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Túnel

Lo estaba haciendo de nuevo y ella corrió a encerrarse a su cuarto, mientras ocurría.
Echó el cerrojo de la puerta y se sentó en el suelo, abrazándose las piernas, mientras las lágrimas comenzaban a aflorar de las cuencas de sus ojos.
Solo era una niña, una pequeña niña de siete años que sentía miedo a lo que le podría ocurrir a ella o a su madre, en cualquier momento del día.

No comprendía la razón, de porque su madre no gritaba, no pedía auxilio, no se marchaba de ese infierno que se hacia llamar hogar.

Escuchó las palabras que salían de la boca de su padre, todo insultos hacia ella y su madre y lloro más pero en silencio, sabía lo que podía llegar a ocurrir si la escuchaba sollozar o quejarse y no quería, ser la segunda distracción de su padre, cuando llegaba borracho o se enfurecía, por encontrarla a ella o a su madre, sentadas en su sofá.

Recordó las palabras de su abuela materna, tampoco las comprendía, ¿cómo podía defender a un hombre que les hacía tanto daño?
“Debes querer a tu padre y acercarte a él, porque aunque tu no lo quieras, sigue siendo tu padre y el esposo de tu madre, se merece respeto”
Y cada vez que recordaba esas palabras, volvía a llorar, por la frialdad de su abuela, sabiendo que ese hombre, pegaba a su propia hija y porque no podía cambiar la realidad, ese hombre era su padre y cada vez que lo pensaba, moría un poco por dentro.

Se sentía culpable, en esos momentos, su madre, la que velaba día y noche por ella, recibía una paliza brutal, mientras ella solo se podía esconder.
Intentó convencerse de que era valiente y podía salir a ayudarla, defenderla y protegerla.
Se puso de pie en varias ocasiones pero luego se volvía a sentar, indecisa, porque enfrentarse a él, dolería, no solo en lo físico, aunque eso ella no lo sabía.

Dio vueltas sobre si misma, buscando un objeto punzante o algo que tirarle a su padre, para que soltase a su madre, no encontró nada.
Se acordó de una cosa, que le había enseñado su padre en repetidas ocasiones, para amenazarla, sino se callaba o lo contradecía en algo.
Le constaba donde se encontraba, el lado derecho, del cajón tercero, de la cómoda del cuarto de sus padres, que estaba cargada y que era ligera, en repetidas ocasiones, su madre, la había tenido en las manos, sin el valor suficiente, para protegerse con ella y acabar con su infierno y el de su hija, ser libres por fin, recordar la sensación que se tiene cuando uno no es atado a quedarse al lado de alguien o en algún sitio especifico pero nunca podía, Marcela Morales, era dependiente, no creía que no hubiese vida sn alguien que la manejase al completo.

Con mucho cuidado, la niña, entró en la habitación y cerró la puerta con el mismo silencio que había puesto al abrirla y se dirigió al tercer cajón de la cómoda.

Los golpes habían cesado, la televisión estaba a todo volumen, se abría quedado dormido mirándola y su madre a su lado, quieta, para no despertarlo.

Agarró el revolver con decisión y salió del cuarto, esta vez sin molestarse en dar un golpe suave, todo lo contrario, el golpe, despertó a su padre, que dio gritos furiosos y salió al pasillo, donde se encontraba ella, con la pistola en su espalda, para que él no la viese.
Detrás del hombre, Marcela, implorando que no tocase a su niña, por ello recibió un empujón que la tiró contra la pared, haciendo que cayese al suelo, llorando silenciosa.

En media zancada, el hombre estaba delante de la niña que ya veía la puerta abierta del final del túnel oscuro en el que se encontraba, veía la luz de la esperanza, por primera vez en su corta vida.

Su padre la agarró por los hombros, tomándola por sorpresa y haciéndole mucho daño pero no soltó la pistola, apuntó a la cara del hombre que simplemente rió y le quitó la pistola, lanzándola hacia el salón y le pegó un puñetazo en la cara que la tiró al suelo pero la niña no lloró, ya habían sido demasiadas lágrimas derramadas por culpa de ese ser, porque no merece otro nombre.
La volvió a golpear, profiriéndole patadas y la niña se retorcía de dolor en el suelo, mientras su madre seguía en el otro lado del pasillo, llorando, sin hacer nada y la puerta de la esperanza se cerraba y el túnel, volvía a ser oscuro y frío.
Sunbathe20 de agosto de 2008

5 Comentarios

  • Dama

    DIOSSSSSSSSS ?? Como escribes ?? el texto me ha tenido en vilo hasta el final , no est? bien matar a alguien pero ese hombre no se merec?a otra cosa , pobre madre y pobre hija, y pensar que esto pasa en muchos hogares de todo el mundo a diario...?? horroroso??? aunque me digan asesina ..yo lo mato.

    No dejes de escribir Sunbathe lo haces todo tan real que me fascina.
    Un gran abrazo

    20/08/08 04:08

  • Sunbathe

    Ya se que siempre lo digo pero gracias, me levantas la moral, lo escrib? as? porque se me ilumin? el cerebro con una fleca verde que dec?a "escr?beme" ?y qui?n se puede negar a una flecha verde? estuve tentada de matar a ese tipo pero no todos los finales son felices y me pareci? muy irreal que una ni?a de siete a?os, pudiese contra un adulto.
    Y un gran abrazo a ti tambi?n.

    20/08/08 05:08

  • Purple

    bueno, que quieres que te diga, aunque no lo parezca da algo de pena, pero es la vida real, eres muy buena, sigue con lo tuyo.

    25/08/08 09:08

  • Sunbathe

    A mi me parece que lo de aunque no lo parezca sobra, porque ocmo tu dices, ocurre en la vida real y esa gente sufre, o lo dices por mi texto?
    Chao pur

    25/08/08 09:08

  • Purple

    jeje, tienes razon, esque yo con los comentarios soy malisima, no se que poner, pero si que eres buena... xauss

    25/08/08 09:08

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