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La Entrega

Éste es un relato en el que expreso el deseo y las ganas de ser amado. Espero disfruten!. xoxo


A lo lejos se podía notar un claro, y un árbol que parecía invitarnos a que nos cobijáramos a sus pies, nosotros, solo con la mirada podíamos adivinar que ese era el sitio ideal para dejarnos la piel en cada uno.

La noche no pudo ser más cómplice, la luna nos alumbraba tenuemente y las chicharras con su canto acompañaban nuestros suspiros, la brisa cálida pasaba por entre nosotros y nos envolvía. Nos deseábamos desde hace mucho tiempo pero nunca me imaginé que ese sitio sería el lugar de nuestro amor. Sus besos podía sentirlos en lo más profundo de mi ser y entre el silencio de sus labios y el alboroto de sus ojos pude ruborizarme hasta el punto de querer que el viento despojara mi ropa de una vez. Su respiración era como una dulce canción para mis oídos, estábamos tan cerca que era imposible no notar su corazón latiendo rápidamente.

La llanura de noche y alumbrada por la luna es lo más hermoso que uno pueda imaginar, y ese era nuestro escenario, donde debíamos representar nuestro acto más sublime de amor. Cuando sus labios tocaron los míos sentí como mi mente empezaba a perderse, miraba sus ojos azules y ese deseo que proyectaban, hacía que mi cuerpo fuera un manojo de nervios, sus manos empezaron a recorrerme suavemente, así como las olas acarician la arena en los días tranquilos.

Nos comunicamos siempre en otro idioma, pero esa noche nos entendíamos perfectamente, ese lenguaje que podíamos descifrar y no hacían falta clases para aprenderlo. Con su abrazo y su cuerpo tan cerca de mí no podía ya ni sentir mi corazón, sus latidos desbocados, mis brazos alrededor de su cuello. Empezaba a entender que ese beso eterno desembocaría en una entrega que no quería evitar. Sus labios empezaron a bajar por mi cuello y al cerrar mis ojos solo me dejaba llevar por aquello que sentía, y como botón a botón me entregaba más a él. Como con su camisa, al salir, se iban mis miedos al suelo de aquella llanura, como mi vestido al caer, caían mis defensas y con sus besos robó mis argumentos.

El calor de su cuerpo me llamaba, ahora era nuestro turno de caer, de tumbarnos en ese lecho de hojas y tierra, así, con su cuerpo sobre el mío ya no me daba cuenta quien era quien, adoraba su manera de reclamar cada uno de los rincones de toda yo, se hizo dueño de mi corazón y echó el ancla en mi cuerpo, junto con sus caricias conquistaban mi ser, mis besos y mis miradas.

De pronto era yo quien recorría centímetro a centímetro su blanco cuerpo, rojo por el sol de esas tierras, no quería dejar espacio que no fuera mío, esa noche izé bandera en su corazón y me hice un refugio en sus brazos, donde me sentía infinitamente protegida. Sentados, me abrazaba, besaba con esa pasión de las llamas al devorar lo que a su paso encuentran, me quemaba y al mirar hacia el cielo lo encontré hermoso, la luna parecía sonreírme y con su mirada muda se hizo mi cómplice, y las estrellas alumbraban nuestro deseo. Mi pecho palpitaba con fuerza.

Poco a poco lo sentí dentro de mí, su vaivén encima de mi íba, en perfecto ritmo con mi respiración. Haciéndome más suya con cada minuto que pasaba, perdía mi mirada en la suya, mis labios locos ahogados en los suyos con mis manos sobre su rubio cabello, para estallar en un estupor de placer que inundaba todo mi cuerpo. Escucharle gemir de placer era una revolución para mí, era darme cuenta que era suya y que desde ese día nada sería igual. Al finalizar, sobre su pecho, suspirábamos, reíamos y nos besábamos una y otra vez.

Lo amaba, lo adoraba con locura y mirándonos de pronto nos sorprendió el amanecer, el canto de un gallo en la lejanía nos recordó que debíamos regresar, pero sabíamos que no éramos los mismos, el camino de vuelta y la brisa fría del amanecer hacían que me refugiara una y otra vez en sus brazos, parecía que los pajarillos cantaban al ritmo de mi ilusión y que las flores abrían a nuestro paso, a lo lejos el arroyito acompañaba nuestras risas cómplices que no cesaban.

De pronto me pareció escuchar a lo lejos como un murmullo, sentí que me llamaban y al abrir los ojos y caer de mi cama por el susto, vi a mi madre en la puerta y me di cuenta de una dolorosa manera que todo aquello había sido un sueño.Ya decía yo que lo de los pajarillos era muy de locos, y mientras me vestía reía porque en aquella ciudad..¿un arroyo? tampoco es que me creyera Blancanieves para que las flores abrieran a mi paso, haha vaya sueño más loco tuve. No me quedó más remedio que sonreir como tonta durante todo el día y esperar encontrarme, algún día, con aquel príncipe con el que había soñado!.
Arlequina27 de agosto de 2014

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