El enemigo,
ese brutal que te somete,
te esclaviza
y apela a la fuerza o a la pena
o a cualquier otro argumento,
no merece tu lástima ni tu odio,
ni le dediques
un sentimiento.
Ya no puede tocarte ni con la sombra,
no puede mirarte
ni de lejos,
pedirte perdón,
ni que lo ames.
Porque con tu amor
le das la llave
para que entre a casa
toda esa violencia sin sentido,
ese desborde
o esa guerra mental y silenciosa
que encuentra el control
y lo ejerce sin decencia.
La maldad se oculta
bajo un disfraz de enfermo,
tras un atroz arrepentimiento
que te nubla los ojos
que de estar despejados verían
que esto no es todo,
hay esperanza por donde mires,
hay luces que extienden los brazos y te envuelven.
De las grietas
salen plantas verdes
que te gritan
que la vida triunfa
que existe otra oportunidad
y si la dejas pasar
se escapa,
y te pasas el resto de la vida
esperando que vuelva