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Mercenario - Capitulo 1

CAPITULO 1

Las calles estaban desiertas y hacia frío, pero por lo menos la luna estaba llena. En realidad no era un mal escenario para el trabajo que Jhonas se traía entre manos. Se movía como una sombra envuelto en su capa oscura y asomándose ligeramente a cada esquina para comprobar que no había ningún guardia a la vista.

Su objetivo era una gran mansión a un par de calles de distancia.
Su cliente, un adinerado coleccionista, quería que le consiguiera cierto manuscrito que se guardaba allí, eso habría sido bastante fácil para el de no ser porque el actual poseedor del documento ya estaba advertido de que alguien intentaría robarlo.

Había guardias patrullando los muros, uno en cada ventana, dos en las puertas traseras y cuatro en la principal. Además sus investigaciones le habían puesto sobre aviso de algunas defensas mágicas y algo más. El parecer el dueño de la casa había contratado a un mago de reconocido prestigio para ayudarle en la defensa de su precioso pergamino. Jhonas sonrió: por fin un trabajo divertido.

Un repentino alboroto lo saco de sus pensamientos, lentamente se dio la vuelta y observo como su aprendiz se levantaba del suelo rápidamente y apartaba los trozos del ánfora con la que había tropezado. Jhonas se bajo la capucha y la miro con el ceño fruncido. Se trababa de una chica joven, no muy alta pero delgada con amplios ojos castaños y una corta melena negra, en general daba una falsa impresión de inocencia e ingenuidad.

Diana, pues así se llamaba la joven, no parecía la aprendiz mas apropiada para un mago, en realidad no parecía la aprendiz más apropiada para nadie. Podía ser tan ágil como un gato para segundos después, normalmente cuando menos te los esperas, meter la pata de la manera mas catastrófica.

Cuando Jhonas la conoció trabajaba para un noble haciendo de escudero para su hijo. Pero el chaval no la trataba demasiado bien y se burlaba de ella. Un día la familia invito a Jhonas a cenar por trabajo y el hijo del anfitrión quiso demostrar su habilidad con la espada ante el famoso “Mago mercenario” vapuleando a su pequeña escudera. Diana no se movía bien con una espada, por eso soltó la que le habían dado y saco un par de dagas largas que le colgaban del cincho, el combate fue interesante pero sobra con decir que el joven noble no pudo mover la muñeca en una semana por la forma en la que Diana lo había desarmado y que estuvo sin mirarse en el espejo casi un año por la marca que le había dejado en la cara una de las dagas. Esa noche Diana perdió su trabajo y Jhonas gano una ayudante.

La chica se sacudió la capa amarilla, un color poco apropiado para su trabajo según Jhonas, y fue apresuradamente hacia a su maestro. Este le indico con la cabeza que lo siguiera y continúo andando. Llegaron lo mas cerca de la mansión que podían sin ser descubiertos y observaron. Era un edificio alto y de gruesos muros, la mayoría de sus ventanas estaban a oscuras pero en todas se distinguía la silueta de un guardia armado.
Jhonas se puso a cubierto tras una esquina y llamo a Diana:

-Seguimos con el plan, y si alguno no pica te lo cargas ¿vale?

Diana hizo un gesto de disgusto:

-No me apetece matar gente jefe, ¿no puedo limitarme a dejarlos k.o.?

Jhonas suspiro:

-Vuelve a mirar.

La chica asomo la cabeza por la esquina e intento buscar algún detalle que se le hubiera escapado, los guardias estaban bien armados, espadas y lanzas pero no armas arrojadizas, todos se envolvían el rostro con lo que parecían grandes pañuelos pero no noto nada mas… asta que uno de los guardias se dio la vuelta y dejo a la vista lo que parecía ser una larga y fina cola. Diana volvió junto a su maestro con peor gesto que antes:

-Hombres rata… ¿Qué clase de noble contrata a hombres rata?

-Tengo una ligera idea… ¿a esos si los puedes matar?

Diana se limito a encogerse de hombros y Jhonas le sonrió:

-Bien. Recuerda: será un asalto rápido y brusco, entrar robar y salir. ¿Lista?-ella asintió.- Vale, pues a la carga.

Jhonas aparto su capa para dejar a la vista una aljaba llega de saetas y una ballesta de mano que le colgaba de un arnés especial. Monto la ballesta y le cargo un proyectil con las plumas blancas y celestes. Apunto a uno de los callejones laterales que flanqueaban la casa y disparo. La saeta se perdió en la oscuridad y unos segundos después escucharon un insoportable ruido que provenía de allí. Los guardias de la puerta principal se miraron unos a otros y empezaron a discutir, finalmente tres de ellos corrieron a ver de donde procedía el ruido y el cuarto se quedo plantado delante de la puerta.

Cuando el grupo de tres hubo desaparecido tras la esquina de la casa Jhonas y Diana salieron de su escondite y fueron hacia la puerta, el hombre rata restante desenvaino su espada y planto los pies en posición defensiva mientras llamaba a voces a sus compañeros, pero con el atronador ruido de la saeta de Jhonas no podían oírle.

Diana entonces desenvaino sus dagas por lo bajo y esprinto hacia el guardia que sostenía su arma en posición vertical, con un rápido golpe de daga aparto la espada, después giro sobre su pierna izquierda y lanzo una patada sobre su enemigo que lo estampo en la puerta, el repugnante ser perdió el equilibrio y se apoyo en una de sus rodillas. La otra daga subió entonces como un relámpago hacia la cabeza desprotegida del guardia.

Cuando Jhonas llego a la escena del combate el hombre rata estaba tirado frente a la puerta con la garganta rebanada y Diana limpiaba su daga en el cuerpo:

-Buen trabajo. Ahora si te ocupases de la cerradura de la puerta…

Diana se dirigió a la puerta y se arrodillo junto a ella, saco una ganzúa de uno de sus bolsillos y la introdujo en la cerradura:

-No tenía que haberlo matado, debí dejarlo sin sentido…

-¿Desde cuando te arrepientes de matar estos bichos?

-Desde que se como huelen cunado los matas…

Justo entonces la cerradura soltó un “clic” y la puerta se abrió. Diana extendió el brazo indicando a Jhonas que entrara:

-Tu primero jefe.

Jhonas le dedico una de sus sonrisas, una pequeña reverencia y entro, la chica lo siguió ágilmente y encajo la puerta tras de ellos.

El recibidor de la mansión era tan suntuoso como el exterior: tapices, estatuas y cuadros con marcos dorados lo adornaban, el fondo de la estancia conectaba con un pasillo amueblado de igual manera y lleno de puertas.

Una vez dentro, y después de asegurarse que no había enemigos a la vista, Diana volvió a agacharse junto a la puerta con la intención de cerrar el cerrojo, pero Jhonas la aparto. El mago rebusco en una de las bolsas que le colgaban del cinturón y saco un frasquito del tamaño de un pulgar lleno de un extraño líquido blanco. Entonces se aparto y lo lanzo contra la puerta. Diana se había puesto a cubierto esperando algún efecto impresionante, pero el frasquito solo se rompió esparciendo su contenido por la puerta. La chica miro a su maestro:

-¿Eso es todo?¿Sin explosiones ni luces brillantes?.

Jhonas cargo una saeta y disparo contra la puerta. De inmediato un potente resplandor azul cegó a Diana. Pero cuando recupero la vista no pudo creer lo que estaba habiendo, la puerta y parte de la pared se habían convertido en hielo, no se habian congelado, ahora eran una sola pieza de hielo soldado con forma de puerta y pared. Jhonas empezó entonces ha andar hacia el largo corredor visiblemente complacido, Diana lo alcanzo a la carrera poco después:

-¿Cuánto te ha costado ese truco?

Jhonas se hincho de orgullo dentro de su capucha:

-La poción trescientas platas en la tienda de Aris, la flecha la hice yo.

-¿Trescientas platas? La recompensa por este trabajo debe de ser buena.

-Tres mil platas.

-¡¿Tres mil…?!- El grito de la muchacha asusto incluso a Jhonas.- Tres mil por un viejo pergamino… Con esa cantidad se puede comprar una biblioteca entera.

El mago se detuvo ante una de las puertas casi al final del pasillo, la abrió y entro en una amplia sala con Diana acosándole aun con sus preguntas:

-¿Qué vas a hacer con tanto dinero? ¿Vamos mañana al mercado a celebrarlo?

La habitación estaba en gran parte vacía, había unas cuantas estanterías en las paredes casi todas ellas con libros, una mesa en una esquina también llena de libros y pergaminos extendidos y por ultimo había una vitrina de cristal con un pergamino enrollado dentro. Además había un extraño personaje ante la vitrina: Lucia un habito verde con adornos plateados y unas vistosas hombreras de plata, era totalmente calvo y mostraba una sonrisa de superioridad que no le gustaba nada a Diana.

Cualquier otro se hubiera lanzado a la carga o se hubiera dirigido a su contrincante con actitud desafiante, pero Diana conocía el estilo de guerra psicológica de su maestro, incluso la divertía, por lo que decidió ignorar al desconocido:

-¿Y cuando dices que cobramos Jefe?

Jhonas la miro a los ojos con una sonrisa, complacido con la actitud de la chica:

-En un par de días, cuando entreguemos el pergamino.

Al ver como la pareja lo ignoraba la sonrisa de superioridad desapareció de la cara del extraño. Y Diana fue entonces la que tuvo que contener una sonrisa, de verdad le gustaba el estilo de su maestro:

-Pues no nos ha resultado tan difícil como esperaba jefe, tres mil platas regaladas…

El extraño grito:

-¡Jamás conseguiréis el pergamino mientras yo este aquí!

Diana hizo como si lo acabase de ver:

-¿Y se puede saber quien eres tu?

Jhonas se adelanto al extraño:

-Es Cenús el amante de las ratas, un mago.

El recién presentado Cenús ya casi no cabía en si de ira:

-¡Yo soy Cenús!¡El gran mago y erudito!

Jhonas volvió a ignorarlo fingiendo que explicaba a Diana:

-Sabia que estaba por aquí desde que vi que los guardias eran hombres rata, le gusta hacer experimentos con las ratas, experimentos de todo tipo… no se si me entiendes.

Diana estaba apunto de estallar en carcajadas pero se sereno y se dirigió a Cenús:
-Estaba bien Cenús, El gran amante de las ratas, o te quitas de en medio o te quitamos nosotros, tú eliges.

Cenús estallo, preparo un hechizo que trajo un pequeño dardo de energía a su mano y se lo arrojo a Diana. Pero ella ni siquiera tuvo que moverse para esquivarlo, el mago estaba tan nervioso y lleno de ira que había fallado por varios metros. Diana se encogió de hombros:

-Te quitamos nosotros entonces…

Entonces la mueca de superioridad volvió a la cara de Cenús:

-¿Y como lo haréis pequeña? Se que tu maestro es un gran mago, todos los hechiceros conocen el nombre de Jhonas “el héroe de la batalla de Golef” “el hombre que derroto al demonio Seroth”, pero yo estoy preparado. Pregúntale a el si no me crees.

La chica miro a Jhonas y este asintió mientras cargaba su ballesta:

-Tiene alrededor escudos mágicos invisibles de muchos tipos: contra fuego, contra hielo, contra rayo, en realidad contra todo tipo de elementos. También siento unos cuantos de antihechizos que desharían cualquier conjuro que intentase inmediatamente. Y por supuesto tiene muchos hechizos de evocación listos por si intentamos acercarnos: bolas de fuego, relámpago, etc…

La carcajada de Cenús resonó en la sala:

-Eres muy bueno descubriendo hechizos, pero me temo que no terminas de comprender la situación: ningún tipo de magia puede pasar mis defensas, ni siquiera esas flechas mágicas que tanto te gusta usar…

Jhonas levanto la ballesta y disparo. Y para sorpresa de Cenús esta recorrió toda la estancia sin que reaccionarse ninguna defensa mágica y se le clavo en el hombro. Más de la mitad de la saeta estaba dentro del brazo del mago y este gritaba de dolor mientras se sujetaba la herida:

-¡¿Qué embrujo es este?! ¡¿Qué conjuro puede atravesar las defensas mágicas más poderosas?!

-En realidad… ninguno.-Jhonas volvía a cargar su ballesta.- Se te ha olvidado poner un escudo contra ataques físicos so idiota.- Diana lo miraba con curiosidad.- Adelante Diana, compruébalo.

La chica cogió por la hoja una de sus dagas y se la arrojo a Cenús que se ahora se apoyaba penosamente contra la vitrina del pergamino, esta se clavo en la pierna del mago tan limpiamente como lo había hecho la saeta. Cenús cayó al suelo gritando y llorando. Diana empezó entonces hacia el de manera despreocupada:

-¡Pues es verdad!¡Hay que ser muy idiota!- Cuando llego a su altura le saco la daga de la pierna de un tirón, Cenús se revolvió en el suelo de dolor.- ¡Hay que ser imbécil “ama ratas”!. Bueno, y ahora por el pergamino.

Diana fijo su atención en la vitrina pero Jhonas la alcanzo y le sujeto la mano antes de que la tocara:

-Seguramente haya alguna trampa instalada.

Diana se libero suavemente de su maestro y observo con cuidado toda la estructura de la vitrina hasta que lo encontró. Había un pequeño pasador sujeto a un hilo listo para romperse si se movía la tapa de la vitrina. La joven se volvió a su maestro:

-¿Y como lo sacamos de ahí sin activar la trampa?

Jhonas se arrodillo ante Cenús y empezó a rebuscar en la túnica:

-No creo que haga falta. Si el verdadero pergamino es tan valioso no lo usarían de cebo en una trapa. Se lo habrán confiado al todo poderoso mago que esta a cargo de su defensa.

Jhonas se levanto llevando el famoso pergamino en la mano y se dirigió a la puerta :

-Vámonos de aquí antes de que lleguen los guardias.

Diana lo siguió dando saltitos de alegría como un cervatillo:

-Adiós idiota…-el ruido del crista roto la interrumpió, rápidamente Jhonas y ella se giraron para ver a Cenús que de alguna manera se había levantado y había roto la vitrina con la mano.- Mierda…

Una sección de la pared del fondo se desprendió de repente y por el hueco resultante salio un enorme ser peludo. La chica trago saliva:

-Joder, a este tipo le gustan las ratas de verdad…

Era un enorme hombre rata de unos tres metros de altura, que hecho un vistazo a la habitación buscando un objetivo. Llevaba unos grilletes en las muñecas de los que colgaban unas cadenas que debían haberlo estado sujetando hasta que se activo la trampa y también tenía un bozal en el morro que se arranco de un tirón después de salir de su agujero. En menos de un segundo localizo a los dos ladrones y comenzó una loca carrera hacia ellos.

Jhonas reacciono rápidamente, cambio la saeta de su ballesta y disparo. Nada mas acertarle al monstruo en el pecho el proyectil exploto tumbándolo, pero el ser empezó a levantarse de nuevo poco a poco. Diana y Jhonas no perdieron el tiempo, abrieron la puerta y empezaron a correr por el pasillo. Instantes después la puerta que habían dejado atrás estallaba en astillas y de ella salía el enorme hombre rata mas furioso que antes. Maestro y alumna no se pararon para mirar atrás, pero Diana se acordó de la puerta de hielo:

-¿Que tiene preparado para abrir la puerta que has congelado?

Jhonas la miro sin parar sin correr:

-Un buen explosivo, pero se lo acabo de disparar a la rata que nos persigue.

La aprendiz le dedico una mueca:

-Habrá que improvisar.- Nada mas llegar al recibidor Diana abrió una de las puertas laterales que resulto dar a una escalera de subida.- ¡Por aquí jefe!.

Subieron atropelladamente entonces, unos segundos después, el hombre rata reventó también aquella puerta y los siguió escaleras arriba mientras escupía una asquerosa baba blanca. Por si fuera poco un guardia se había asomado por el final de la escalera, pero la rapidez de Diana acabo con el: primero lo embistió con el hombro y después, sin separarse un milímetro de el empujo una de sus dagas por debajo de las mandubí las de su victima en dirección al cerebro. El peso muerto del cuerpo tiro de ella hacia el suelo pero la chica rodó sobre el y se levanto ágilmente apoyándose en una rodilla. Entonces se dio un segundo para evaluar la situación: estaba en otro pasillo, a su izquierda tenia puertas, a su derecha ventanas y de frente… de frente venían otros cuatro guardias rata. Además tenían al hombre rata gigante casi encima. El instinto actuó por ella y la hizo girar a la derecha, corrió todo lo que pudo y embistió una de las ventanas que se hizo añicos.

Diana había oído que cuando te lanzas desde una gran altura la caída se te hacia eterna, pero para ella paso enseguida, tal vez seria por que iba con prisa. Cuando llego al suelo rodó para contrarrestar el golpe y se puso de pie de un salto. Jhonas cayó a su lado un segundo después. Diana lo ayudo a levantarse tirándole de la capa:

-¿Estas bien jefe?

Jhonas no la estaba mirando a ella:

-Ellos están mejor…

Diana siguió su mirada y vio a los mismos tres hombres rata que habían ido a comprobar el ruido de la saeta de Jhonas dirigiéndose hacia ellos a toda velocidad y con las espadas en alto. Diana y Jhonas prepararon sus armas y fueron retrocediendo paso a paso hasta que pegaron las espaldas a la pared y el enemigo casi encima. Pero antes de que nadie pudiese atacar se escucho un horrible grito procedente de encima de ellos y el gran hombre rata que los había estado persiguiendo apareció de un salto por la ventana rota… para caer encima de dos de los guardias.

El enemigo que quedaba en pie observo la escena: sus dos compañeros estaban en el suelo, aplastados por su gigantesco congénere que, además, había resultado empalado por las armas de los guardias. A su lado había dos humanos armados mirándolo con cara de pocos amigos. Los hombres rata tienen fama de ser unas criaturas bastante estúpidas, pero este hizo un movimiento muy lógico: soltó el arma y hecho a correr.

Jhonas y Diana se miraron el uno al otro, envainaron sus armas y empezaron a correr.

Unas cinco calles después se giraron para comprobar que nadie los seguía y entraron por un callejón lateral. Diana, sintiéndose ya a salvo se acerco a Jhonas:

-¿Y que piensas hacer con las tres mil platas?

Jhonas se bajo la capucha y la miro con cara de resignación:

-Está bien, está bien. En cuanto cobre nos vamos de compras, ¿Contenta?

Diana dio un salto de alegría:

-¡Bien! Me encanta trabajar contigo jefe…

Entre risas y bromas dirigieron sus pasos a la taberna “El barril roto” donde les esperaba un buen fuego, una conversación agradable y un par de pintas de cerveza.

Poco a poco se perdieron en la noche como dos sombras. Pero antes de desaparecer entre las callejuelas la ladrona de la capa amarilla se dirigió de nuevo a su maestro el mago:

-Jefe…

-¿Qué?

-No me puedo creer que el tal Cenús fuese tan idiota…

-¿Verdad que si?



Zuppy28 de abril de 2008

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