Es cierto, tus pasos y tu cuerpo desnudo llamaron mi mirada, el ver tus nalgas al aire.. tan hermosas, tan finas... mira como bailas tu cuerpo huesudo sin notarlo, en ese andar lento y quejoso... temeroso...
Comienzo a sentir la humeda sangre empapar el cordón blanco que encontraste para atar mis manos a esta pequeña y ridícula silla... Estás nerviosa y te conozco impaciente.
Tenías tanta prisa por atarme que olvidaste apretar la mordaza en mi boca; podría hablar y gritar, pero eso arruinaría el gozo que me causa verte desnuda, recorrer esta habitación con un tapiz de terciopelo que pareciera quemar el aire que dificilmente ahora podemos respirar...
El sudor ha pegado mechones delgados de tu pelo a tu cara, tu espalda y tus pechos. Sé que hace calor por las gotas de sudor que recorren la mía, pero el frio de la navaja que clavaste en mi espalda me ha mantenido a una temperatura, por lo menos compensanble...
Me sigo preguntando porqué no me mataste como a la pareja que yace en el piso. Sus muecas de dolor han comenzado a parecerme cómicas, pronto moriré también y me pregunto, ¿qué harás después? ¿porqué no continuaste clavando esa navaja?
Como si hubieras querido detenerte, quizá para que me salvara de ti misma; o quizá para desangrarme lentamente...
Ya no queda más de mí, mi visión se vuelve más nublada y mi fuerza ya es inutil... te acercas cuando lo notas... mi cabeza perdiendo balance en esta silla... me levantas mi cara para poder ver mis ojos...
