Buceando en la memoria, los elementos que conforman el pasado, son como una niebla espesa, en la que hay que andar con cuidado para no darte de bruces con la realidad. Los recuerdos se tornan esquivos y es difícil subir a lo más alto de la ladera, desde donde se divisa todo lo acontecido. Las historias alegres aparecen en primer plano en colores pastel, con matices luminosos, mientras los paisajes dolorosos se ocultan en lo más profundo del horizonte, en tonos grises o zainos y profundamente mate.
He vivido historias impensables, en paisajes abruptos de la humanidad, he luchado con dragones que escupían fuego que a veces me han quemado y otras he vencido, pero siempre han dejado huella en mi corazón. El dolor del guerrero le acompaña siempre, es algo de lo que nunca puede escapar y que hace que el descanso del soldado, sea una simple quimera. Los campos de margaritas se tornan campos de amapolas, al teñirse de sangre de la contienda y los cuervos miran a través de los ojos de los muertos, intentando adivinar su pasado.
He hoyado bosques y selvas que el hombre en su desdén y codicia, ha convertido en tierras estériles, dejando a los animales que los habitaban, en un camino de perdición y exterminio. Con nuestra inmundicia y forma de vida, estamos deformando el curso de la existencia en la Tierra y probablemente esta nos sobreviva en su desdén.
He visto explosiones de múltiples colores y forma de seta, que han acabado con la vida de millones de seres humanos, causando dolor y devastación. Hay hombres que matan en nombre de un dios que tal vez no exista y si existe tal vez sea un desalmado y no merezca el nombre de Dios. Hay dioses que tal vez existan y sin embargo no hacen nada por alegrar la vida de sus seguidores, ídolos de barro en un altar de oro, que menosprecian a la humanidad.
He sentido la caricia de la brisa del mar, en la alborada y en el ocaso, conformando una sensación idílica que cautivaba mi espíritu en una inmensidad azul, en la que mis ojos se perdían embelesados en el aroma a salitre y libertad.
He disfrutado la ambrosía de los labios del amor y su néctares, que embriagaban mis sentidos trasportándome al paraíso más hermoso, que mi memoria pueda recordar, extraviado en la profundidad de unos ojos verdes, que profanaban mi sensibilidad y me hacían sentirme el rey del universo. He cabalgado el corcel de la pasión y el viaje ha sido lo más extraordinario, que ha conocido mi ternura como amante y como exiliado de la razón.
Soy consciente de que mi locura me lleva a transitar espacios prohibidos, en los que la mente humana no debe entrar, pues los ladrones de almas, están dispuestos a robarnos todo lo que tenemos dentro y dejarnos desnudos, tal y como vinimos al mundo. Intuyo que la soledad es el único camino que puedo recorrer para ser totalmente libre y poder jugar con mi memoria, sin que los fantasmas de lo políticamente correcto, vengan a atormentarme.
Es por eso, que desde tiempo inmemorable, camino en soledad y en silencio, para no alborotar esos espectros, que pueden llevarme al abismo de la ignorancia y de la perdida de mis recuerdos.
Izo la vela de mi barco y me encamino al infinito, a navegar los mares de la propia espiritualidad, en los que alguna vez, en el transcurso del tiempo, arribaré a un lugar en el que al fin pueda ser, yo mismo y alcanzar la felicidad.
