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Princesas que Salvan a Princesas Sin Reino

Érase una vez… Los ojos más bellos del reino asomándose por las rendijas de una casa casi destruida.

Reino sin cielo, donde los malvados reinaban y los campesinos habían dejado de ayudarse entre ellos.

Pero ella, sin fijarse en la destrucción que le rodeaba, miraba maravillada la sonrisa de esa joven campesina al agradecer la compra de una manzana. No era la primera vez que la veía, acudía cada mañana a esa rendija y cada día se sorprendía de mantener el mismo sentimiento dentro de ella al contemplarla. Mejor que mariposas bailando.

La muchacha de tez clara agarraba la manzana, le daba el dinero al comerciante sin apenas rozarle, le sonreía y se marchaba. Ni una palabra.

Los ojos más negros que marrones la recorrían sin que ella lo supiera. Detrás de la rendija una inteligente analfabeta se hacía cien preguntas: Como sería su voz, debía ser tan bella como su rostro; como sería rozar su mano, que afortunado el comerciante; tal vez se desgastaría su piel si la acariciaba, parecía tan delicada…

Todo cambio el día que quiso acercarse. Dejo el refugio del muro con rendijas y pidió trabajo al comerciante. Él, reacio en un principio, acepto tras la proposición de esos ojos ofreciéndole suficiente dinero para pasar la mañana en la taberna y diciéndole que lo recuperaría con ganancias.

Tan puntual como siempre llegaba. Ya tenía los ojos puestos en ella. Se iba acercando y los nervios aumentaban. Los ojos más bellos del reino decidían esconderse tras una capucha ante una sonrisa que les igualaba en belleza.

El tiempo pasaba a cámara lenta. Agarro la manzana con sus largos dedos, le intento mirar a los ojos pero la capucha los volvía completamente oscuros. Primer movimiento fuera de lo planeado, curiosidad en su mirada por saber quien se ocultaba.

Mientras la otra joven estaba casi congelada, aunque por dentro tuviera un torrencial, observando a la otra con el mismo amor de siempre. Curiosidad por saber quien era, ya se sentía especial.

Hora de pagar. Intentaba que la mano no le temblara y por suerte lo conseguía, aunque la otra mano no pudiera pararse. La iba a rozar. Y la rozo. Que textura, mejor que el algodón del rey. Pero quito su mano rápido, al fin y al cabo la capucha no protegía sus manos desgastadas por el trabajo a tan corta edad.

La muchacha de tez clara, aun con curiosidad e incomodez por la rapidez de la mano quitada, siguió la rutina y le sonrió a modo de agradecimiento.

“De nada”, salio sin pensarlo con una voz en ella que jamás había oído. Su voz había cambiado, su voz se había vuelto más melosa ante la presencia de la otra. Esa voz jamás había mostrado tal grado de amor a base de sonidos ni aunque en el pasado se lo hubiese propuesto. Era especial, era única, era la primera vez y era para la joven de sonrisa estupefacta.
Estupefacta, quieta, sorprendida y con la mirada clavada en la sombra creada por la capucha. Y en cuanto se recupero, se marchó sin mirar atrás.

Termino la jornada, le entrego el dinero al comerciante y se marchó de vuelta a las rendijas de su hogar.

Pasó la noche contemplando la oscuridad. Era un reino sin estrellas.

A la mañana siguiente se puso la capucha y rápidamente llegó hasta el lugar donde la otra muchacha estaba ya casi agarrando la manzana. Se le notaba apenada. ¿Qué le sucedía? No había tiempo. Le impidió agarrar la manzana y en su lugar coloco su mano.

La miró sorprendida, nuevamente había cambiado su rutina y esta vez de una forma repentina. En un principio quiso soltarse pero esa capucha se le hizo familiar.

Una locura, una gran locura lo que estaba haciendo, pero no podía pensar, tenía su mano entrelazada con la de ella. La llevo lejos, lejos de las casas destruidas y los muros deshechos, salio al campo y junto a un manzano la miró.

No comprendía nada, solo la seguía hasta pararse en aquel manzano. Se sentía tan rara, confiaba demasiado en aquella extraña, más que en nadie. Ella que se creía incapaz de amar dejo sus dudas atrás cuando le quito la capucha. Realmente eran los ojos más bellos del reino, aunque nadie se lo hubiese dicho antes. En su rostro se dibujo una sonrisa.

La sonrisa se le contagió y por primera vez en su vida notó un brillo en sus ojos. Le intentó decir con palabras lo que su corazón sentía. Sonaba mejor que las cuerdas de un arpa.

Le escuchaba sin decir palabra, ella había creado un mundo para si misma y ahora formaba parte de otro. Algo inimaginable. Y cuando habló no le dijo que la quería, pero se lo demostró solo con existir.

Desde ese día el cielo esta cubierto de estrellas en el reino. Cuando se quedaron a oscuras tras la marcha del sol sus ojos brillaban de tal forma que se lo contagiaron al cielo y así lo siguen haciendo cada noche, permaneciendo juntas. Amándose con sonrisas y miradas.
Vozdeanis23 de agosto de 2013

4 Comentarios

  • Polaris

    Te felicito, me ha gustado.

    Pol.

    23/08/13 07:08

  • Vozdeanis

    Muchas gracias por leer y comentar!! Me alegro ^^

    23/08/13 08:08

  • Sinchan

    Bonito origen para las estrellas!

    Un beso
    Lis

    24/08/13 10:08

  • Vozdeanis

    Mil gracias Lis!!

    Besos :)

    25/08/13 12:08

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