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La Historia Sin Título (cap 2)

Bueno, supongo que debería contar mi historia desde un principio, aunque me supongo que habrá quedado bastante claro. Sandra y yo, éramos como… algo más que amigos. No lo entiendo muy bien ni yo mismo. Habíamos quedado muchas veces, habíamos tenido momentos “pareja” pero no llegamos a serlo por desgracia. Y es que yo, la quería. Nadie sería capaz de figurarse cómo la amaba y de qué manera. Nunca me había atrevido a negarle nada ni tan siquiera a contestarle. Todo era como ella quería, donde quería y cuando quería. Si yo veía una flor blanca y ella me decía que era roja, yo me daba una palmada en la frente y le daba la razón, excusándome por ser tan sumamente tonto. La verdad es que tonto era, pero no tenía que pedirle perdón a ella, si no que a mí mismo. El caso es que era la primera vez que le plantaba cara de esa manera, y salí de su edificio con la cabeza muy alta a pesar de que sabía de sobra que no volvería a tener nada más, que nunca volvería a saborear su roce. Me había sentido mejor de lo que me esperaba. Ahora ya estaba, se había acabado. Sandra me había echado y yo me sentía liberado al cien por cien. Ella nunca me había exigido nada, pero la atadura que yo sentía era psicológica. Ahora, era un hombre soltero, con trabajo, coche, casa y recién afeitado. Cogí el teléfono móvil y revisé la lista de contactos. Estando detrás de Sandra, había dejado pasar a muchas chicas. Chicas, que verdaderamente merecían la pena pero ahora, era tarde. Tenía que empezar de cero y entré en el primer bar que encontré. Pedí vodka negro y me senté en la barra. Estaba yo solo, con la cabeza baja mirando mi vaso. De repente una chica me habló al otro lado. Supongo que sería la camarera, y no me molesté en mirar. Me preguntó qué hacía un tipo como yo en un sitio como aquel y, esas típicas cosas tontas que se suelen preguntar. Procuré ser muy tajante en mis respuestas. No tenía ganas de hablar. Empezaba a llegar gente y yo quería acción, volver a probar mis reflejos, vivir un “enamoramiento” de una noche y levantarme al día siguiente sin hacer ruido e irme sin desayunar. Volver a tener el control. Mientras la camarera me daba la cháchara y yo asentía, casi que por educación, entraron en el bar unas chicas de más o menos mi edad. Le eché el ojo a una morena de pelo liso con ojos verdes. Le dije a la camarera que tenía unos asuntos pendientes, y continuó con su trabajo. Me acerqué a la chica en cuestión. Olía muy bien, dulce, pero sin excederse. La saludé.
-Hola. Nunca te había visto por aquí. ¿De dónde eres? –mi intuición me llevó a preguntarle de donde era ya que nunca la había visto, pero también es verdad, que yo nunca había estado en aquel local al menos esperaba que no fuera cliente habitual del bar porque si no, me hubiera calado.
-Hola –su voz era muy agradable y aguda, dándole un toque de niña- Sí, es la primera vez que vengo. Estoy con unas amigas de viaje en esta ciudad. Nos alojamos en un hotel de aquí cerca.
Y empezamos a hablar, a hablar y a beber. Nos reímos disfrutamos, se añadieron sus amigas a la conversación, nos gastamos bromas… En fin, que nos lo pasamos muy bien. La chica era majísima y preciosa. En cierto momento de la noche, no recuerdo muy bien cuándo, sus amigas se fueron y ella decidió quedarse conmigo. Se bebió la última copa, y me propuso ir hasta su hotel. Accedí encantado, contentísimo de haber pasado página, ya en la primera noche. Me abrazó y me besó. Sabía muy bien, con un ligero toque de alcohol, y qué bien besaba… Estaba muy feliz pero me sentí raro, rarísimo, como si estuviese traicionando a alguien. En fin, me supuse que sería por la bebida y me dispuse a salir por la puerta. Los dos gritamos por la calle y cantamos y nos besamos por cada canción cantada, antes de llegar a nuestro destino. Entramos en la recepción mientras la recepcionista nos echaba una mirada fulminante. Llamamos al ascensor, esperamos un rato y nos subimos. En el ascensor, los besos y las caricias subieron de nivel. Cuando llegamos a su puerta, ya llevábamos media ropa quitada. Entramos en la habitación muy bruscamente sin parar de besarnos y caímos sobre la cama. La situación estaba calentita y era muy evidente lo que iba a pasar. Lógicamente, sucedió, y debo de añadir que estuvo genial. Llevaba mucho tiempo sin sentirme tan a gusto y relajado actuando según mi instinto y pensando en hacer las cosas según salieran, sin ningún plan. Pero no fue tampoco lo suficiente como para volver a repetir por lo cual, en cuanto se durmió, cogí mis cosas y me fui del hotel. No sé muy bien qué hora sería pero no me sentía cansado. Había disfrutado de lo lindo, había logrado olvidarme de todo. Me encontraba dando saltos por la calle, como si hubiese ganado la lotería. Desde ese día, me prometí a mi mismo que mi vida cambiaría, que daría un giro. Que se había acabado el intentar ser el mejor por encima de todo, rompiéndome el espinazo, para hacer feliz a alguien que me fuera a ignorar. Que todos los sufrimientos vividos, todas las lágrimas, todas las tardes de verano en casa sin ánimo para salir, todos los recuerdos… serían parte de un pasado enterrado a miles de kilómetros bajo tierra.
Aeram03 de julio de 2011

5 Comentarios

  • Mental28

    Hola, buen tema, saludos

    03/07/11 09:07

  • Asun

    Como te dije voy a seguir tus relatos. En este el chico se ha comportado como era previsible.
    Espero la tercera parte.
    Saludos.

    03/07/11 01:07

  • Aeram

    me gusta que vayas comentando tu opinion de cada capitulo porque precisamente de eso consta mas o menos mi "experimento" no te asustes. muchas gracias por seguirlo

    03/07/11 03:07

  • Asun

    Hola Aeran he visto tu comentario en La playa y el ojo, gracias también por leerme, me tienes intrigada con lo del experimento.
    Asun.

    03/07/11 04:07

  • Asun

    O.K. Te sigo.

    03/07/11 06:07

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