Ese momento en el que eres la de siempre para el resto del mundo pero por dentro solo hay cristales rotos. Ese momento en el que inspiras fuerte y largo para que no se te escapen las lágrimas, y ese otro en el que apagas la luz y atentas contra la almohada entre llantos ahogados. Ese momento en el que giras la esquina del pasillo y simulas un grito sin sonido solo para liberar tensión. Ese momento en el que se queda el perdón en tus ojos, y ese otro en el que sale de tus labios en un hilo de voz pero no recibes nada a cambio. Ese momento en el que oyes gritos y sabes que son por tu culpa, en el que te escondes para llorar y en el que sientes que todo el peso de la culpa te aplasta y te cuesta levantar incluso la mirada. Ese momento en el que tu vista se emborrona y ya no puedes ni mirar lo patética que eres en el espejo y ese momento en el que has evitado tanto llorar que, cuando estás sola, ni siquiera puedes.

Ese es el momento en el que miras a la realidad a los ojos. Estate orgulloso, no todos llegan a verla.

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