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El Bosque.

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Corría alegre tras de ti, siguiendo tus risas, mientras te internabas en el frondoso bosque. El murmullo de los trinos, de melodiosos pájaros cantores, servía de arrullo a mi carrera. El olor que emanaba la umbría, era invasor de mi extrovertida pituitaria. Mi musculado corazón, latía contento, pues perseguía la más bella mujer que jamás imaginó tener. Te veía cada vez más cerca y mi pulso se aceleraba.


Viene a mi memoria la primera vez que te contemplé, pelirroja, de largos cabellos lacios, graciosas pecas dando colorido a tus pálidas mejillas y unos enormes ojos verdes que se muestran, como el más bello de los campos vírgenes, abierto a mi exploración.


Recuerdo que sonreías al mirarme, parecía tal vez como si te estuvieras riendo de mí. Pero yo sentía algo más, percibía el aroma que surgía de ti, ese aroma de hermosa dama, que siempre tanto me atrajo. En loco me convertí desde que te observé por vez primera. ¿Y del tacto, qué decir? Mis manos de artesano, se pierden entre tus curvas, se convierten en paletas de pintor, dibujando las líneas del cuerpo más escultural, que un ser humano contemplara.


He trazado tus senderos con dactilares bailes, envueltos en palabras murmuradas, a la cercanía de tu oído, entregado a tus perfumes y engalanado por tus besos. Más hoy por fin, te tengo en la espesura, entre petirrojos y ruiseñores, que nos acompañan melodiosos. Necesitado estoy de ti, por vez primera nuestra unión se materializará con la naturaleza.


Cuando por fin, te he alcanzado en un claro del bosque y te he volteado hacia mí, he visto ese brillo inconfundible de deseo, dando luz a tus pupilas. He sido receptor de tu electricidad y me he sentido apabullado, pero feliz en nuestro inicio.


De pie, abrazado a ti, me siento un ser importante. El calor de tu pecho, hace fluir la sangre en mi interior, siento tu presencia como vuelo de mariposas, invadiendo mis entrañas. La unión de los carnosos labios, enrojece mi memoria, me convierte en ser dichoso libando a hurtadillas la candidez de tu boca, que se abre ávida a mi encuentro.


Al enroscarse nuestros apéndices me convierto en aprendiz de tus efluvios, quisiera conocer los sabores y la consistencia, de todos los líquidos que atesoras. La química de tus sensibles alhajas me da vida, me enloquece y me socava, pero siempre me hace padecer. Soy como las hojas de un sauce, sometido, al batir insaciable del otoñal viento.


Al sentir tu níveo cuello expuesto, no he podido dejar de detenerme en él, lo beso y lo idolatro como a un dios marmóreo, de alabastro. Mi lengua se convierte en su amante y lo recorre silencioso, de parte a parte, brindándole todo su amor. Vislumbrándolo, diríase que tu busto, es el de Cleopatra, ¡cuánta belleza compone tu cuerpo!


Intento no sucumbir al embrujo de tus senos, intenso mundo onírico, en el que a veces me convierto en bebé, que se alimenta de ellos. Eres el suave aleteo de un colibrí alimentándose en un campo de hermosas azucenas. Mis manos y mis labios no pueden pasar sin dejarles un mensaje, sus formas y su tacto, son la puerta del camino de la ensoñación. Me siento perdido cada vez que me detengo en ellos.


¡Qué decir de tu ombligo!, no puedo llegar a él sin trazar sus formas. Esa hendidura marcada por un redondel perfecto. Sublime frontera, que me lleva a los confines de un mundo de locura y éxtasis.


Anclado a tus caderas, recuerdo un paisaje enmarañado, en las cercanías de un venusiano monte, que gracias a ti habita la Tierra. Estos lugares abren el camino a una dulce gruta enmarcada entre dos carnosos labios. Los efluvios que surgen de ella alborotan mis sentidos, me hacen perder el control. Siento que soy un ente sin voluntad cuando tu rosa acaricio, me siento perdido cuando alcanzado tu sentimiento, sé que en ti me he de derramar.


Tu dulce voz acaricia mis entrañas, mientras cabalgamos el corcel del amor. Siento el canto de sirenas, que me llaman a morir en sus escollos, anclado a ti, a tu presencia. Al dolor de saber que nunca podré morir entre tus piernas, que es algo que seguramente me esté vetado. Pero no importa, navegaré tu grupa idolatrada de norte a sur, seré pirata infame que roba tu tesoro y se hace con él entre sonrisas. Habitaré el mundo del amor junto a tus ojos, y como negra golondrina, un día me alejaré en busca de otras primaveras, pero siempre en mí, anidará tu memoria, porque eres la más bella flor que siempre transita mis sueños.


Bueno, ahora he de dejarte, amor, debo dejar de soñarte por unos momentos, ya empieza a mover mi silla de ruedas Ramón, me llevará al comedor. Es la hora de la cena y en este hospital de parapléjicos de Toledo, nunca abandonan a los pacientes, siempre nos dan de cenar a nuestra hora, lo siento.


Un auténtico placer para mi mente, estar contigo, volveré de nuevo a verte, si puedo, esta noche.





Voltereta06 de febrero de 2018

3 Recomendaciones

1 Comentarios

  • Remi

    ¡Vaya sorpresa de texto! puro erotismo, que belleza de vocabulario.
    "El olor que manaba la umbría, era invasor de mi extrovertida pituitaria", de tantas frases destaco esta.
    Estoy impresionada con tu sensual prosa.
    Un saludo Voltereta.

    07/02/18 05:02

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