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Un Gesto 2

No podía olvidar, a pesar del tiempo transcurrido, las solitarias noches en vela, paseando en pijama por toda la casa, con las manos agarradas a los costados, como intentando contener la temible angustia que laceraba su interior y que amenazaba con dejarla sin respiración. De vez en cuando tenía que detenerse y se sentaba en una pequeña butaca enfrente de la ventana. Pensaba que de no hacerlo hubiese caído en la alfombra de puro agotamiento. En aquellos momentos no era capaz de comer, de beber ni de dormir. Sólo podía gemir quedamente, pasear, retorcerse las manos y llevarse a la boca un pañuelo con el que detener la angustia y el miedo que le quemaban por dentro como un hierro candente.
¿Qué se hace cuándo se teme perder a la persona que más quieres? ¿Cómo se aprende a convivir a diario con el miedo y no perder la cordura? ¿Cómo se puede convivir con la sensación de que en un minuto, un segundo, toda tu vida entera puede dar un vuelco y puedes quedarte sin lo que más quieres? En todos los años transcurridos no llegó a saberlo. Simplemente se limitó a capear el temporal como mejor pudo en cada momento. No sabía si lo había hecho mal, bien o regular; nadie la había preparado para las situaciones que le tocó vivir; no tenía ningún manual de instrucciones ni tampoco a nadie a quien se pudiese confiar. Se limitaba a enfrentar el miedo como mejor podía. Durante el día todo era más soportable, quizá porque siempre había algo que hacer y su mente conseguía mantenerse medianamente ocupada. Pero las noches…las noches eran un infierno que le da miedo recordar. Esa angustia que se le enroscaba en el pecho como una serpiente y que le apretaba hasta dejarla sin respiración. El miedo siempre pegado a su garganta, sin dejarla respirar profundamente y haciendo que el corazón saltase como un potro desbocado. Las noches eternas en las que no podía dormir y esas mañanas brumosas en que se mantenía en pie a base de café y de voluntad. Y quizá lo peor de todo era el deber de aparentar calma y tranquilidad delante de los demás; de toda esa gente que nada sabía ni debía saber nunca de su angustia, de su miedo cada vez que sonaba el teléfono. Siempre pensando que una voz desconocida le podría dar esa noticia que tanto temía y que la amenazaba como una espada de Damocles.
Beth07 de enero de 2014

6 Comentarios

  • Albasilencio

    un universo de miedo y de tensión escrito con gran delicadeza y maestría.
    un gusto leerte, saludos.

    07/01/14 04:01

  • Beth

    Muchas gracias, es un placer que te haya gustado. No sé si seré capaz de seguir pero lo intentaré

    07/01/14 06:01

  • Polaris

    Un beso mi vida, te quiero mucho.


    Pol.

    07/01/14 08:01

  • Beth

    Gracias Pol, sé que es así y que eres mi ángel de la guarda. Un beso enorme

    07/01/14 09:01

  • Creatividad

    Bueno, aqui me tienes otra vez pillada con estos dos capitulos. Me encantan tus expresiones. En la anterior "Andaba como un pato". Eres buenisima para trasmitir la imagen y los sentimientos. Te sigo aunque no entre todos los dias. Besos

    08/01/14 04:01

  • Beth

    Gracias, Creatividad. Bueno...los bebés cuando empiezan a caminar se parecen a patitos, más o menos, ¿no? Este al menos era igualito a un pato pequeño y regordete...y precioso. Te mando un beso enorme y mis mejores deseos para este año

    08/01/14 11:01

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