Sentí que el viento me susurraba
letras, fragmentos,
hasta formar una palabra
que yo no entendí.
Pero sin embargo escuché
sin comprender
y lo acepté.
Jugué con las letras,
las amé por separado
y a todas juntas
por igual.
Entonces un día
ya no había susurros
ni letras, ni fragmentos.
No había palabra.
Solo entonces comprendí
que no podía ir tras ella,
jamás la encontraría.
Solo podía esperar
a que regresaran
las letras que formaban
un nombre...
Las letras que formaban
tu nombre.