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La Bolsa

Era un día normal en la vida de Cristina Ferroche, era. Luego de que su marido saliera a las apuradas de su casa para ir al trabajo, comenzaba la rutina de Cristal (como le gusta que le digan). Al momento en que sus ojos se abren después de horas de sueño, ella sabe que va a tener que repetir lo de todos los días, sin cambios. ¿Quién hubiera sabido que ese día todo lo cambiaría?

La curiosidad mató al gato& El gato tiene siete vidas& Refranes contradictorios&
Se cumplió la rutina madrugadora y Cristal hizo su siesta turno mañana.
--Spuki, Spuuuki- decía Cristina desde su cama- ¿Dónde estás? ¿Tenes hambre?
El gato no contestaba
--¡Spuki! ¡Ey, Spuki!- le parecía raro que no haya respuesta alguna, siempre al segundo llamado estaba en los pies de la cama con su platito de comidas-.
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Ordenando y limpiando la casa no encontró a la mascota por ninguna parte, ella supone que se escapó y que volverá cuando tenga hambre. Con su carrito para hacer mandados en una mano, dio doble vuelta hacia la derecha con la llave para poder abrir la puerta e ir a comprar la comida.
(Al salir de su casa, tiene que caminar unos cinco pasos hacia adelante para abrir una reja y así salir a la vereda. El espacio intermedio entre la puerta y la reja es de seis metros2 y se usa como garaje)
Cuando tiró del picaporte, el trapo que estaba en el pie de la puerta (bienvenidos) no se veía en absoluto. Sino que había una bolsa de nylon transparente que le llegaba hasta las rodillas. El contenido: Pelo, mucho pelo.
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Movió a la bolsa hasta el cordón de la calle como si fuera un cilindro y fue a hacer las comprar, sin darle demasiada importancia al asunto. Al volver, la bolsa no estaba más en la calle, sino otra vez en la puerta de su casa, pero esta vez en la reja aunque del lado de adentro de la propiedad y con una nota pegada en el nylon que dictaba: ELEGIDA, VIVO, INVESTIGA
Cristal se detuvo al pensar que era macumba y escondió la bolsa en su habitación, dejando a su paso un camino de pelos, ya que alguien la había agujereado. Cuando llegara Jorge, el decidiría que hacer.
-- Pensá rápido, no quiero que vean los chicos.- le dijo Cristal a su marido luego de explicarle-.
-- ¿Te animas a llevarla al baldío y prenderla fuego?- preguntó Jorge- No sé si es macumba, no creo, pero no me gusta que este en mi casa.
-- Es pelo, no se quema. Imbécil.
-- ¿Ni rociando de combustible a la bolsa y luego tirándole un fósforo? ¿Así tampoco se prende fuego?- la desafiaba-.
--Si vos decís&
Cristal se encontraba pisando el pedal (con el asunto en el baúl de la camioneta) cuando volvían a la casa, caminando, Carlos y Macarena del colegio.
--¡Chicos!- saludo Cristal a través de la ventanilla cerrada-.
--Hola mami-dijeron al unísono-.
--¿A dónde te vas?-se interesó Macarena-.
Cristina se incomodó, no le gustaba decirles mentiras, pero tampoco les quería informar sobre la bolsa& Capaz los asustaba. Subió la ventanilla.
--A& A& A hacerle un poco de compañía a la abuela ja ja- suspiró-.
--¡La abuela!- se entusiasmó Carlos-.
--¿Podemos ir?- al unísono-.
--Hoy no- los decepcionó-. Ah, y avísenle a su papá que le deje comida a Spuki, que capaz vuelve.
-- ¿Cómo que capaz vuelve? ¿SE PERDIÓ?- gritó Macarena-.
--No, pero hoy no lo vi. Ya sabes que Spuki siempre sale.- dicho eso, acelero hasta el baldío, donde para el alivio de ella, ya había cosas incendiándose.
El baldío constaba de 200 metros2 de puro pasto quemado. Allí los niños y a veces adultos jugaban al futbol y otra gente se deshacía de cosas convirtiéndolas en cenizas.
Esta vez estaba vacío, nadie haciendo nada. Bueno, había una fogata de leña.
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Bajó la bolsa de su coche y la arrastro unos quince metros antes de que en segundos se consumiera por completa en las llamas de la fogata. La vio por un segundo después se dio media vuelta y se marchó a casa de su mamá a pasar el rato. No le nombro el asunto
Spuki, Spuki, tengo algo para vos. Veni y descubrí que es& AJA, gato tonto, todos son iguales; el refrán no mentía ja ja ja.
La cena familiar de ese día fue muy tranquila, lo único desubicado tuvo lugar en la boca de Carlos, el hijo mayor que contaba con dieciséis años de edad.
-- Hoy Lucas me contó que a unas cuadras del baldío abrió una casa de gitanas.
-- ¿Gitanas?-dijo la hija de trece años-.
--Si, si-afirmó-. Me dijo también que te leen el futuro mirándote las manos y te dan de comer cosas raras.
--¡Qué bueno que esta eso! Mami, ¿Me dejas...?
-- Ni en pedo- se adelantó Cristal-. Te lavan la cabeza esas brujas, imagínate que te hagan algún tipo de brujerías.
-- No pasa nada mami-dijo Carlos-.
-- Y vos no la apoyes Carlitos- contestó Jorge-. Si mamá dice que no, es no.
Cada uno se fue a su cama.
--Mami, ¿no viste a Spuki?- preguntó Macarena casi gritando, desde una habitación a la otra- No lo vi en todo el día, me parece raro que no estuviera en casa a esta hora.
--A mí también me parece raro-le respondio Cristal de igual manera-, pero bueno; Ya va a aparecer.
--Si, vivo o muerto- bromeó Jorge- Ja ja ja.
Macarena no se rio.

--¡Arriba chicos! ¡Vamos, hay que despertarse que es día de escuela!
Carlos y su hermana tardaron más tiempo de lo habitual en levantarse. Se les hiso tarde y tuvieron que salir sin desayunar.
--¿Apareció Spuki?- preguntó Macarena-.
--Yo no lo vi- le respondió de forma cortante su madre-.
Empezaron el cansador recorrido hacia la escuela, pero al doblar en la esquina de su casa (sin estar a la vista de su mamá), Carlos frenó a su acompañante de viaje y le dijo:
--¿Nos rateamos?
Macarena era una buena chica y nunca hubiera querido hacer eso, jamás le mentiría a su madre.
--No Carli, a mamá no le gusta que hagamos eso. Aparte ¿A dónde iríamos?
-- Iríamos a la casa de las gitanas&
Se despertó una ligera curiosidad en Macarena.
--Vamos otro día, Carli no quiero ratearme- se sentía retraída-.
--No, hoy- contestó de forma clara y precisa-. Mamá no nos dejaría ir nunca.
El tono de seguridad en la voz de Carlos, hizo cambiar de opinión a su hermana.
--Bueno, está bien.-comenzó a sentir adrenalina-.
Grave error, nunca tuvieron que entrar en la casa.

Era un vidrio totalmente negro en el que estaban estampadas en color violeta tres palabras Casa de gitanas. En la esquina inferior derecha, había una puerta de madera que siempre estaba abierta esperando visitas.
Al entrar los dos hermanos, vieron lo más horroroso que observaron en sus cortas vidas: un altar con muchos gatos descuartizados, siendo vigilados por una señora de pelo hasta los talones, que llevaba consigo un vestido de esos que usan las gitanas.
Más de veinte gatos, uno al lado del otro. Boca arriba, con la panza a medio coser y sin falanges.
Los hermanos gritaron al reconocer a un gato en especial. Era el gato de Brenda Silkis, su vecina. Pelusa, al igual que Spuki, habían desaparecido.
--¡Vieja loca! ¡Insolente!- gritaba Macarena con rabia y a medio llorar-.
--¿Qué hace con esos gatos, usted? ¿Dónde tiene a Spuki?- gritó, también, Carlos-.
Los niños respiraban profunda y rápidamente llenándoseles los ojos de lágrimas, buscando a su gato.
--¡¿Dónde está Spuki?! Gritaron a la par los hermanitos-.
La mujer se reía.
--¿De qué te reís, tarada?- la insultó Carlos-.
La gitana comenzó a hablar, y los niños se callaron.
-- Se metieron en el lugar equivocado, mocosos. Si son de este vecindario probablemente su gato este muerto, o descuartizado& Que es prácticamente lo mismo, ja ja ja. ¿Dónde viven?
Macarena no cesaba con su llanto, sin embargo su hermano respondió con pesadez a la mujer:
-- ¿Y vos para que queres saber eso?
-- Solo una casa se salvó de que matáramos a su mascota, capaz son ustedes.
-- Zimbague 143, entre Florida y Lovecraft.
La anciana quedó casi petrificada, y con lentitud dijo:
--Suertudos, esperaba ver a su gato muerto.
--¿Está vivo?-preguntó con esperanzas Macarena-.
A continuación, la gitana les dijo una frase que les hizo regresar corriendo a su casa, no les importaba que su madre los castigue por ratearse, su gato era más valioso.
-- Su casa es la elegida, su gato está vivo, investiga la bolsa.
--¿De qué bolsa hablas? Carlos preguntó muy entusiasmado-.
--Antes de matar a los gatos, los rapamos y dejamos el pelo en una bolsa enorme. Su casa fue la elegida, a él no lo matamos; Sino que lo pusimos dentro de la bolsa, y yo la agujeree para que no se asfixiara. La última vez que la vi, su madre la había entrado a su hogar. Pregúntenle, y ahí tienen a su gato asqueroso, suertudos.
Valenlc30 de julio de 2016

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