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Las Escamas de mi Piel

Las escamas de mi piel se me están cayendo.
Todo empezó con un pequeño escozor en la parte trasera del brazo derecho, donde apenas se veía. Pero poco a poco, aquella mancha de piel sin escamas fue aumentando de tamaño.
Al principio, el crecimiento fue lento, cada dos o tres días se caían dos o tres escamas, sin embargo la enfermedad fue potenciando su velocidad.
Ahora mismo, en este preciso momento, me encuentro prácticamente con todo el cuerpo descubierto. Ya sólo me quedan algunas escamas en la parte posterior de la espalda. Y el suelo que me circunda está espolvoreado con millones de estos pequeños y brillantes cuadraditos que me habían cubierto hasta el día de hoy.
¿Qué será de mi nueva vida desnuda?
No lo sé, pero tengo miedo de que el tiempo azote mi suave piel sin protección.
Los cuadraditos siguen ahí, bajo mis pies, reflejando la poca luz de esta habitación cerrada. Violeta, rosa, azul… muestran una infinidad de colores, los colores que mostraba yo antes en mi juventud, y que nunca hasta ahora había valorado su belleza.
Un reflejo claro penetró en mi pupila, y entonces comprendí el porqué de mi enfermedad. Los ojos afiladas y las garras amarillas me habían hecho esto. Me habían desnudado por completo. Empezando por la zona sensible posterior del brazo, y terminando por los rincones más íntimos de mi cuerpo, desnudando desde lo más inútil a mis zonas más resistentes.
Vergüenza.
Frente al espejo, desnuda, siento vergüenza.
Y esos cuadraditos brillantes… Aléjense de mi!
Parte de mi muerte sigue viva, pero está encerrada en esta habitación oscura en la que de un momento a otro se ha convertido en una celda de barrotes oxidados, desde la que se puede ver la luz del sol en las afueras. Pero yo estoy aquí indefensa y desnuda, con ganas de seguir nadando, o si me las apuras, con ganas de convertirme en pájaro para volar.
Cierro los ojos y lo deseo con todas las fuerzas (Pájaro, Pájaro, Pájaro) para quizás al abrirlos encontrar mi cuerpo recubierto de plumas blancas y de alas ágiles.
Abro los ojos y veo la mísera realidad. Soy una lenta tortuga, que cargará de ahora en adelante con el pesado caparazón que le protegerá de los azotes del tiempo, pero que nunca más vivirá como un pez, y mucho menos, como un pájaro.
Aguaychocolate29 de junio de 2011

3 Comentarios

  • Flacco

    Que buen escrito metamórfico. Me gustó mucho. Enhorabuena

    30/06/11 06:06

  • Agora

    Original, distinto! y una preciosidad!
    felicidades por estas letras -y otras que he leído tuyas!-
    saludos!

    30/06/11 10:06

  • Aguaychocolate

    Muchas gracias, me alegro que os gustase :)

    30/06/11 03:06

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