´s y armas, violándola como si fuese una niña indefensa.
La bella Admila se encontraba atada de manos y amordazada, apenas apoyando sus senos sobre una mesa de madera de arce, mientras Cole Frozen y Sammy abusaban de ella. El dolor era terrible, pero más aún, lo era el hecho de impotencia y actitud de no poder hacer un carajo frente a la situación.
- Esta perra me está mojando, maldita sea!! – decía Cole, mientras golpeaba a la mujer, cada instante sin cesar.
Sammy bailaba al ritmo de una vieja rockola amarilla, que tocaba el tema “Jungle Boogie” de Kool & The Gang. Parecía un show disco, sin luces… pero con una euforia de ultra violencia sementera, emparchada con actos de perversión y trajeada de actitud muy cabrona.
Cabe destacar, que estos dos sujetos realizaron todo esto por cuenta propia, ya que Roger Moxon no los había enviado al centro de operaciones de “Los Canguros” para nada. Matar a alguien, llevar rehenes y joder antes de tiempo, no era nada de lo que todavía se había pactado.
Roger Moxon era un tipo ultra peligroso, pero no hacía “y no dejaba hacer” estupideces como éstas antes de tiempo. Siempre hay alguien que en el grupo desordena las cosas, eso es evidente.
Hay un viejo dicho africano que dice algo así: “El que logre resistir hasta el final en la selva será el león asesino por naturaleza y dominará por completo el territorio”.
Brad Snerder conocía bastante el lecho que mezclaba todos estos ingredientes, por tal motivo decidió tomar la palabra: - Romeo, sé dónde pueden estar los malditos que hicieron esto –
El poderoso gángster viró la cabeza, emitiendo una pequeña sonrisa y tomando del hombro a su compañero de mucha confianza, diciéndole: - ¿De verdad mi viejo amigo? OK, si eres tan listo como creo que eres… ¿dónde están los negros? –
- Estoy 60 % seguro que están en el viejo bodeguero que pertenecía a los hermanos Skalacha; fue allí donde los vi por última vez. Si no me equivoco, es ahí donde los cabrones guardan las armas, pero lo disfrazan como una supuesta bodega de discos viejos – argumentaba Brad, encendiendo un cigarrillo “Texas Flavor”.
- Buen dato “Dick Tracy”… haremos lo siguiente… Carlos y yo iremos a entregarle el dinero al buen Roger y tú, junto con Johnny Boy, irán a encargarse de los sujetos que se llevaron a Admila – decía Romeo, colocándose sus lentes de sol.
- ¿Qué te hace pensar que no están todos en el mismo lugar? – preguntaba Brad, largando el humo por la nariz.
- Los que hicieron esto lo hicieron por su cuenta, no los envió nadie, eso es evidente. Sé que Moxon no va a hacer semejante estupidez; él cree subestimarme, pero en el fondo sabe perfectamente que no va a joder conmigo, así que no deben ser más de dos o tres – explicaba Romeo Bufford, conociendo todas las mañas del saturado negocio.
Esto además, representaba una oportunidad para Johnny Boy, siendo la primera vez que vería algo de acción, lo cual emocionaba en gran manera al muchacho.
Brad, sacó de su bolsillo las llaves del auto, sin perder absolutamente ni un segundo; “el llamado de violencia estaba a la orden del día como un plato caliente servido”.
- ¿Iremos en el General Lee? Genial! Siempre quise subirme a ese auto – decía Johnny Boy, aparentando ser la primera vez que se sentiría como Bo Duke.
Ambos se subieron al Dodge Charger R/T 1969 anaranjado, con el número 01 pintado en los costados y la bandera confederada en el techo; pero… algo había diferente. (¿?)
Sobre el asiento del conductor había restos de marihuana, lo cual llamó de más la atención, ya que solo Brad y nadie más sobre la vía láctea y todas las galaxias existentes en el sistema solar podía manejar ese auto.
- Por qué mierda hay marihuana en mi auto!! – decía furioso el blondo sujeto, mientras su compañero fruncía los labios.
- Esto lo explica todo… al parecer Rebel estaba fumando algo de crack en tu auto, cuando esos sujetos vinieron y lo mataron. Vaaaaya… es más simple de lo que esperaba – decía Johnny Boy, tratando de formular la primera idea estúpida que se le vino a la mente.
- Mira, en este momento no voy a detenerme a pensar en esto, porque de ser así, tendría que arrancarte la cabeza en este maldito momento! – exclamó furioso Brad.
- Oye, oye, tómalo con más calma ¿de acuerdo? Sé que varias veces quise conducir esta belleza, pero todavía sé que si lo hago me vas a matar, así que no me eches la culpa y respetemos a Rebel que está en el gremio de los caídos ¿ok? – argumentaba el muchacho, mientras unas pocas gotas de sudor caían de su frente.
- Cállate y sube al maldito auto, en este momento lo único que quiero es matar a esos hijos de puta – respondió Brad, poniendo en marcha al General Lee, dispuesto a patear traseros.
Todo el camino, Johnny Boy se la pasó cantando una estúpida canción country de los 70´s llamada “Your Love It´s a lie”, que saturó las radios por casi tres años (gran duración para una canción country).
- ¿Podrías cerrar la boca? De verdad estás colmando mi paciencia – reprochaba Brad, reprochando a su compañero, aunque sabía que él era así.
- Al menos pon una cinta o algo… me aburro si no escucho algo de buena música antes de hacer algo así – agregó el muchacho, sacando de su chaqueta de jean un chupetín de fresa.
- Ja, ¿cómo lo sabes? Es la primera vez que vas a hacer algo así. Es más, tú solo debes sentarte a ver como hago yo el trabajo – decía Brad, mientras encendía un cigarrillo.
- Lo imagino… lo vine haciendo desde que entré a “Los Canguros”. Mi vida de leer cómics y ver películas van a rendir sus frutos, puedes estar seguro de eso – explicaba Johnny Boy, haciendo reír al “Lince rubio”, como se lo llamaba a Brad.
Al llegar al viejo galpón perteneciente a los hermanos Skalacha, ex líderes del desaparecido clan “Garras de Pantera”, los dos bajan del auto, haciendo notar su presencia, luego de la terrible frenada que Brad realizó en la entrada.
- ¿Era necesario que hagas eso? Yo entiendo que este es el General Lee, pero…estos tipos pueden matarnos ¿sabías? – decía Johnny Boy, un tanto nervioso.
- Ahora sabremos cuántos son – expresó Brad, momento en el cual los dos hombres de color que se encontraban allí, salieron del lugar armados hasta los dientes y dispuestos a matar a todos.
Cole Frozen sabía que Brad Snerder no era un tipo muy amistoso, por más de que tenía la cara de un ángel y muchos lo consideraban un tanto “gay”, era una persona acostumbrada a la violencia.
- Qué mierda quieren!?? No saben que venir aquí significa su muerte ¿o sí?, porque acabaron de cavar sus tumbas – decía Cole, utilizando términos de películas de Humprey Bogart.
- Vinimos a traerles el dinero – respondió Brad, utilizando un método un tanto extraño.
- Muéstranoslo – exclamó Sammy, siempre un tanto menos a gusto con la situación.
“El lince rubio” fue a abrir el baúl del auto, del cual sacó un portafolio negro de cuero, con la frase “Bad Boys Time” (la hora de los chicos malos). Acercándose lentamente a los dos hombres, Brad comienza a disparar una uzi que tenía dentro del mismo portafolio, el cual en situaciones extremas lo tenía camuflado en forma de dinero.
Los dos sujetos se desplomaron en el piso, con hoyos inmensos de sangre por todo su cuerpo. La habilidad del “Lince Rubio” para estas cosas era impecable, no titubeaba un solo instante en sus actos.
En eso, Cole, que aún se encontraba un tanto consciente, toma su enorme cañón Mágnum 9mm, con las pocas fuerzas que le quedaban. ¿Éxito o no? Johnny Boy sacó rápidamente de su cintura la “Smith & Weeson” recortada que le había regalado Romeo Bufford, disparándole en la cabeza al desafortunado Cole Frozen, cubriendo el piso con más sangre aún.
El muchacho tras hacer esto, se quedó atónito y seguía apuntándole al hombre, a sabiendas que estaba más muerto que Elvis.
- Ya puedes bajar la pistola, Johnny Boy – decía Brad, entrando al viejo galpón.
- Mierdaaa!! Eso fue fantástico!! Sabía que fui hecho para esto – expresaba el muchacho, muy feliz tras su primer “encuentro violento del tercer tipo”.
Admila se encontraba en un muy mal estado, no quiero dibujar la situación, así que dejo que fluya su imaginación pensando cómo estaba la bella muchacha.
- Tranquila “Doris Grey”, ya estamos aquí – decía Brad, mientras desataba a la mujer, notando su horrible aspecto. Estos sujetos verdaderamente se habían aprovechado de muy mala manera, lo cual hacía que ahora las reglas de juego cambiaran de sobremanera.
- Un momento… no nos iremos así nomás. Aguarda, tengo una excelente idea – exclamó Johnny Boy, dirigiéndose hacia la antigua rockola, agarrando un bidón de gasolina que se encontraba al lado de ésta. Mientras su compañero lo miraba con cara de poco gusto, ya que no creía que eso fuese necesario.
- ¿Esa es tu excelente idea… “volar el lugar”? – preguntó Brad, tomando las llaves de su auto.
- No voy a volarlo, pero sí voy a achicharrarlo – respondió el muchacho, encendiendo un cigarrillo.
El mismo empezó a rociar todo el lugar, que estaba repleto de discos buenos de soul, funk y música disco; para algunos tal vez, esto era quemar un lugar que se consideraba una verdadera reliquia. A decir verdad, representaría una terrible pérdida, pero más aún, porque se destruirían las valiosas armas que tenían allí guardadas.
- Listo! – agregó Johnny Boy, arrojando su cigarrillo sobre la enorme pila de discos, incendiando el lugar por completo.
Los tres se retiraron de allí, sabiendo que esto iba a encabronar bastante a Roger Moxon y los demás miembros de “Los Diez Desgraciados”. Era el precio que había que pagar.
- Ni se te ocurra cantar canciones estúpidas durante el camino, porque te sacaré a patadas de aquí ¿ok? – decía Brad, sacando de su bolsillo unos caramelos de menta.
- Ni una palabra… - respondió Johnny Boy, sonriendo por dentro.

Sorpresa inesperada

El buen Romeo Bufford había llegado para entregarle el dinero a estos sujetos, sabiendo que un millón de dólares no significaba mucha pérdida para él, aunque sí dañaba un tanto su autoestima.
Dos enormes mastodontes de color, con trajes negros y unas enormes armas que los hacían lucir aún más ajustados, recibieron a los visitantes millonarios, chequeándolos en busca de algún arma.
- Están limpios… síganme – decía uno de estos, llamado Benny White (pero no era blanco…¿?).
Romeo y Carlos siguieron al hombre por una puerta de vidrio, perteneciente al edificio situado en la calle Brixton. Este era un barrio importante, pero sumamente peligroso, ya que ese lugar siempre estuvo caracterizado por alojar narcos y terroristas, loco no?
Subiendo seis pisos en un sucio y horrible ascensor, los dos llegaron a la habitación donde estaba uno de los más peligrosos gángster de todo el área californiana, un cabrón con todas las letras.
- Bienvenido, Bufford – decía Roger Moxon, mientras tomaba su vaso de whisky escocés.
- No sabía que tomabas whisky – decía Romeo, haciéndole notar que la diferencia entre los dos era enorme.
- Puedo hacerlo cuando quiero ¿no? Sobretodo ahora que tendré mucho dinero, puedo comprarme mil malditas botellas del más fino y exquisito whisky del maldito planeta – exclamó Roger Moxon, procediendo a tomar todo lo que restaba en el vaso.
Un momentáneo silencio se hizo sentir, destruyéndose solo con la mirada. Romeo Bufford procedió a mostrarle el maletín al hombre; aquí estaría lo que tanto había buscado los últimos años. Una cuenta pendiente que se estaba por resolver.
Moxon abrió el maletín, notando que verdaderamente estaba todo el dinero dentro, en enormes fajos de cien dólares, con el olor a billete fresco, verdes, verdes, verdes.
- Veo que has hecho la tarea, Bufford – decía el hombre de color, tomando uno de los fajos y disfrutando cada instante.
- Te dije que iba a pagarte. Nunca fallo en los negocios – respondió el hombre, sabiendo perfectamente lo que hacía.
En un momento dado, un sonido veloz de ráfaga se escucha atravesar los cristales de las ventanas, como una especie de láser que atravesó a uno de los guardias en la cabeza, desplomándolo en el piso. En cuestión de tan solo 2 segundos, otra ráfaga igual se hizo sentir, atravesando al otro de los guardias en medio de la frente (entre los ojos), matándolo al instante.
Tras no saber que hacer ante esta situación, Romeo Bufford y Carlos aprovecharon para escapar del lugar, sabiendo que su tarea ya estaba completa y que no necesitaban la molestia de un francotirador aficionado.
Subiendo al Hummer negro, Carlos arranca la máquina demoledora, saliendo a toda velocidad. Obviamente alguien estaba jugando con estos dos titanes de la mafia; ¿quién se atrevería a hacer semejante cosa?
Ningún disparo más pudo sentirse… todo había cesado y una calma aparente se impuso. Roger Moxon se tomó unos segundos para respirar nuevamente y pensar un poco mejor en qué diablos había sucedido, viendo a dos más de los miembros de “Los Diez Desgraciados” muertos, ahora el número aumentaba a cuatro (4)…
- ¿Qué crees que fue eso, Romeo? – preguntaba Carlos, aún un tanto agitado por la situación.
- No estoy muy seguro, pero creo que muy pronto recibiremos una visita inesperada – respondió Bufford, mirando por el espejo retrovisor a cada momento.
Los dos regresaron a la mansión, viendo todo un poco más en orden, notando además que Brad y Johnny Boy habían llegado, eso implicaba que cumplieron con lo encomendado.
- ¿Cómo está Admila? – preguntó Romeo, encendiendo un cigarrillo.
- Ella está bien, ahora está descansando en su habitación. Nos hicimos cargo de esos dos bastardos, Romeo – respondió Brad, que estúpidamente estaba comiendo un yogurt dietético.
- Bien hecho, los felicito… pero deben saber algo. En esto está metido alguien más – explicaba el inteligente hombre.
- ¿A qué te refieres? – preguntaba Johnny Boy, metiéndose más en los asuntos, ahora que se sentía importante tras su primer misión.
- Cuando fuimos a entregarle el dinero a Moxon, alguien nos disparó desde vaya a saber uno cuántos kilómetros! Intentó matarnos a ambos, pero solo fue un aviso, tranquilamente podía hacerlo – argumentaba Romeo, mientras largaba mucho humo por la boca.
- ¿Quieres decir que fue un francotirador? – preguntaba nuevamente Johnny Boy, cruzado de brazos.
- Exacto. Esto me huele mal y ya escapa de las manos de las dos organizaciones; es solo cuestión de esperar y ver quién lo atrapa primero, o ellos o nosotros; claro… siempre que él no venga primero a nosotros – decía Romeo Bufford, siendo consciente de que estaba pasando por la peor etapa de la existencia de “Los Canguros”. Los ingresos no eran los mismos de hacía un par de años y los problemas aumentaban cada vez más.

Esa noche

Todos se habían quedado bastante impresionados con la noticia de que alguien estaba tratando de matar al intocable Romeo Bufford, líder de la máxima pandilla de chicos malos de California.
Aproximadamente eran las 3:25 de la madrugada, algunos podían dormir y otros no. Tal fue el caso del pequeño Johnny Boy, que estaba en constante alerta por si algo sucedía. Empezó a tomarse demasiado en serio todo el trabajo de chico malo.
Su habitación daba justo hacia el garage de motocicletas de la enorme mansión, donde ninguna obviamente podía usar, ya que eran de acceso restringido, por decirlo así.
Un ruido bastante extraño parecía provenir de allí, como una especie de televisor encendido que transmitía unas noticias in entendibles, con mucha interferencia en la señal.
El muchacho salió al patio, vestido con un ridículo pijama con dibujos de “Felix The Cat” pero armado con una enorme Roscoe .34 mm, ideal para sacarse estorbos de encima.
Al llegar al garage, nota que precisamente era una pequeña televisión de unas 12 pulgadas ese sonido extraño; la misma parecía estar transmitiendo un discurso del ex presidente Richard Nixon, que a primera impresión tenía un gusto demasiado republicano.
- ¿Qué mierda es esto? Odio levantarme para tener que escuchar a este psicópata – decía Johnny Boy, un tanto despeinado y malhumorado. En eso, un hombre encapuchado, vestido completamente de negro, tal y cual como uno de los “Hells Angels”, se presenta ante él.
- Oye quién rayos eres!! Seguro eres otro de los estúpidos enviados por Moxon. Vete de aquí si aún quieres conservar tu vida – decía nuevamente el muchacho, que parecía estar hablando solo.
El misterioso sujeto, tan solo lo miraba sin hacer nada. Era como uno de los capítulos del “Avispón Verde”, en escenas donde se quedaba mirando mucho tiempo al villano de turno.
- Sabes, me estás incomodando!! – exclamó Johnny Boy, apuntándole el arma directo a la cabeza. Aunque desafortunadamente, el hombre fue más rápido, sacando su Silverballer con silenciador, disparándole una vez en la pierna derecha, y por segunda vez, en el hombro…
El muchacho se encontraba tendido en el piso, sin poder de reacción. A veces las estupideces llevan a estupideces más grandes, y la cadena nunca termina.
El hombre se sacó la capucha, revelando su identidad al fin… su aspecto era de una persona de no más de 35 años, pero con una gran trayectoria en todo esto y una actitud profesional única. Su rostro era bastante familiar, ¿de dónde? Pues bien… este sujeto había salido varias veces en la portada de los periódicos, por eludir autoridades, robar grandes sumas de dinero, asesinar gente muy, pero muuuy importante dentro del clan mafioso americano y hasta magnates de la high.
- Quién mierda eres!! Maldita sea! Qué es lo que quieres! – decía Johnny Boy, con unas palabras un tanto in entendibles.
- Me llamo Ricky Montalbán, creo que habrás escuchado mi nombre varias veces. Pues bien… iré al grano; a decir verdad, no tengo ganas de matarte, lo haría si quisiera… pero yo soy así; me gusta jugar con personas como Bufford, ya que esos malditos solo se preocupan por ganar dinero fácil. Esto no es “Hollywood” amigo, aunque estemos dentro.
- Puedes entrar a matar a Romeo… no voy a detenerte – dijo Johnny Boy, desmayándose por unos instantes.
- Eso sería bueno… pero pienso jugar un poco más con él – respondió el hombre, subiendo a su enorme motocicleta Harley Davidson y escapando del lugar.
Ricky Montalban no era un delincuente ordinario; este tipo se había ganado el respeto por muchos años, bajo la tutela de un sujeto llamado Rog Buttler, una especie de mentor que lo llevó a convertirse en un asesino profesional.
La lluvia empezaba a inundar cada vez más el panorama, lo cual no parecía querer cesar.

El hijo pródigo

Ricardo Emmanuel Montalbán, nació en la ciudad de El Rey (México), un 8 de diciembre de 1.956, bajo el seno de una familia guerrillera, ya que su padre, su abuelo
Soulvalentino06 de julio de 2008

3 Comentarios

  • Nigth14

    jodeeeeeer!!!!!! que largo es este texto....lo iba a leer....pero se me quitaron las ganas...igual saludos :)

    01/10/08 02:10

  • Soulvalentino

    vale la pena leerlo, lo unico q digo.

    15/10/08 01:10

  • Feelmemary

    Hola
    Mi nombre es María,
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    please contact me at marygarang11@yahoo.com

    07/06/11 03:06

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