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Preparada

-Ven a dormir la siesta... le dije a la vez que le lanzaba una de esas miradas pícaras que tanto él entiende. Me cogio de la muñeca, y se levantó del sofá mientras me giraba la mano acariciándola con el suave pasar de sus húmedos labios.
Salió del salón, y entonces oí su voz, proveniente del dormitorio: "tengo crema, te apetece un masaje antes de dormir?"
Tentadora oferta imposible de rechazar.
Le seguí hasta el cuarto desprendiéndome por el pasillo de todas las prendas que consideré inútiles para mí masaje; primero los shorts, luego la blusa, y finalmente mi sujetador azul de encaje bordado, ayudándome de mi pulgar e índice izquierdos.
Allí estaba él, intentando abrir un bote de crema corporal de babaria cuando se percató de que ya estaba en la puerta apoyada.
Me miró, y sonrío para él aunque yo noté su risa sin verlo. Se acercó hacia mí y dejo caer su mano por mi espalda desnuda deslizando sus dedos por la curvatura que formaba mi columna vertebral, desde el cuello hasta la marca que el bañador había dejado en verano sobre mi piel, o incluso un poco más... Acercó su frente, y la apoyó sobre la mía, mientras sus inmensas pestañas empezaban a juguetear con las ajenas. Entonces, tomó mi rostro por el mentón y lo giro hacia la derecha lentamente, dando vía libre a unos besos delicados y sinceros sobre toda la superficie de mi cuello. Él sabía cómo me gustaban esos besos, sobretodo cuando se acercaban susurrantes al oído y su aire cálido atravesaba cada articulación de mi cuerpo. Cerré los ojos un instante para ver mejor aquel momento, y deje que las manos me dejaran disfrutar del sentido del tacto sobre sus hombros, sobre su espalda, sobre su cuerpo... entonces le miré fijamente a los ojos, desabroché los botones de su camisa azul celeste y tras esbozar una media sonrisa, me tumbé en su cama semidesnuda con los brazos inmóviles y el pelo colocado estratégicamente hacia el lado izquierdo, esperando que su prometido masaje tuviera lugar.
Y fue entonces cuando volvió a ocurrir... el mundo se paró por completo para nosotros, a nuestros pies, diciéndonos que no nos preocupáramos por el tiempo transcurrido, pues con cada beso, este se iría congelando un poco más hasta pasar completamente desapercibido. Y así lo hicimos, pero tras el último beso, el cansancio de nuestros cuerpos mortales nos llevó a quedarnos dormidos.
Me desperté acariciando su grisáceo cabello, mientras él paseaba la yema de sus dedos por mis mejillas arrugadas. Entonces sonó el teléfono de mi mesita de noche con lo que alargué el brazo con la mayor presteza posible.
-Hola mamá !! Soy Almira, voy de camino a casa que los niños tenían muchas ganas de jugar con el abuelo... ya sabes cómo están con eso de que papá les enseñe a ser pequeños grandes empresarios... Me dijo Tito que a lo mejor no llegaba a comer pero que para el café llega seguro. Por lo visto le prometió a Alvaro que llevaría a los niños al cine así que... tiene que llegar.
-Vale cariño, aquí te esperamos nosotros. Un beso cielo.
Colgué el teléfono y me giré hacia él de nuevo. Entonces nuestros ojos se encontraron. Ahí estábamos los dos, tomando consciencia del paso del tiempo, de las canas, de las arrugas, del cansancio... El mundo nos prometió que el amor nos impediría ver el paso del tiempo y lo había cumplido. !Éramos viejos! Y aún seguía durmiendo sobre su pecho desnudo mientras el jugueteaba con mis cabellos. Entonces, sacó un bote de crema corporal de babaría y me dijo:
-te apetece que en los siguientes 40 años vuelva a paralizarse el tiempo?
Le sonreí como solo el entendía, le bese poco a poco su rostro, y acercándome despacio, le susurré lentamente al oído: "preparada".
Anafv29 de enero de 2018

3 Recomendaciones

3 Comentarios

  • Deca

    Dulce

    17/03/18 08:03

  • Clopezn

    Precioso.
    Un saludo

    18/03/18 12:03

  • Diegozami

    Diferente, y adorable.
    Saludos.

    18/03/18 05:03

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