Su Vida En Fotogramas
Saltar desde aquel avión en movimiento no era una elección. La decisión estaba tomada. El viento le batía las ideas contra los cristales de sus gafas ausentes. La anilla le pesaba en el bolsillo de la cordura, la que le quedaba.
Toda la tarde reviviendo la noche anterior había sido una experiencia agotadora. Casi podía recordar las comas de los diálogos. Los centímetros que separaban sus labios de los de él en cada uno de los segundos de cada minuto, de cada hora de aquella noche que decidieron convertir en días.
¿Porque las noches se empeñan en durar tan poco cuando más queremos que se alarguen? Está claro que las mañanas no se adelantan. Son madrugadoras y puntuales por naturaleza. Así que debió ser cosa de aquella botella de vino tinto. ¿O era rosado? Sus recuerdos se le difuminaban en el espejo empañado. El baño le había sabido a ducha. El tiempo cada vez iba más rápido y derrapaba sin emitir sonido alguno.
Toda su vida en Mute.
Y es que volar no se parecía nada a lo que había imaginado. ¿Y la anilla? Las preguntas le presionaban en favor de una gravedad que le iba ganando la batalla. Como siempre.
Y de repente una nube. Estar en las nubes tampoco era lo que le habían contado.
¿Dónde habrá un botón de emergencia cuando hace falta?
Su vida en fotogramas.
El final se acercaba al mismo ritmo que La Tierra. Ese lugar tan desconocido para él como sus posibilidades de contarlo.
Y de repente, el momento real de saltar. Pero ya lo había experimentado antes.
Esta vez con anilla a mano y tres botones rojos por si acaso.
