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¿siempre Nos Quedará París?

Caminaba perdida, en una tarde de diciembre a punto de alcanzar el invierno distraidamente hacia mi casa. Faltaba poco para la navidad. El consumismo se olía en el ambiente. Era algo a lo que ya estaba acostumbrada. Era algo que no se podía evitar.
Mi nombre es Sophia y así es como comienza esta historia, mi historia. Una historia que es irreal. Una historia que quiero escribir para que el viento no se la pueda llevar. Sucedío hace un par de años. Hasta hoy no he estado preparada para explicarla, pero sé que ahora es el momento.
Tenía 24 años, estaba estudiando psicología y vivía en un pequeño piso de París en la rue d'Arcole. Desde mi ventana podía ver la catedral de Notre Dame. Las campanadas de la cathédrale que recogió una de las historias más bonitas de amor escrita por Victor Hugo, marcaban cada una de las horas de mi vida. Las calles de la ciudad de las luces, como es conocida en el resto del mundo, me tenía perdidamente enamorada con una magica monotonía que transformaba cada calle, cada rincón, en un lugar nuevo cada vez que me paraba a observarlo.
La nevada del día anterior había cubierto la ciudad de un manto blanco. El rio Sena recogia a miles de turistas que querían perderse en la ciudad de el amor. Yo había llegado de Montmartre, de un café en el que trabajaba para conseguir algo más de dinero para mis gastos. Algo lógico teniendo en cuenta mi edad. Una joven independiente en una de las más grandes y bonitas capitales europeas tenía infinidad de cosas en las que poder gastar el dinero. Una de esas cosas, para mi, eran los museos, sobre todo los de obras arte. No puedo explicar la fascinación que me producen éstos. Una atracción fatale.
Cuando llegué a mi edifició descubrí que como siempre, el ascensor estaba estropeado. Miré hacía arriba aceptando que tendría que subir cuatro pisos hasta llegar a mi doux foyer. Emprendí el camino en el cual me encontré con mi vecino del tercero. Un chico bastante guapo, pero en resumidas cuentas, un estúpido. Al llegar al úmbral de mi puerta, el llavero con la figura de la Sagrada Familía de Barcelona que compré el año anterior en un viaje con mis amigas, calló al suelo. Parecía que el mundo se empeñará en no dejarme entrar en casa. Lo cojí y por fín me adentré en mi extrovertido mundo.
Cuando entré por la puerta mi dulce caos me envolvió. Cómo me encanta ese instante en que me perdía en mi pequeño universo, sola.
Después de encender la música y desvestirme distraidamente, me dirigí al baño. Mientras la toalla envolvía mi cuerpo, abrí el agua. El vapor empezó a llenar la habitación y todo lo que estaba en mi cabeza quedó tras la puerta de la estancia. Me sumergí en la bañera y entré en calor. En ese instante pensé que lo único que me faltaba era unas fresas con chocolat. En el mismo instante en el que la voz de la cantante llegaba a mis oidos de una forma muy efímera, paré el tiempo y me dejé arrastrar por el misterioso encanto que tienen las noches en París. Me pregunté cúantas caricias, cúantos besos, cúantos abrazos, cúantas miradas furtivas recogerían la luna francesa esa noche. Desde ese instante, me pareció que pasaron horas y horas sumergida en el agua caliente. Las campanadas de Notre Dame me hicieron despertar de mi trancé. Miré el reloj con el cristal empañado. Las nueve. La noche había comenzado y quedaba mucho más de lo que creía por delante.
Me sequé lentamente y masajeé mi cuerpo con mi crema hidratante. Algo que ya era rutinarío en mi. Miré por la ventana. Millones de personas y miles de luces envolvían el ambiente. No podía evitar sentirme orgullosa de ser française.
Tenía ganas de una noche diferente, así que preparé palomitas, chocolate caliente, una manta y una película de miedo. A los veinte minutos estaba sumergida en el terror.
En el momento en que la joven gritaba desesperamente gracias a una de esas escenas más que vistas, en la que la protagonista camina por un pasillo oscuro, donde al final sólo puede ver una pequeña niña con rostro agresivo rabioso y sobretodo prendido suspense, el "toc-toc" de la puerta me asustó. Afuera llovía y no esperaba ninguna visita. De todas maneras me acerqué a la puerta aún teniendo el presentimiento de que simplemente habían sido los niños del atico, para molestarme.
-¿Quién es? -Pregunté desganada.
-¿Madame? -Preguntó a forma de respuesta una voz que se me pareció seria pero al mismo tiempo bonita. -Disculpe, ¿Podría otorgarme alojamiento esta nuit en su casa,
s'il vous plaît?
Aunque la voz del extraño se me antojaba eso mismo, extraña, no pude vencer la tentación de abrir. Esa voz me atraía.
Delante de mi apareció un hombre de la Belle Époque. Verlo a él era hacer un viaje al pasado. Debajo de la enorme capa se podía adivinar un frac negro. El sombrero de copa lo hacía parecer más alto de lo que era. El punto álgido del eclecticismo se reflejaba en su atuendo, en su rostro, en su serenidad, su forma de expresarse. Consigo llevaba una maleta. No sé que cara tuve que poner pero él volvío a hablar.
-¿mademoiselle, estaría usted dispuesta a ayudar a esta pobre alma herrante?
-Emm..Sí, supongo que sí, entre.
Maldecí esas palabras una milesima de segundo después. Me dijo que su nombre era Assier. Assier Chaillot. Realmente me sonaba ese nombre, pero no sabía de que. Cada segundo que pasaba estaba más convencida de que dejarlo entrar había sido un error. Yo no solía cometer ese tipo de locuras. Pero ya no podía hacer nada y con el frío y la lluvia que caía en el exterior sería inhumano echarlo. Me convencí de que no pasaría nada. Total, sería sólo una noche. O eso pensaba.
Cuando le preparé una habitación al lado del salón, donde solía alojarse mi madre cuando venia a visitarme, no paró de agradecermelo con su extraño lenguaje. Dejó la maleta que había visto al principio en frente de la cama. Al percatarse de mi mirada fija sobre ella me dijo.
-Acabo de llegar de un travesia muy larga y extenuante..
-¿Puedo preguntar de dónde? -Aventuré a preguntar.
-Obvio mademoiselle -Respondió con su sofocante cortesía -Del enfer, de las propias garras de Lucifer..
Lo tomé como un estúpido sarcasmo y me fui a mi habitación resignada. Lo dicho, la noche iba a ser más larga de lo que esperaba.

Me desperté con la impresión de que no habían pasado ni cinco minutos desde que cerré los ojos y el último pensamiento del día anterior había pasado por mi mente. Tenía la sensación de que algo extraordinario me estaba sucediendo. El sueño que me había poseido hacía unas horas me vino a la mente. Una especie antiguo colegio. Las notas de una caja de música. Un fragmento embriagador. Algo muy raro...Era espeluznante y al mismo tiempo bello.
Dejé las sabanas y abrí la ventana. La luz del amanecer entró y pude observar las orillas del Sena bañadas por el Sol. Mientras me dirigía al baño, recordé que Assier estaba aquí. Me acerqué a su puerta y la abrí cuidadosamente. Dormía con su aura de misterio rodeandole.
De vuelta al baño me mojé la cara. Miré en frente y el espejo me devolvió mi reflejo difuminado. Una coleta recogía mi pelo color chocolate. Hacía pocos meses que me lo había cortado por encima de los hombros. Me gustaba mi nuevo look. Después de una ducha de unos diez minutos y de vestirme con unas medias negras, un jersey largo de cuello alto y unas botas, salí a la calle dispuesta a buscar algo para desayunar.
Era domingo y el espíritu francés se respiraba más que nunca. Hay que demostrar nuestro sentimiento patriotico delante de nuestro visitantes. Veintiuno de diciembre. Faltaban cuatro días para celebrar la Navidad. El ayuntamiento suele derrochar iluminación en estas fechas. Tenemos que mantener el seudónimo de Ville des Lumières. París en navidad es única. La largas calles llenas de nieve, los arboles de navidad, los adornos de las más emblematicas singularidades de París, las luces, la pista de hielo del ayuntamiento, tomar las uvas en los Champs-Élysées... Tantas cosas que la hacen mágica.
Mientras caminaba, pensaba en ir esa misma tarde a el canal St. Martin. Adoraba ese sitio, adoraba hacer rebotar las piedras en sus aguas, adoraba la soledad que reinaba en él, adoraba su silencio inalienable.
Cuando llegué a la pastelería, compré un par de gâteaus de chocolate y unos cuantos croissants rellenos de nata. Supuse que esto bastaría para los dos. Salí y volví rápidamente. Temía que Assier se despertara y se encontrara solo en casa. O más bien temía que la casa estubiera sola con Assier. Cuando llegué, para mi sorpresa, este aún seguía durmiendo. Eso demuestra que lo del viaje era verdad. Pero,¿De de las garras de Lucifer? ¿A quién pretendía engañar?. Seguía sin comprender a cuenta de qué, pero no pensaba darle más vueltas.
Empecé a preparar la mesa. Iba a hacer chocolate caliente y para sentirme menos sola, encendí la televisión. La voz del presentador del telenoticias, como siempre, me hizo sentirme más segura. Un misterio que nunca había podido comprender. No podía ser muy tarde. Miré el reloj. Aún eran las diez y media. Mientras unía la tableta de chocolate con la leche, dentro del caldero, una noticia llamó mi atención. Una subasta de libros. Amaba las novelas. Tanto las clasicas, como las más recientes. Otra de mis multiples obseciones. Dejé todo lo que hacía para prestar atención:
-"..Un total de tres novelas originales de un mismo escritor, dos de ellas acabadas y una sin finalizar, se subastaran en la sala de eventos del Lovre. Las novelas han sido encontradas en un viejo internado abandonado de las afueras de París. Las pruebas han determinado que tienen una antigüedad de unos 125 años. Se desconoce como han podido sobrevivir en esas condiciones tan intactas. El autor firma con las iniciales A.C.y de momento se desconoce su identidad. La unica pista que ha dejado este misterioso personaje es una foto entre una de las páginas que se supone que es de él..."
En ese mismo momento dejé de escuchar. Las sangre se me heló y un aire gélido se apoderó de mi. Acababan de poner la foto en blanco y negro del escritor. Esas facciones extrañas, esa mirada profunda, ese rostro palido, ese corte de pelo..
No cabía duda alguna. Las iniciales de A.C. pertenecian a Assier Chaillot. Pertenecian a la persona que estaba en mi habitación, en mi casa, conmigo. A la persona o al fantasma...
-Bonjour Sophia...
Su voz me volvió a sobresaltar. París se estremeció.
-Vete.. -Le dije aterrada.
-No se asuste madame, le explicaré todo... -Contestó.
-¡VAYASE DE MI CASA! -Grité, casi llorando.
-Necesito su ayuda Sophia, ahora que sabe mi secreto usted es la única que me puede ayudar -Suplicó. -Déjeme que le explique mi historia, más tarde decidirá que hacer conmigo. Se lo pido por favor.
No sé si fue gracias al tono de suplica de aquel individuo pero cumplí otra de mis esporádicas locuras a las que, desgraciadamente, me estaba acostumbrado. Me quedé quieta mirandole fijamente. Me senté rendida. Estaba asustada pero al mismo tiempo confusa y serena, temblando y rabiosa. Le di la oportunidad de explicarse.
"Mi verdadero nombre es Assier Ludovic Chaillot y vi la luz del Sol por primera vez el cinco de agosto de 1862 en Chantilly, un pueblo a las orillas del Nonette. Un lugar que había vivido siempre al ritmo de su parroquia, fundada por Enrique III de Borbón-Condé. Mi padre era artesano zapatero y tenía una pequeña tienda en el pueblo al que solía ir bastante gente. Pasé una infancia difícil. Soporté la muerte de mis otros dos hermanos y la triste desesperación de mi madre. La sonrisa más triste que nunca he visto salía de su boca. Siempre permaneció en mi mente como una pesadilla. En 1871 mis padres me ingresaron en Légendaire sagesse tras hacer un gran esfuerzo económico. Un internado de buena fama a las afueras de París de donde habían salido grandes doctores, abogados, políticos y todo tipo de profesionales. Pasaría 15 años internado en ese lugar. Mis padres querían verme salir de ahí con 23 años y la carrera de derecho bajo el brazo.
Mi años allí no fueron mejor que los anteriores. Un conjunto de religiosos nos enseñaban religión, latín, matemáticas y todo tipo de materias útiles. Solíamos ir a la capilla cada día antes de la cena y todos los domingos por la mañana para comulgar. Los hermanos eran buenos con nosotros. Pero aún así nos faltaba una imagen materna. El modelo femenino. Creo que esa falta nos marcó a todos y cada uno de los que estuvimos ahí internados.
Compartí todos esos años con Jacques Dómine. Mi compañero de habitación, de clases, de juegos y mi mejor amigo. Aspiraba llegar a ser Obispo y dar misa en Notre Dame. Siempre creí que estaba obsesionado. Era demasiado raro y tenía demasiadas manías. A veces brotes de rabia surgían de él como una enorme cascada. Pero eso no conseguía que dejará de confiar en él y de explicarle todos mis sueños y esperanzas.
El más profundo de mis anhelos no lo conoció nadie más que él. Y ahora usted pasará a ser el bolsillo de mis recuerdos. Deseaba escribir por encima de todas las cosas. No quería pasarme el resto de mi vida defendiendo a personas y a vidas que no eran mías. Quería contar historias, quería hacer volar la imaginación de las personas. Nada me llamaba más la atención que una pluma. Cada tarde, después de acabar mis oficios, me encerraba en mi habitación a escribir lo que pasaba por mi mente a forma de diapositivas. Llegué a escribir 7 libros. Dos de ellos no los llegué a acabar. Solía escribir sobre lo bello que creía que era el amor, cosa que nunca llegué a descubrir, sobre antiguos caserones perdidos y sobre nobles batallas sin fin. Una de las que no finalicé trataba sobre algo diferente, los misterios del Señor. Sobre el cielo y el infierno. Sobre ese mundo más allá de la muerte. Un mundo que más tarde llegaría a conocer mejor que nadie. El otro libro era otro más de amoríos. Nunca entendí como podía escribir tanto sobre algo que nunca sentí. Supongo que las ganas de saber pueden más que nada.
Escondí mis libros en una de las salas del sótano con la intención de recogerlos al salir de allí. Sabía que nadie los encontraría porque nadie ponía un pie dentro del sótano, exceptuando el cocinero, cuando iba en busca de suministros para la cocina, y yo. Tenía la sensación de que ese sótano antes había sido una especie de calabozo. No podía transmitir el sentimiento de frío y de soledad que sentía en esas salas. Intenté escribir una historia poniéndolo como escenario, pero nunca consiguió salir una palabra de mi pluma cuando pensaba en ese lugar.
El día que cumplí 17 años un regalo llegó a mis manos. Una pequeña caja de música dorada. Era realmente hermosa. Su música tenía destellos de misterio pero al mismo tiempo de claridad. Un deje de tristeza en cada una de sus notas pero con una belleza inhumana. Conseguía erizarme la piel durante toda la melodía. Estaba seguro que era un regalo de la mujer que me dio a luz y que me cuido, la única mujer que me dio todo su amor y cariño. Ella.
Esa misma noche, mi madre murió. Me derrumbé. Todo mi mundo desapareció. Sabía que a partir de ese momento no podría recuperar todo lo perdido a su lado. Sentí que aquel regalo había sido su despedida, su manera de decirme adiós. Pero estaba equivocado. Mi padre me confesó que ni él ni ella, me había preparado ese regalo nunca. Pero entonces, ¿Quién había sido?.
Ese misterio me acompañó durante los pocos años que me quedaban de vida. No tenía a nadie fuera de ese enorme castillo refugiado por la mano de Dios, a parte de mis padres, pero alguien sabía de mi existencia, sabía donde vivía, que hacía allí. Un misterio digno de uno de mis libros.
Aunque nunca llegué a empezar ese relato. Una noche de otoño de 1884, Jacques tuvo uno de sus ataques de rabia. Sin saber a causa de que, se hizo con un cuchillo y asesinó a 3 curas que habían cuidado de él y a la persona en la que se había refugiado durante años. Morí a la edad de 22 años dejando solo a mi padre y a mis relatos ocultos para siempre. Hasta el día de hoy.
Nunca se supo que ocurrió con mi cadáver. Jacques se suicidó esa misma noche. Desde entonces he estado encerrado en el recoveco más oscuro y silencioso de todo lo existente. Nadie me lo dijo, nunca lo vi, pero sé que he estado 124 años en el infierno."
-Esta es mi historia y no la puedo cambiar. Ahora he podido escapar y necesito tu ayuda. Ayúdeme a descansar en paz y a revelar todos los secretos que han envuelto mi vida. La necesito. -Finalizó con un triste susurro.
Sus ojos mostraban sinceridad. Sabía que estaba rozando el limite de la locura pero aún así, le creí. Sentí que no podía estar mintiéndome.
-Esto significa..¿Qué eres un fantasma? -Dije intentando poner mis ideas en orden.
-Creo que sí. No encuentro ninguna otra respuesta..
Suspiré sin saber muy bien como sentirme.
-Recopilemos -Dije abatida. -Tu mejor amigo te asesino hace 124 años y llevas todo este tiempo en un sitio al que tu llamas infierno, pero que no sabes realmente que es. Eras escritor y has dejado siete libros escondidos. Sólo se han encontrado tres. ¿Donde están el resto? ¿Cómo los han encontrado? ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué a mi? ¿Por qué te puedo ver y te puedo tocar aunque te seas un fantasma? ¡Merde!. Nada tiene sentido.
-Tendrás que ayudarme a solucionar todo esto. Sólo con tu ayuda podré encontrar las respuestas...
Había que pensar rápido. No entendía nada y una fuerte atracción me atraía hacía la verdad. De golpe se me ocurrió algo por donde comenzar a buscar.
-¡El Louvre! -Grité.
-¿Escuse? -Preguntó.
-¡Tenemos que ir al Louvre! Tenemos que comprar tus libros, son tuyos, tendrías que tenerlos tú.
Assier asintió con melancolía.
-Espera... -Recopilé la información que dio el presentador del telenoticias. -Han dicho que sólo hay un libro sin acabar. Sin embargo...Tú me has afirmado que dejasteis dos libros sin finalizar. Aunque también podrían haber encontrado otros dos de los siete libros que no sea el que tienes inacabado.
-No, eso es practicamente imposible.-Contesto. -Si encontraron los libros acabados tendrían que haber encontrado los 4 que tenía en el sótano. El resto estaban en mi habitación. Dos sin acabar y uno finalizado. Tres.
-Esto cada vez tiene menos sentido. -Me dije. -¿Quién pudo acabar el libro?
Antes de que Assier pudiera contestar una música invadió mi mente. La misma música de la noche anterior. Caí al suelo desmayada. Assier asustado se agachó y me llevó al sofá.
Cuando abrí los ojos unas palabras brotaron de su boca como si me hubiese leído el pensamiento.
-Es la misma caja de música de mi historia. La misma melodía.
-Tenemos que hacer algo Assier. Anoche soñé con el internado y la caja de música. Estos sueños no son espontáneos. Estamos unidos en esto. El destino no te trajo hacía a mi, fue el pasado quién lo hizo. Algo te ha echo salir de ese sitio y tenemos que descubrir el porque. No me mire así, se que hace veinte minutos te estaba echando de mi casa pero ahora siento esto como algo personal.
Assier me sonrió. Otra de mis muchas locuras. No podía creer lo que acababa de decir. ¿Qué me estaba ocurriendo? Estaba tratando a un fantasma como si fuera uno de mis amigos. Cada segundo que pasaba estaba más confusa pero también más segura de mi misma. Una extraña sensación que no se podía describir.
Borré por completo de mi memoria la visita a el canal St. Martin. En lugar de ello planeé una excursión a el refugio de la Gioconda y al escenario de miles de Best-Sellers y películas de ficción. Tenía que conseguir dinero. En ese tipo de subastas el precio por el que se paga no suele ser bajo y aún así tenía que conseguir todo lo que pudiera y más. No podía permitir que algún estúpido coleccionista que recopilan miles y miles de objetos para tenerlos acumulados cogiendo polvo, estropearan nuestra búsqueda y nuestra investigación.
Pero antes de nada, tendría que transformar a Assier en un hombre del siglo XXI. Le indiqué que fuera hacía el baño, dispuesta a hacer magia.

Continuará..

El principio de una de las historias que tengo en mi mente ¿Qué os parece? ¿Algún título recomendable?
Stupiidhappines26 de diciembre de 2008

4 Comentarios

  • Diesel

    !pero qu? fant?stico escribes chiquiya!. !yo he estado a?orando mucho tiempo leer alg?n texto m?s tuyo... pero ?ste relato que acabas de iniciar es realmente perfecto!. Escribes de maraviall Stup. Escribes con una soltura dial?ctica muy propia de novelsta avezada. Tienes un don especial para los detalles que te dan capacidades de observaci?n muy grandes. Te lo dije hace muchos meses Eres muy buena `para la literatura y para el periodismo. Buneo, en cuato a la trama de esta novela me parece tambi?n fant?stica. Est?s correlacionando misterio con ansiedad... y est?s ubicando muy bien los compases del tiempo y del espacio (impescindibles para escribir bien). La historia de esa muchacha y el aparecido fantasmal es muy interesaqnte. !Vamos a ver c?mo contin?a la trama!. !!Magn?fico Stu!. !Un besote linda!.

    26/12/08 07:12

  • Fernando690

    Me a encantado tu relato espero ansioso lo que sigue a ver si logran encontrar esos dos libros sin terminar de Assier.

    "En Busca del pasado" es medio malo mi titulo jaja. saludos!!

    26/12/08 07:12

  • Artalia

    Tienes mucho futuro. Escribes muy bien.

    27/12/08 02:12

  • Espazmo

    bastante bueno, mas el trama me gusto original, como debe de ser...
    y tienes 16 igual que yo, ojala seamos una nueva generacion de escritores. saludos

    02/01/09 03:01

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