Del sombrero le colgaba el alma. En el saco guardaba los pasos. Me crucé en su camino arrastrado. Poseí un momento su angustia. Le conocí por dos segundos. En su mente solo había ángulos. Todos. ¿Qué mundo es éste que permite que conceptos arcaicos y tan universalmente significantes se guarden en vasijas quebradizas?
Continué transitando, consternado y amplificado por la duda. Toqué una dama mientras cosía. Supe lo que tenía dentro. Mediciones atinadas. Valores y pesos. Constantes y ramificaciones. Hay algo raro en éste círculo que lo posee todo. No sabe distinguir entre damas cosiendo y cajas fuertes. Donde debieran estar los secretos locales de una madre ignorante están las respuestas y las decisiones del azar.
A la vuelta un niño me sorprende. Seco me adivina. Lo sabes todo ya. De las damas y los viejos. De las garzas que contienen pasadizos. Y de los vagabundos que encierran dilemas y percepciones. Sépase que no se tolerará tal atrevimiento. Has de ser resuelto y guardado en un gato perdido, junto con las inspiraciones y los laberintos.