Me siento dislocado, explorando la cueva de los eternos suspiros, sentado en este viejo escritorio,
sepulcro de tantos relatos inacabados.
Mis pies descalzos, mi cabeza grasienta, mis manos resobadas...
¿Acaso nadie había tenido tan presentes las nalgas y su aroma para expresarlo en intentos literarios
de la imaginación humana?
Soy una persona que cree enteramente en las situaciones y sus maneras ...
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