Quiero quedarme ahí, en ese pequeño espacio donde nadie me ve, donde nadie sabe quién soy. Quiero olvidar a esa persona que bebe copa tras copa, buceando entre sus pensamientos más íntimos.

La soledad pesa, pero ya se volvió parte de mi esencia. He buscado algún amante que me haga compañía, simplemente que me haga olvidarme de todo.

A veces mi acompañante quiere ser ese amante clandestino cuando me sumerjo en las burbujas de la felicidad. Pero no puedo, mi cabeza sigue dando vueltas.
Me miro al espejo. La máscara de pestañas sigue ahí, pero el vacío no se va. Cojo un trozo de papel y limpio mi rostro, vuelvo a pintarme los labios de rojo y salgo ahí fuera.

Las luces dificultan mis pisadas, y solo observo como unos puntos me persiguen tras cada paso que doy. Cuando por fin consigo ver a mi acompañante, le veo charlando con unos hombres. Parecen amigables, o eso es lo que me dice mi mente. Es difícil enfocar la vista cuando la lejanía falla.

Observó como en una pantalla alguien canta y el mar es el telón de fondo.

Mi acompañante alza su cabeza hacía arriba. Me dirijo hacía allí sin muchas ganas, y dejo caer mi cuerpo sobre esa minúscula silla negra que gira emitiendo algún que otro sonido estridente.

Me pide otra copa, pero está vez se vuelve todo nublado.

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