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Calles Salmantinas

Es muy temprano, tanto que los bares todavía no han abierto, pero lo suficientemente tarde para que los afters ya estén cerrados. A estas horas, por la calle solo te encuentras a melancólicos o soñadores, a borrachos o a jóvenes amantes. Son momentos donde las calles están desnudas, las farolas se han apagado y la luna ya se ha ido, el sol empieza a despuntar, pero aún no se le ve.
Estos momentos son en los que me da por pensar en las calles. Tan solo son asfalto y adoquines, pero también son refugios. Estas calles me han visto caminar con prisa, pero también me han visto caminan en zigzag cuando mi mente y mis pies no estaban demasiado bien conectados. Me han visto llorar a lágrima viva, pero también reír escandalosamente. Han sido testigos de besos de madrugada y de mis pensamientos más oscuros. En ellas, he sido melancólica, soñadora, borracha y amante. Pienso en ello mientras camino como de costumbre por ellas, sin prestar demasiada atención al camino, las conozco de sobras, hasta la más mínima mueca de ese adoquín viejo de la esquina entre la estación y el estanco. Y me pregunto, como puede ser que algo tan relativo, tan amplio, sin límites, puede servirte como refugio. Aunque es fácil responder a eso: las calles pueden ser perfectamente tu mente. Simplemente, dejándote llevar, mientras reflexionas o mientras no lo haces, caminar y caminar, sin un destino o con uno. Por que al final lo importante no es donde te pueden llevar esas calles, sino el camino para llegar. A veces me llevan a la felicidad, con una cerveza y los Montaditos, a veces me llevan a recordar ese primer lugar al que pude llamar mío. Pero a veces, casi siempre, me lleva a ningún lugar.
Ay calles de Salamanca! Ningún otro sitio de esta ciudad puedo llamar tan mío como tus calles de madrugada, esas que están desnudas, y en las que no tengo miedo de desnudarme también.
Amoresprohibidos18 de marzo de 2017

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