Creo que ellos no lo entendían, yo estaba fuera de mí en esos momentos. Estaba furioso y profundamente consternado después de aquella trágica noticia; que tu hijo sea asesinado no es algo a lo que te enseñen a enfrentarte diariamente.
Yo estaba preparando la cena cuando oí el grito de mi mujer. Rápidamente fui al salón con el cuchillo aún en la mano y la encontré sollozando con el teléfono todavía descolgado. Pregunté qué ocurría pero ella estaba demasiado alarmada para responder. Entonces escuché un ruido al otro lado del teléfono y no dudé en quitárselo de las manos. La voz de aquel hombre será mi peor pesadilla.
Mi primera reacción fue salir a la calle, no sé por qué lo hice, quizá no quería que mi mujer me viera en ese estado. Dió la casualidad de que dos policías hacían guardia de noche y se alarmaron al verme así con un cuchillo en la mano. Se bajaron del coche y me dijeron que lo tirara pero la ira se apoderó de mí; uno de sus compañeros había matado a mi hijo. Yo solo podía mirarlos con un odio creciente, no hice caso a sus palabras ni a sus amenazas y comencé a avanzar hacia ellos. Su perro saltó sobre mí y yo, en un acto reflejo, lo cuchillé. Para cuando quise darme cuenta de lo que había hecho estaba esposado con una bala incrustada en el brazo. 06-01-16
