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Cañas de Azucar

Era hora de partir y dejar todo atrás, tanto las cosas que fueron buenas y otras que fueron simplemente terribles, pues ya no había retorno. Eso pensó colín Williams. Él porque seguía en el mismo sitio ni él lo sabía, no toleraba su inestabilidad, sentía un dolor pulsante en sus pulmones cada vez que por ellos corría la fresca brisa de aquellas verdes y frondosas montañas que rodeaban su hogar. Cada latido de su joven corazón era algo así como expulsar e impregnar de veneno todo su ser. ¿Pero qué hacer? ¿Empezar desde cero? Pero empezar desde cero no lo ayudaría en nada solo complicaría las cosas, quería partir desde ya, dejar su vida atrás junto con ella aquellos recuerdos, ya había enterrado a sophia pero también deseaba enterrar aquellas emociones y recuerdos en algún lugar de aquellas montañas, cavar metros y metros para sepultarlos y ya pasados años de tranquilidad volver a aquel sitio desenterrarlos y sentir de nuevo aquella angustia ya con un poco mas de edad eso lo ayudaría fácilmente a morir y de ese modo recuperar esa gran agonía y mezclas de sentimientos donde el que predomina es ese profundo odio.
Y es que todo fue planeado desde el momento en que supo de la traición de su amada.

La pala ensangrentada guardaba reposo en garaje, las ropas y prendas de sophia ya eran cenizas, no había chance para el arrepentimiento estaba convencido de que se lo merecía. Merecía morir de esa horrible forma, no quedaba nada de aquel hermoso cuerpo. Miembro por miembro fue separado (diseccionado) poniendo presión en la pala para cortar cada pedazo de ella, sin ningún rastro de dolor la enterró.

Se acercaba la temporada de cosecha donde para este año las ricas cañas de azúcar vendrían más dulces que en otras ocasiones ya que colín utilizo esta vez un abono muy especial. Las cañas vendrían con esencia a ella, a sophi más dulce que la miel y con la textura del algodón de azúcar cuando se desase en la boca, como sus añorados besos, los besos que ella solía darle. No había trascurrido ni mediodía cuando colín ya la extrañaba, la amaba más que a su propia vida. Entre sus dedos sostenía un mechón de la larga cabellera de su esposa, todavía tenía un pequeño vestigio de su aroma. El mechón negro brillaba a la luz del atardecer. Álbumes fotográficos regados por toda la sala, fotos donde se reflejaba que en algún tiempo sus vidas fueron maravillosas.

No se molesto en cambiarse de ropa, todavía llevaba puestos sus jean desgastados, una camiseta de poliéster y sus botas para el oficio de siembra. Todo manchado de sangre seca... Continuara

Xty729 de octubre de 2011

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