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Reencuentro.

La brisa fresca de la madrugada hizo que una suave sonrisa se dibujara en su rostro. Una mariposa se posó en el marco de su ventana donde las cortinas se mecían con lentitud... Miró a la mariposa por un instante, observó sus alas, observó su color escarlata repasado por un suave negro que se difuminaba con el oscuro color del cielo. Se levantó de la cama, los muelles de su colchón chirriaron levemente, apoyó los pies en el suelo y dio un ligero salto para ponerse en pie, entonces la mariposa echó a volar hacia el interior de la habitación y se posó sobre una cómoda antigua, de madera de roble, frente a un espejo. La observó un instante, sin moverse, sonriendo mientras repasaba la figura de sus alas con la mirada, y entonces esta echó a volar de nuevo, posándose sobre el marco de la ventana por segunda vez. Corrió hacia aquella pequeña y frágil mariposa, quería atraparla, pero la mariposa echó a volar antes de que consiguiera si quiera rozarle. Observó alejarse a aquella mariposa que, en seguida, desapareció entre el jazmín que bordeaba sus verjas, entonces le vio... sonrió repasando su figura con la mirada, observó su ropa arañada y sucia, observó su pelo revuelto, observó sus ojos marrones y grandes, su nariz ancha y chata, sus labios finos, sus blancos dientes, observó aquel mechón que tanto adoraba, aquel mechón que caía por un lado de su cara. Se precipitó a salir de su habitación por la ventana, con dificultad ya que su fino camisón de verano no se lo permitía, se acercó a la verja, apartando el jazmín en el que aquella mariposa se había perdido, y le cogió de las manos, sin llevar la vista de sus ojos... no dijo nada, simplemente le besó, dejando que la suave brisa ondeara su pelo mientras aquella mariposa se posaba en su hombro, siendo así testigo de su reencuentro.