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El Hombre DragÓn. 2º Parte

Silvana trabajaba todo el día, limpiando y arreglando la casa, pero también cocinando para el monstruo. Azael estaba muy sorprendido, porque aunque se había mostrado todo lo desagradable que era capaz con la muchacha, ésta no parecía inmutarse; y le contestaba a sus impertinencias con un tono de voz normal. Cuando se acababa el día, Silvana acercaba a la mesa una lámpara y leía los libros que se había traído de la casa de su madre; y en ocasiones escribía; pues le gustaba reflejar en el papel las cosas que había hecho durante el día, y los pensamientos que había tenido. El hombre dragón la miraba mientras ella estaba absorta en la lectura, y pensaba que era hermosa; no de una manera que llamase vivamente la atención, sino que había que mirarla detenidamente para darse cuenta de su belleza. Una noche el monstruo le preguntó que leía, y ella le acercó el libro para que él lo viese también. Se trataba de un libro de viajes que su madrina le había regalado en su último cumpleaños, y que le gustaba mucho, porque ya que estaba condenada a vivir para siempre en aquel inhóspito lugar, al menos la lectura le servía para salir de allí en su imaginación. Azael también pensó que los dibujos que el libro mostraba eran muy hermosos, y le pidió que leyera para él. Y así, todas las noches, cuando ya habían cenado y antes de ir a dormir, Silvana leía durante una hora para el monstruo, y aunque éste no quisiera reconocerlo ni siquiera ante si mismo, estaba deseando que llegase el momento de sentarse y escuchar la cálida voz de la muchacha. Cuando el libro de viajes se acabó, ella le leyó otros de caballeros y batallas, y de leyendas; y otro sobre fantasmas y muertos que volvían a la vida. El monstruo encontraba placer en las lecturas de Silvana y una mañana, para demostrarle su agradecimiento, la invitó a que se subiese a su lomo, pues aunque era mitad hombre, conservaba la facultad de volar propia de los dragones.
Silvana venció su miedo y se subió a lomos de Azael, que volaba a poca altura para no asustarla. Aunque al principio pasó miedo, después de unos minutos se acomodó mejor y empezó a disfrutar del paseo, divisando hermosos paisajes; valles, ríos, bosques, pequeños pueblos en los que la gente era similar a hormigas que se moviesen dentro de su hormiguero. El viento le daba en la cara, y por primera vez desde que llegó a la guarida del monstruo, se sintió feliz. También el hombre dragón estaba contento, e incluso se permitió reír en algún momento del paseo. Cuando estuvieron de vuelta, algo había cambiado entre ellos, y Azael se mostraba más amable y hablador. Después de cenar, como siempre, Silvana leyó un rato en voz alta. Esta noche era una historia de amor, en la que dos jóvenes se aman, pero no pueden estar juntos por la oposición de sus familias; y desesperados, deciden quitarse la vida. El monstruo se entristece de tal manera que no puede evitar que una lágrima, una única lágrima, se derrame de sus ojos enrojecidos por la sempiterna furia que le acecha. La muchacha se da cuenta de su tristeza y al tiempo que le seca con su pañuelo, besa su horrible cara. Azael se aparta rápidamente, asustado por el contacto humano, y se oculta en su dormitorio.

Pero a la mañana siguiente, Silvana se queda estupefacta cuando ve sentado a la mesa a un hombre joven y bien parecido, de ojos y pelo negro, que la saluda con la voz del monstruo. No puede creer lo que está viendo y le parece que alguien pretender burlarse de ella o que está soñando. Pero Azael le cuenta que hace muchos años, por ser cruel con los súbitos del reino de su padre y estar poseído de un enorme engreimiento, un hada le practicó un hechizo que le convirtió en mitad hombre, mitad dragón; y no volvería a su estado completamente humano a menos que alguien de corazón puro le amase, aún siendo un monstruo. Y el milagro había llegado de la mano de Silvana, que decidió sacrificarse por su pueblo, y obtuvo el premio a su bondad.

Esto nos enseña que las cosas no siempre son lo que parecen, y en ocasiones dentro de lo horrible está la belleza; y al revés
Beth12 de abril de 2010

4 Comentarios

  • Nemo

    Saludos Beth!... ya pensaba que no leería tu cuento completo.
    Que bueno que lo has hecho!

    13/04/10 04:04

  • Beth

    Gracias, Nemo. La verdad es que soy bastante dispersa, y aunque no me gusta dejar las cosas inacabadas, en ocasiones tardo en rematarlas. Lástima que los días solo tengan 24 horas

    13/04/10 10:04

  • Aroint

    ¡Aaah! que historia más hermosa Beth... además de estar bien escrita, está si me atrapó. Sigue la filosofía de cuentos como la "Bella y la Bestia"... encierra una gran verdadd que a todos nos convendría recordar en esta era de la superficial y lo visual.

    Me la guardo pues me ha hecho sonreir, por el final feliz, por la sensación de justicia poética.

    Saludos y cuídate Beth.

    18/05/10 11:05

  • Beth

    Muchas gracias por leerlo. A veces es bueno escribir cosas con final feliz, por aquello del consuelo

    18/05/10 12:05

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