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Mis Zapatos

Sus ojos apagados encendieron mi mirada.
Sus manos heladas calentaron las mías.
Su alegre sonrisa entristeció mi alma.
Su enorme serenidad me puso nerviosa.
Su rostro pálido, casi transparente, encendió mis mejillas.
Su tiempo se consumía mientras mi reloj seguía avanzando hacia la soledad.
Su corazón se ralentizaba mientras el mío se aceleraba con cada bocanada de aire que salía por su boca.
Éramos polos opuestos que no encontraban ya la forma de unirse.
Después de toda una vida caminando juntos, parecía que esta vez, uno de los dos, tomaría una dirección diferente. Nunca pensamos quién sería el primero, esas cosas nunca se piensan, pero descubrimos que le había tocado a él, y en ese momento, siendo egoísta, me hubiera gustado ser yo la que estuviera postrada en esa cama,…porque ahora yo tendría que seguir caminando sola, y cuesta arriba, y la dirección que tomara a partir de entonces, ya no me importaba. Perdería el rumbo hacia donde dirigir mis pasos. Por eso aquella tarde, olvidé mis zapatos junto a su cama, y salí de aquel edificio descalza, sin darme cuenta que mis pies se arrastraban perdidos, por aquel frío pasillo que me conducía hacia la lluvia que caía con fuerza en el exterior. Después de caminar descalza durante un tiempo que ya no sabía medir, subí a un taxi. Recuerdo que el taxista me preguntó si había olvidado los zapatos en algún sitio, pero yo no supe qué contestar, y cuando aquella noche me desplomé sobre nuestra cama, bajo aquel silencio ensordecedor, me pareció que toda la casa se me caía encima, y me di cuenta que junto a mis zapatos, en aquella habitación, se quedaron todas sus caricias, todos sus besos, sus sonrisas y sus abrazos,…que ya no recuperaría. Cerré los ojos, pensando que dormía junto a mí, y que por la mañana, con su beso dándome los buenos días, me daría cuenta de que todo había sido un mal sueño. Cuando me despertó el sonido del despertador, y cuando aquel beso de buenos días nunca llegó, lo primero que hice fue mirarme los pies, que llevaban puestos unos calcetines sucios, llenos de barro y húmedos todavía. Supe entonces que a partir de ese momento ya no me despertarían sus besos en mi cara, y lo único que caminaría a mi lado sería la sombra de su recuerdo, que nunca podría apartar de mi lado.
Uca19 de agosto de 2008

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