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¿y Qué Más Da?

Qué sonrisa tan grande la que se nos ve en la foto que sostengo en las manos. Es del verano pasado, cuando estábamos saltando las olas como niños y riendo como nunca. Paso la foto, ahora otra, y otra...mientras voy andando por la calle. Como se ha convertido el mundo, levantas la vista de tu móvil, solamente para ver más gente ensimismada en sus pequeñas pantallas, las cuales cada vez son más grandes. Si no estan toqueteando sus aparatos móviles, quizás lleven dos cables colgados de las orejas, los llamados auriculares, que nos evaden de la realidad por un rato, mientras hacen del paseo, del camino una cosa más bonita, más agusto. Supongo que esto nos pasa a todos, pero yo no puedo evitar sentir vergüenza, no por estar todo el día dependiendo de una cosa que ni siquiera tiene vida, aunque pueda parecer que sí, si no por el sentimiento que me recorre cada vez que me cruzo con alguien, sentado en una acera, en un banco, al lado de un supermercado, probablemente con un papel delante suyo donde pone su situación actual, o simplemente intentando evitar tu mirada. Pues más bien, la quiero evitar yo, o no, no lo sé, no sé que hacer cada vez que pasa esto. Mientras tú te enfadas por no tener un modelo más nuevo del aparatito que llevas entre las manos, otros simplemente observan, porque no pueden hacer mucho más. Y no sé si a todo el mundo le ocurre, si ese sentimiento le congela las venas, o le hace recapacitar por una vez, en lo que tiene. Al menos yo, cada vez que me encuentro en esta situación, puedo mirarles con cara de lástima, pero seguir andando y olvidar su cara antes de llegar a la esquina, o puedo evitar su mirada y hacer ver que nunca le he visto, que la pobreza no existe, que eso se encuentra lejos de aquí, lejos de nuestras casas. Por muchas miradas de lástima que les pueda dar, no sirven de nada. Ellos no pueden mirar sus fotos en unas pantallitas, ¿Y qué más da?, lo que de verdad importa es el momento de felicidad de las fotos, esos momentos son los que merece tener todo el mundo. Les doy mi compasión, pero eso no cambia nada, yo sigo mi camino pensando que no estoy haciendo nada para cambiar eso, y que por eso, quizás no merezca ni mirarles así, y no es un quizás si no que es un deber, cambiar esto, pensar para cambiar. Que sirva de algo ser el animal que piensa, que así es como nos llamamos.
Andrea9719 de octubre de 2013

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