Hoy, al escuchar música de piano y cerrar los ojos para tratar de disfrutarla, ha pasado por mi mente tu recuerdo. A pesar de ser tan efímero me dio tiempo de sentirte cerca aunque no estuvieras aquí.
No hace mucho que nuestros caminos se separaron pero mi taciturno corazón aún sueña con tu regreso. No le gusta latir sin ningún motivo ni a mí me gusta que mis días se hayan tornado grises desde que la causa por la cual eran de color no esté ya aquí: Tú.
Me acuerdo aún de tu sonrisa. Esa que se pintaba en tu semblante cada vez que nos veíamos, que nos besábamos.. Afortunadamente, nunca pude observar mi cara de boba cada vez que tenía la suerte de apreciarla. Por no hablar de tus labios carnosos. Besarlos era todo un delito porque cada vez que lo hacía, me sentía presa de ellos, de ti, del amor.
¿Y cómo olvidar tus ojos? No eran azules, ni verdes. Me recordaban al café y no por su color.. Sino por el chute de energía que sentía cada vez que los miraba.
Todo ésto iba en perfecta armonía formando la más hermosa obra de arte creada jamás, tu rostro. Aquel con el que soñaba cada noche o el que quería ver todas mis mañanas al despertar.
Pero tu belleza no sólo era física, iba mucho más allá de eso. Eras bello por dentro, tanto que no estoy segura de encontrar un alma tan pura como la tuya, capaz de erizarme no sólo la piel sino hasta lo más profundo de mis entrañas. Tu alma era aquella que me provocaba la inspiración, la que convertía mis sentimientos en prosa y por la que hoy, estoy escribiendo ésto.
Estuviste menos tiempo del que me hubiese gustado a mi lado pero fue el suficiente para ser consciente de que el destino, cuando quiere, es un gran hijo de puta. No entenderé jamás el por qué te puso en mi camino para luego arrebatarte de él. Tú eras lo que nunca busqué pero sin embargo supe reconocer cuándo te conocí: Un chico perfectamente imperfecto por el que esta naranja entera cortó su mitad para que tú encajaras en ella y ahora, ya no lo es porque le falta tu mitad..
