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La Rotisaría.

Ridiculez, pavada, locura, tontería y sandez eran sólo algunos de los adjetivos que los más amigos de José Muñoz acuñaron ese mediodía, empanadas mediante, para hacerle entender a su buen camarada lo errada que había sido su decisión. Se preguntará usted estimado lector, exigirá por así decirlo, una explicación a esta extraña introducción, y sin más espera detallo a continuación los hechos que fueron prólogo del almuerzo antes relatado.
José gustaba llamarse a sí mismo empresario gastronómico, aun cuando su vida profesional se definía por una sucesión de rotiserías, y deliverys de distintos matices, cuyo éxito fluctuaba entre la nada y la venta moderadísima, con un promedio de vida de algunos meses por local. Pero nada le dijo a nuestro protagonista que ya era hora de buscar nuevos rumbos comerciales como su último y catastróficamente fallido proyecto. En breve seguiremos relatando la historia de José, pero ahora pasemos por un momento a su partener en esta historia.
Bien sabido es que la prestigiosísima Policía Federal Argentina, cuenta entre sus filas con morrudos servidores públicos que tienen de vocación al servicio tanto como de sibaritas, conocedores como pocos de la oferta gastronómica porteña, nuestros hombres de azul se consideran a sí mismos como una fuerza íntegra y solidaria que no duda en recomendar facturas y churros rellenos a compañeros de seccionales en las que escaseen panaderías decentes. Peritos en nuevos sabores e innovaciones culinarias, los caminos de José y nuestros queridos uniformados se cruzaron el día en que “La Empanada Voladora” abrió sus puertas en cabildo al 1000, a exactos 55 metros de la 37.
Un local gourmet especializado en empanadas salteñas que llegaban en vuelo charter cada semana congeladas en cajas especialmente diseñadas para este fin y eran almacenadas en una cámara de frío dentro del local donde se mantenían por debajo de los 10 grados bajo cero hasta el momento de cocinarlas en el gran horno de barro, también diseñado a pedido para este nuevo proyecto de José. 4 días después de inaugurado, los cabos ya se referían al local como “La Rotisaría”. Los agentes y los suboficiales también.
En cumplimiento estricto a la ley que obliga a todos los propietarios de locales de comida a proveer sin protesto a las fuerzas públicas necesitadas de hidratos y fritangas varias, y a riesgo de sufrir asaltos no relacionados con entregas policiales y que son pura casualidad en caso de no respetar la legislación; José alimentó las filas gratuitamente por más de 2 meses.
2 meses y un par de semanas después, ocurre el almuerzo que relatamos al principio, servidas en la mesa sobre el hule resquebrajado por el sol, descansan en prolijo montón el remanente de empanadas salteñas del último envío que José guardó como triunfo de guerra para sus amigos.
En la comisaría 38 a José se lo extraña, un poquito menos que a las de carne picante, y un tantito más que a las de carne cortadas a cuchillo que a veces venían medio insulsas.
Sudasudaca15 de septiembre de 2008

5 Comentarios

  • Voltereta

    Jeje, muy bueno, es como poner un puesto ambulante de regalo de golosinas a la puerta de un colegio, quiebras el mismo d?a.

    Un texto gracioso y con mensaje, me gust?.

    Un saludo.

    15/09/08 06:09

  • Sudasudaca

    Gracias, saludos para vos tambi?n.

    15/09/08 06:09

  • Onlythebestones

    Ja, ja, ja. La "rotisar?a"... ten?a que haber puesto un local de sushi o hormigas picantes. No s?, algo menos atractivo para el paladar de "la benem?rita" argentina. Muy divertido. :-)

    16/09/08 12:09

  • Liz

    buenisimo...le falto estudio de mercado al amigo,jajaja...

    17/09/08 04:09

  • Sudasudaca

    Gracias a todos por tomarse el tiempo. Saludos.

    17/09/08 05:09

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