Señor Director
Señor Director:
Me dirijo a UD. En esta oportunidad para expresarle la consternación que me embarga desde hace algún tiempo, consternación que lejos de intimidarme, me mueve a la reflexión profunda, aunque hasta el momento dicha reflexión no haya arrojado conclusión alguna.
Percibo desde hace ya algunos años que la cantidad de gente que habita este planeta aumenta a pasos agigantados, y cada vez hay menos para repartir entre más, incluyo en esta ecuación los recursos naturales, el espacio físico y otros bienes más importantes como los nombres y la memoria. No pude más que notar que ante la imposibilidad de recordar la cantidad de nombres que las ocupaciones modernas requieren, hemos vuelto a la ancestral y fundadora costumbre de llamar a la gente por sus pertenencias, lugar de residencia, profesión, y/o lazos sanguíneos con terceros. Es así como hoy en día no cesamos de cruzarnos con Juan el del 5to B, María la de Olivos, Florencia la rubia, Pedro el de la ferretería, Mauricio el de la moto roja, Marcela la de administración, Carlos el primo de la rubia, y un interminable crisol de ecuaciones que siempre dan por resultado a una única persona. El mundo es un lugar repleto de ferreteros y de Pedros, pero Pedro el ferretero hay uno, y es sin dudas, la mejor manera de identificarlo que hemos encontrado. Quizás entonces, esta nueva costumbre no sea una vuelta a las raíces, sino un evolucionado proceso de identificación humana que continuará su escalada alimentado por las redes sociales de los de Facebook, y todos los de que andan por ahí buscando algo para meter detrás de su nombre y convertirse en personas únicas e individuales.
Le agradezco señor Director, el espacio en tan prestigioso pasquín.
JUAN MARTÍN, EL DE LA CARTA DE LECTORES.
DNI 30 885 251
