En el cansino vaivén del péndulo
se desvanece mi memoria,
olvidadiza,
de mundos antiguos,
maraña tejida por Penélope
en la espera del destino,
que esquiva se derrumba
en acantilados de penumbras,
en las que la vista se pierde
en derroches de imaginación
en salitres de espumas blancas
perpetradas por guerreros
de carnes flácidas y pútridas,
abandonadas a la intemperie
de un tiempo que las desnuda
en ausencias de oscuridades
y en miradas taciturnas
de míseras plañideras
teñidas en negro y púrpura
transitando la senda misteriosa
que nos conduce al túmulo
de nuestra última morada.
