Carmín
Un sendero que conduce a otros y todos llevan a la cima de la colina, allá donde se haya una cruz tallada en roca rodeada de cruces abenuz y rocas en medio de un helénico paisaje que guarda en sus columnas y capiteles las memorias de mil parejas de enamorados que soñaron allí y que fatalmente tomaron mil caminos hacia un bello ocaso.
Mil veces carmín
Al principio sólo siluetas, luego figuras
¿De hombres? ¿De mujeres?... sólo figuras sin rostro, sin sexo, sin olor y sin color.
Los más lozanos se adentraron presurosos buscando un espíritu puro y llegaron hasta el ágora donde reposaron encontrándose así con los demás que como ellos, habían tomado su tiempo para descansar sin abandonar su búsqueda, en cambio los viejos y pesimistas atravesaron el lugar y al no encontrar algo que les hiciera detenerse a soñar, así como llegaron se fueron huyendo de sí mismos, decepcionados, buscando un lecho apropiado entre la maleza para engendrar allí su silencio perpetuo.
Al final del camino mil veces teñido de carmín, al centro del ágora, entre las cruces de madera hay un redondel formado por rocas grises carcomidas por las fauces del voraz vendaval que aúlla por las noches
Aquella cruz
supieron al verla que sus almas se hallaban sembradas, sepultadas bajo el monumento, brindándole vida, belleza y eternidad.
Cada pareja arribó por un camino distinto permitiéndole al pétreo monolito contar cada noche la misma historia desde distintos enfoques, con una luna creciente como testigo de la inocencia que yacía en aquel lugar al final de la senda manchada por el vino fermentado dentro de mil corazones.