Pudieron tener una conversación encantadora expresando las mejores cualidades sociales de cada uno. Pudieron mantener el contacto para evitar perderse en el mar de gente. Pudieron pasear y sentir el gusto por las virtudes del otro. Pudieron dejar de pelear por aquella cena que ambos quisieron pagar. Pudieron dejarlo todo. Pudieron decidir continuar y enamorarse de los defectos del otro. Pudieron ser uno con el universo. Pudieron ser la raiz de la mítica familia perfecta que narran los relatos más tópicos. Pudieron verlos crecer, pudieron verlos descarrilarse, pudieron verlos cometer los actos más bellos y horribles. Pudieron sufrir y amar con cada uno de ellos. Pudieron alejarse del ruido de la ciudad y asentarse en aquella colina donde habían salido a correr en algún momento de la juventud. Pudieron repirar el último aliento a la vez.