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Escribir

Tomas un cuaderno y lo desdoblas, acercas la punta de la pluma recién entintada, y cuando escuchas una sinfonía de sabores dulces, o un pizzicato amargo, escribes como si... No, no, nunca me gustaron los "como si tal", hay que saber mezclar las palabras, que logren la uniformidad de un pez en el sol, de una flor en las cloacas, o alguna otra forma retorica que sea irracionalmente racional, como cuando uno dice… Tsh, unas cuantas lineas (una, dos y tres quintos) y otra vez caigo en esa facilidad del lenguaje, estilo las series detectivescas de los cuarentas, de esos agabardinados que buscan lo invisible en la luz y donde el menos esperado es siempre culpable, como si el lector no supiese nada sobre como escribir, del arte de sintetizar frases sin sentido que, con imaginación e inteligencia, pero sobre todo la primera, se tornan “lógicas”. De esa ciudad de humo blanco hundida entre estrellas que titilan levemente, que guían a los peatones perdidos, pequeñas señales de tránsito cósmicas las cuales, al igual que los semáforos terrestres, suelen ser ignoradas por el incauto lector, salvo que este sea todo un dado de la supervivencia literaria (de esos que incluso hacen brújulas con una hoja), que se desbordan por los ojos y orejas al ver una obra construida sobre las mismas bases del dialogo del albañil sin primaria (y por eso no ha de extrañar a nadie que haya habido tanto albañil escritor), o sobre las mismas que tiene un loro bien entrenado (y por eso ha de extrañar a tantos que no haya loros escritores). Como si ninguno supiera que escribir es tomar un cuaderno, desdoblarlo, acercar la punta de la pluma recién entintada (o en su defecto, los dedos a las teclas), e imaginar un humano sin alma, un contenedor vacio dispuesto a ser llenado, un loco que va en la “J” de la biblioteca y que morirá sin llegar a la “Z”, cuyo hijo quiere continuar su legado, pero apenas en la “H” lo atropella, en la esquina de la trece y la siete, un camión de mudanza que lleva a un joven enamorado hacia el mundo donde el fuego es ornamento y la nieve infierno, y todo en la compleja arquitectura dibujada por la muñeca del autor, pinceladas que terminan en puntitos negros que otro vendra y codificara, como nosotros a los egipcios, y todo mezclandose como un… tsh.
Augustofretes22 de septiembre de 2010

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