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Los Falsos Buenos

Me narran la última de las revoluciones en Túnez e, irreparablemente, me viene a la cabeza aquella firme frase de Martin Luther King: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”. Yo añadiría que no sólo ya nos estamos arrepintiendo, sino que lo estamos padeciendo y pagando con creces a falta de revolución o personas a las que les hierva la sangre ante las iniquidades. Nunca en la historia de la humanidad ha habido en el planeta Tierra un porcentaje tan alto de personas pobres, agonizando por falta de alimento, frente a la élite minoritaria de personas enriquecidas. Nunca se ha mirado tanto hacia otro lado al ver las injusticias del mundo, aunque nos chuleemos de los grandes logros de la ciencia, la tecnología y no sé qué cosas más, muchas de ellas, ciertamente inútiles si no son utilizadas para el bien común (aún hay gente que piensa que si un fulano ha logrado inventar el iPod, ya está todo hecho). Y es que la amplísima mayoría de personas, sobre todo en el mal llamado Primer Mundo, se presentan en sociedad con sus mejores rostros y perfumes made in France, narrando en voz alta sus aciertos compasivos, a la vez que afilan el lápiz mordiente del juicio inmediato. Pero debería quedar bien claro que ni los malos son tan malos, ni los buenos tan buenos, y los santos no caminan plácidamente por las calles de nuestra ciudad, ya que lo más seguro es que estén “calentando” las cárceles. Si estamos atravesando la era de la gran bajeza humana es, sin lugar a dudas, porque los buenos echaron un vistazo y calificaron, pero no actuaron, solamente fueron observadores frente al muro donde reposan las calaveras de los ecuánimes. Me he encontrado con gente buena a lo largo de mi vida por doquier (¿y quién no lo es?). No obstante, al final, casi siempre su bondad no era más que un artificio, una careta a lo “V de vendetta” que el individuo en cuestión utilizaba para agradar y timar al entorno en el que deseaba ser apreciado y/o valorado. El discurso de los falsos buenos es un discurso elegante que utiliza para alcanzar una estabilidad ego centrista. Un hombre ciertamente bueno, un hombre que anhela lo adecuado y lleva a cabo actos benévolos sin pedir nada a cambio, no posee grandes publicistas, no se vanagloria por tener apadrinado a un niñito africano, ni saca la foto del susodicho crío para lucirlo cual reloj suizo. Un hombre bueno busca la mesura y la equidad en todos sus actos y razona dignamente los hechos de los individuos que le rodean; un hombre que aspira a ser peón en tierra de reyes jamás hará esto, ya que el hacerlo supondría corromper su pútrida naturaleza de ser humano vil e ilusorio.
Alexandervortice25 de enero de 2011

3 Comentarios

  • Beth

    Yo creo firmemente que el mundo está lleno de buenas personas, pero nunca podrán cambiar los hechos. Porque la mayoría de las personas buenas son gente humilde que no tiene poder ni medios para hacer nada más que luchar por sobrevivir en el duro día a día. Y esas buenas personas nunca llegarán a sentarse en los sillones del poder. De todos modos, si lo hicieran no durarían ni dos asaltos

    25/01/11 11:01

  • Alexandervortice

    Estoy de acuerdo contigo, amiga Beth, pero también creo que desde abajo, todas las personas podemos cambiar algo en positivo. Esa es la lucha.

    25/01/11 12:01

  • Indigo

    Como dice Eduardo Galeano (Uruguay) en un extracto de su libro...

    ...El mundo al revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural. Milton Friedman, uno de los miembros más prestigiosos del cuerpo docente, habla de "la tasa natural de desempleo". Por ley natural, comprueban Richard Herrnstein y Charles Murray, los negros están en los más bajos peldaños de la escala social. Para explicar el éxito de sus negocios, John D. Rockefeller solía decir que la naturaleza recompensa a los más aptos y castiga a los inútiles; y más de un siglo después, muchos dueños del mundo siguen creyendo que Charles Darwin escribió sus libros para anunciarles la gloria.

    Buen tema para tenerlo en cuenta.

    25/01/11 01:01

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