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Historia Incompleta. Capítulo 4.


No pudo dormir bien durante aquella noche, pues se había quedado divagando, dándole vueltas a lo ocurrido en el hospital: su paseo nocturno, el forcejeo en el pasillo que le pareció un secuestro, la conversación con el anciano... se preguntó intrigado si habría algo de verdad en la historia de ese tal Wilsom, amigo del anciano, que supuestamente se lo habían llevado los miembros de una secta religiosa que guardaba algún tipo de relación con el “hospital”. Se convenció a si mismo de que no eran más que disparates y desvaríos de un viejo enfermo y , por lo tanto, que no corría ningún peligro por estar allí. Sin embargo, se durmió intranquilo e interrumpidamente. Tras descansar apenas tres horas, se despertó nuevamente.

Al abrir los ojos e incorporarse, se sintió más cansado que cuando se acostó. Había dormido mal y no creyó que recobrase el hilo del sueño fácilmente. La habitación estaba sumida en una oscuridad tenue, las sombras de los muebles se proyectaban en forma de figuras fantasmagóricas. Se quedó un rato contemplándolas. Estaba un poco aburrido. ¿Qué podía hacer para pasar el rato y distraerse hasta el amanecer?

Gotas de lluvia, golpeando el cristal de la ventana. Se levantó y fue a echar un vistazo por ella. Pretendió reconocer el lugar en que se encontraba el hospital. Apartó la cortina un poco. Era una noche gris, llovía ligeramente y unos nubarrones grises cubrían el cielo. En frente a su ventana había un patio, su suelo, de piedra adosada. Una fuente en el centro, en la que había una escultura con forma de mujer, que alzaba sus brazos al cielo como suplicando algo. De sus ojos salía agua a borbotones, asemejando lágrimas, para después caer en la cuenca de la fuente. Le transmitió una sensación de tristeza ver aquella figura. El patio, a su vez, estaba rodeado de abetos que se mecían con el viento. Y más allá, había una senda estrecha que conducía a una edificación medio en ruinas, que le pareció una capilla, una iglesia o algo similar...

Se quedó un rato anonadado contemplando aquel lugar, preguntándose por qué construirían un hospital en un lugar así, alejado de todas partes. Algo atrajo su atención, dos personas salían apresuradamente del hospital, y cruzaban el patio, llevaban unas túnicas negras, con unas capuchas que les cubrían totalmente la cabeza. Parecían monjes o miembros de alguna orden religiosa. Y transportaban algo en una camilla, envuelto en unas mantas negras, que por el tamaño bien podía ser un cadáver... Otro monje, se unió a ellos. Los tres transportaron la camilla con rapidez, pero con sigilo, internándose en la senda, hasta la iglesia.

Se apartó de la ventana, asustado. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Quiénes eran aquellos tipos? No necesitó más pruebas para creer todo lo que le había dicho el anciano. Quizás hubiese una respuesta razonable para todo aquello, pero él no la encontró. Estaba convencido de que ocurría algo raro allí. Su teoría era que esos monjes habían secuestrado a un paciente y que lo llevaban a la iglesia donde le harían sabe Dios qué... parecía una locura, pero era lo que creía. Decidió marcharse, allí ya no se sentía seguro. Tenía que salir de allí. No recordaba nada de su pasado, no sabía a donde ir, pero cualquier lugar que estuviese lejos, le pareció mejor que aquel “hospital”.

Fue al armario de donde Katrina había sacado la bolsa con su cartera. Abrió una puerta y allí encontró un par de bolsas con sus pertenencias. En una estaba su ropa: una camiseta con la imagen de un grupo de heavy metal, unos pantalones vaqueros y unos tennis. Sintió un pequeño alivio al reconocer algo suyo, su ropa, aunque no le decía mucho... salvo que era lo que llevaba puesto aquella noche, la noche del accidente. Trató de recordar lo sucedido. Nada. No se acordaba de nada. Se sentía bastante frustrado pero ahora no tenía tiempo para pensar en su amnesia. Revisó los bolsillos del pantalón. Estaban vacíos. Se quitó el camisón de hospital a oscuras y se puso su ropa. Cogió la otra bolsa, con la esperanza de encontrar algo que le ayudase a recordar algo de su vida... O por lo menos algo que le fuese de utilidad. En su interior estaba su cartera, un mechero, una cajetilla de tabaco empezada y unas llaves. Lo cogió todo y lo guardó en los bolsillos de su pantalón. Se acercó a la cama y metió la almohada debajo de las mantas para que pareciese que allí dormía alguien. Echó una mirada fugaz, preguntándose si se olvidaba de algo. Estaba bastante nervioso, temeroso de ser descubierto. Salió al pasillo silenciosamente. Lo encontró vacío y muy oscuro. Ya había estado allí antes, pero ahora estaba más asustado. Siguió recto, hasta la habitación del anciano, quería hablar con él antes de marcharse. Tal vez podrían huir juntos... después de todo, le había prometido que ambos saldrían de allí sanos y salvos.

Entró en la habitación del anciano, mientras se preguntaba cómo saldría de allí sin ser descubierto. Se encontró con una pequeña sorpresa al entrar, el anciano no estaba en su cama, en su lugar lo encontró junto a la ventana, inmóvil, con la mirada fija en algún punto distante. Le resultó extraño encontrarlo allí, junto a la ventana, como viendo a través de ella, teniendo en cuenta que estaba ciego.

-Amigo, en mal momento has venido. Pues hoy vendrán a buscarme, me lo han dicho hace unos momentos.- Le dijo el viejo al sentir su presencia, parecía tranquilo y noto un aire de resignación a sus palabras.
El anciano se giró y emitió una leve risotada:
-Cuando me desperté por primera vez aquí, hace dos meses, Katrina me dijo que tenía cáncer terminal en el cerebro y que me quedaban a lo sumo dos meses de vida. Pues bien, amigo, lo curioso y lamentable de la situación es que hoy se han cumplido los dos meses y sigo vivo. ¿Y sabes qué? Tenía la esperanza de morir por causas naturales, antes de que viniesen a buscarme. Sin embargo, poco antes de tu llegada, Katrina ha venido y me ha dicho fríamente que esta noche pondrían fin a mi convalecencia...

Miró al anciano con preocupación, sin dudar en la veracidad de sus palabras:
-Me ha dejado sin palabras, yo venía a hacer honor a la promesa que le hice de que saldríamos sanos y salvos de esta casa de locos. Ya ve, antes creí que el loco era usted y ahora... tengo motivos para creer todo lo que me ha contado. Aquí estamos en peligro y no pienso quedarme de brazos cruzados esperando a que vengan por nosotros. Déjeme ayudarlo, véngase conmigo...
El anciano le miró conmovido, como atisbando un último rayo de esperanza en las palabras del joven, y le contestó:
-No me he equivocado al llamarte “amigo”, eres un buen hombre. Sé que la oportunidad no llama dos veces a la puerta de nadie pero, créeme, me veo obligado a rechazar tu oferta-Le dijo con una sonrisa forzada, intentando parecer contento- Soy un viejo moribundo, un caso perdido... si intentas llevarme contigo, sería una carga para ti y no tendrías ni la más mínima posibilidad.
El joven le miró, con tristeza:
-Lo siento pero le llevaré conmigo de todos modos, no puedo dejarle aquí sabiendo que le matarán.-Le dijo con firmeza, decidido a hacer lo imposible por que pudiesen salir ambos de allí.

Unos pasos implacables se oyeron a lo lejos, y el quejido de una puerta al abrirse. El anciano volvió a mirar por la ventana, como esperando:
-Ha comenzado.-Dijo secamente.
El joven se asustó de pronto, si se quedaban allí les matarían a los dos. ¿Cómo podía el viejo resignarse de esa forma a morir?
-No se rinda. Salgamos de aquí, ataquémoslos aprovechándonos del factor sorpresa... todavía hay esperanza.
Los pasos se aproximaban, sin prisa pero sin pausa...
-No seas necio. No hay la más mínima posibilidad contra ellos. Escóndete en el armario. Es la única forma de solucionar esto para que al menos uno de los dos tenga una oportunidad. Vienen a por mí, no a por ti. No hagas ninguna estupidez, bien es sabido que los cementerios están llenos de valientes...

El joven se doblegaba ante las palabras del anciano, hizo un último y leve intento de persuadirlo:
-No es la única forma, puede haber un final feliz para ambos...
El anciano siguió mirando por la ventana, escuchando esos pasos que le presagiaban la muerte, cerró los ojos.
-Es la única forma. Sólo te pido una cosa,-Vaciló unos instantes y luego dijo-Recuerda que existí, me asusta morir y que nadie me recuerde. Y ahora, escóndete. No queda tiempo.
-Lo haré, me... acordaré de usted.-Dijo, tratando de contener, sin éxito, las lágrimas, sabía que era una despedida.
-Gracias amigo.
El joven asintió, sintiéndose fatal, cobarde... por no ser capaz de enfrentarse a la situación y plantarle cara a esos perturbados. Sintiéndose como un niño asustado, abrió la puerta del armario y se agazapó dentro, cerrándola tras él.
Dentro del armario, podía observar parte de la habitación por una rendija.
-Esto es horrible,- Pensó -le van a matar y yo estaré aquí viéndolo...-Sintió ganas de tener una pistola para matar a esos asesinos. Recordó que había tenido una la noche del accidente, y que había disparado repetidas veces contra un hombre. La súbita llegada de algún recuerdo lo tomó por sorpresa y se sintió mareado...

Los pasos se aproximaron hasta la puerta y se detuvieron ante ella.
-Ya están aquí.
Arianne30 de septiembre de 2008

2 Comentarios

  • Purple

    olas.. pobre anciano y pobre el chaval, es bueno pero no puede hacer nada, ?o s?? Bueno, estar? esperando la siguiente parte. Sigue as? Arianne??
    xau...bssssss de abejita juasjuasjuas...XD

    01/10/08 08:10

  • Arianne

    Gracias por los ?nimos purple... Espero no estar desvariando mucho...
    Sinempre se puede intentar hacer algo para ayudar a alguien... no?

    Besisssssss abejita.

    01/10/08 08:10

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