Fue cuando él estaba distraído con el ordenador. Le miré a los ojos y vi una mirada cansada, apagada, enrojezida. Vi a un hombre que se sacrificaba en cuerpo y alma por sus dos hijas. Un hombre que estaba dejando de lado su vida por ellas, y que a cambio solo recibía unas pocas sonrisas y muchas broncas. Y sin quejarse.
En otro momento la vi a las once de la noche colocando un montón de ropa en el armario. Estaba cansada, su piel presentaba alguna que otra arruga pero su expresión era amable. Desde entonces me fijé y, en cada acto suyo, vi a una mujer que anteponía su felicidad a la de sus hijas, que siempre lo había hecho y que casi nunca era recompensada sino con un ligero gracias.
En esos momentos no vi a mis padres, vi a los padres que siempre deseé tener y que nunca me había dado cuenta que tenía. 21-06-16