TusTextos

Sirena.

Respirando desde abajo del agua como de costumbre, mirando todo a mi alrededor, me centre solo en unos ojos casi negros detrás de una roca, en medio del caos. Peces de todos colores, tortugas, algas y todo tipo de criaturas marinas que me agradaban, nadaban a nuestro alrededor como si no existiéramos o fuéramos parte de este mar. “Mi mar” corregí. Aquellos ojos me miraban fijamente escondiendo su rostro, su cuerpo, aunque sabía perfectamente a quien pertenecía. Su forma de mirarme, era la misma que utilizaba yo cuando estaba en medio del pánico, en medio de un ataque de pánico. Pero aun así, no se movía. Seguía observando, apresándome con esos enormes ojos una vez más, rasgando mi piel y haciéndome millones de preguntas a la vez. “¿Qué eres? ¿Qué soy? ¿Esto es el mar? ¿Qué es esto en realidad?” tenía las respuestas para aquellas preguntas, pero aun así no me moví de mi cueva. Si, el mar me pertenecía. Había despertado aquí hace años, desde que nací prácticamente, esto había creado y el… el solo estaba allí por mí. Porque yo le había permitido entrar, entrar por suplicios, entrar porque estaba tocándome el corazón con solo mirarme. La cola de color celeste se movió de un lado a otro y sus ojos se agrandaron más de lo normal y volvieron a centrarse en los míos. Podía jurar que se había pasado largas horas haciendo lo mismo una y otra vez. “Nada de otro mundo, nada que pueda lastimarte” pensé. “¿Qué eres? ¿Qué soy?” volvió a decirse a sí mismo, intentando controlar sus impulsos de salir corriendo o venir hacia mí. “Si vienes hasta mi, te asustaras. Si me dejas llegar a ti, comprenderás” pensé a la vez que le sonreí. Tantas veces había escuchado esas palabras en mi mente que ya era costumbre, pero de su parte… de su parte podría perdonarle. No tenía maldad allí, para na… “¿Eso es sonreír? ¿Qué es eso?” parpadeo varias veces a la vez que miraba mi cola y volvía a mirarme. No había miedo, solo intriga. No había enojo, solo compresión. No había impaciencia, había decisión. “Aquí voy, Si allí te quedas” me levante de la enorme roca y nade hasta el. En cuanto mi figura se movió como la de un pez, sus ojos se achicaron y pude ver claramente que estaba sonriendo. “Deje que pasaras, deje que vinieras solo porque eres como yo” pensé y me deposite en una roca a unos metros de la de él. Estire mi cola y mi pelo morocho se acomodo como acto reflejo en mi pecho. Las escamas celestes y verdes, brillaban con los pequeños reflejos que llegaban del sol. Parecía tan extrañado de lo que estaba viendo que no logro notar que estaba asomándose más de lo normal. Su rostro pálido por la falta de aire en sus pulmones, era hermoso. La barba prolijamente formaba un candado en su cara y mejillas… El miedo comenzaba a recorrerme el cuerpo. “Tú no, tu no… Déjame a mi” zamarree la cola algo histérica y amague a irme, pero me detuve en cuanto se volvió a esconder. “No te vayas, no, no, no, no” su voz sonaba más gruesa en mi cabeza y me gustaba. Volví a mirarle y parecía esperanzado, realmente no quería que me vaya. Me tome unos segundos pensar exactamente como debía hacer esto y estire mi mano. Las escamas terminaban en las puntas de las uñas y eso pareció llamarle más la atención que todo. El anillo negro que tenía en uno de ellos lo atonto y se acerco de golpe. Casi me asusto, pero eso no importo. “El bruto efecto de las respuestas” Quedo atónito, frente de mi sin poder quitar sus ojos de el anillo. Su altura era la que había imaginado, la que recordaba y sonreí. Definitivamente extrañaba su presencia, mucho. Sus ojos lentamente perdieron el encanto y me miraron ahora más triste que otra cosa. Toco mi mejilla y se acerco más a mí. “¿Eso es cierto?” su voz resonó más fuerte de lo que esperaba y asentí. Esto era mío, esto lo había construido con los años y era todo lo que tenía cuando recaía, pero... solo yo podía estar aquí. Solo yo. Pude mostrarle todo, más de lo que en realidad debería y con lujo de detalles, pero eso no pareció importarle para nada en realidad. Desprendía tristeza por cada poro de su cuerpo y podía sentirla, sentir sus ganas de quedarse allí conmigo, “No puede…” Toco mis brazos interrumpiéndome. Rozo cada escama, sonrió y cerró los ojos. Las lagrimas salían en silencio, mezclándose con el agua y me beso. Deje que lo hiciera de todas formas. Espere que el placer y su frustración se calmaran y lo envolví en mis brazos a punto de hacerlo desaparecer. No podía estar aquí, no era lo correcto.
-Esto soy, esto tengo, esto es lo que tanto querías ver.
Suspiro y lo último que vi fueron aquellos ojos que tantas veces había soñado con volver a ver.


Universo13 de septiembre de 2014

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