Qué difícil es el aullido cuando no puede ser correspondido, alto es el precio para el mendigo de un amor no vivido, imposible por eso deseado.
Más no se queda ahí está fábula del perdedor pues la luna a la que desea ilumina su mundo en la noche más densa, cuál lobo solitario aúlla de pura añoranza cuando la luna no sale completa.
Pues cuando está atiende su llamada proyecta sombras que acompañan su alma solitaria, sin percatarse que de un momento a otro volverá a aullar por ver de nuevo a su dama blanca.
Más a sabiendas que nunca podrá alcanzar a su amante de fría tez y cálida alma, el pobre ser afina su voz y enseña los colmillos si hace falta, pero la nocturna compañera da migas de pan a sabiendas de que ya vendió su alma.
Alma que correspondida o no ya tiene dueño en la balanza, pues amigo siempre encuentras como complicarte y eso es digno de alabanza, pues el que no danza en las ascuas, nunca sabrá si ese fuego encendería su alma. De momento sigo aullando en esta agonizante calma, algún día bajará la luna y yo…
