Entro tranquila a casa.
Todo parece tranquilo y calmado.
Pero aquello solo es el ojo del huracán.
De repente, decenas de soldados salen de ninguna parte.
Me aprisionan y me inmovilizan.
No se que pasa, pero tengo miedo.
Lo único que acierto a decir es...
Protégeme.
Te veo saliendo rápidamente del dormitorio con el rostro desencajado.
Golpeas brutalmente a dos soldados.
Hundes la cabeza de un tercero en la pared.
Tu cuerpo se tensa de ira.
Tu mente se embota de rabia.
Lucharás hasta la extenuación, hasta lo inimaginable.
No dejarás que me lleven.
Protégeme.
Protégeme.
Puedo ver la sangre saliendo de tu boca.
Saliendo mientras gritas mi nombre.
Intentas deshacerte de los que te aprisionan.
Te llueven los golpes.
Y yo tan sólo puedo gritar una y otra vez.
Protégeme.
Protégeme.
Repito constántemente mientras cierro los ojos.
Y te visualizo.
Te veo destruyendo todo aquello que me causa mal.
Volviéndome a hacer feliz.
Arreglandolo todo y protegiendome.
Protégeme.
Protégeme.
Lo último que pienso antes de abrir los ojos.
Y lo primero que veo es a ti, cayendo de rodillas.
Tus gritos de dolor saturan mis oídos.
Tus gritos de dolor me duelen más que cualquier golpe.
Mientras intentas mover aquellas partes de tu cuerpo que aún te responden.
Sólo puedo desear que toda la sangre que te cubre no sea tuya.
Sólo puedo pensar una cosa.
Protégeme.
Protégeme.
Sigo gritando compulsivamente.
Pero realmente quiero que pares, que dejes de resistirte.
No quiero que te hagan más daño.
Ríndete, deja que me lleven.
No te pongas más en peligro.
Ya estás muy herido. Demasiado herido
Pero...
Protégeme.
Protégeme.
Chillo histérica sin saber porqué.
Con todas mis fuerzas intento alcanzar con mi mano la tuya.
Mirarte a los ojos y ver en ellos la determinación de que todo saldrá bien.
Pero tus ojos están cerrados.
Y ellos mueven tu cuerpo insconsciente hacia afuera.
Yo me esfuerzo lo inimaginable para poder llegar a ti.
Pero es imposible, no puedo hacer nada. Me llevan.
Y mis lágrimas que caen al suelo, tan solo dicen
Protégeme.
