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A la salida del aquel extraño país, había un letrero que decía así:
Que el ultimo que salga que apague la luz, que nadie pueda mirar donde esta, el país de los olvidados.

Es lo primero que me llega a la mente al recordar esta historia, aunque es algo que me sucedió hace mucho tiempo aun la tengo tan clara en la mente como si hubiera sido ayer. Aquel letrero que alguien colgó un día, nadie sabe quien ni cuando lo puso ahí, pero desde que apareció en la salida de aquel lugar, poco a poco se empezaron a ver los primeros pobladores que dejaron aquellas tierras, primero fueron unos pocos atrevidos, los que ya guardaban en su alma el deseo de marcharse, incluso desde antes de que llegara la sequía que devasto aquel lugar, después fueron mas y mas gentes, hasta que fue común ver diariamente familias enteras que dejaban atrás su hogar de tantos años.

Fue triste y difícil para mi, despedirme de amigos, familiares, vecinos y conocidos con los que tuve contacto desde niño, poco a poco las calles de aquel lugar se fueron quedando desiertas, poco a poco los negocios fueron cerrando y aparecieron por todos lados los letreros que decían “se vende” , pero todo mundo quería irse, nadie quería llegar a aquel lugar, como si la misma tierra le gritara a todo el mundo que quería estar sola y que no la molestaran mas.

Y a medida que los pobladores abandonaban aquel lugar, la misma vida se fue de aquellas tierras, los pocos árboles que sobrevivieron a la sequía, se fueron muriendo uno a uno , animales de todo tipo, incluso insectos desaparecieron de aquel sitio hasta el riachuelo que fluía a las afueras, dejo poco a poco de regalar su agua, hasta que un día se seco.

Todo vestigio de vida se fue poco a poco y con ella también mi esperanza. Pase aquellos últimos días recorriendo atentamente todo el lugar, buscando rostros conocidos que como yo se hubieran quedado en aquel lugar que tanto amaba, pero llego un día que no fui capaz de encontrar a nadie del cual supiera su nombre, solo unos cuantos hombres jóvenes vagaban por el lugar, entrando a las casas y buscando algo de valor que llevarse, pero la mayoría estaban completamente solas, no había quedado nada, solo muebles viejos que no tenían valor para una ciudad sin gente.

Sin nada mejor que hacer, me uní a aquel grupo y me di cuenta que lo que único que pretendían era apoderarse de algo que pudieran vender o cambiar y largarse lo más pronto posible de ahí.
Llego un momento que ya nadie mas quedaba en ese lugar, solo nosotros y ya era cuestión de horas para irnos y nunca volver. Cuando al pasar por la plaza vi sentado en una de las bancas, a un Viejo vecino mió de toda la vida, tenia el pelo cano y la espalda encorvada por la edad pues ya pasaba de los 70 años y yo creí que había abandonado el pueblo hace mucho tiempo, pero ahí estaba con la mirada triste viendo hacia la salida de nuestro mundo.

-debemos marcharnos señor. Ya no queda nadie mas por aquí, venga aquí que lo llevaremos con nosotros- le dije.

-yo de aquí no puedo irme – nos decía – pues mis pies están cansados, y además, esta tierra es nuestra tierra, mírala bien, ese árbol de ahí, lo he plantado con mis manos y por primera vez en mucho tiempo, algo empieza a renacer, míralo bien, comienza a florecer, aun tenemos esperanza.

El grupo se adelanto para terminar los preparativos para marcharnos de una vez, pero yo me quede ahí en la plaza, mirando a aquel Viejo, que seguía hablando al viento, mientras de sus ojos caían gruesas lagrimas, hablaba del futuro que vendría, de las nuevas personas que llegarían, y mientras hablaba la esperanza comenzó a renacer dentro de mi, mi Mirada se dirigió al árbol que el Viejo había mencionado y mire un pequeño punto verde entre las ramas secas y por un momento quise quedarme en aquel lugar que tanto amaba, quise ser testigo de su renacimiento y como se volvería escribir su historia, pero me falto valor.

-vamos, que se hace tarde- me gritaron desde el otro lado de la plaza.
-un momento, que hay que llevar al Viejo – respondí.

Pero todo intento fue en vano para poder llevarlo, así que lo deje ahí, sentado en la plaza como un símbolo de esperanza para un lugar que había muerto, era la ultima persona en ese lugar, una persona que era capaz de dar su vida antes de perder la fe. Eso fue lo que me falto a mi.
Y así abandone aquel lugar y mi vista tropezó con aquel letrero, y no fui capaz de apagar la luz, porque aun quedaba alguien ahí, alguien que aun creía en el día de mañana.

Y aquí desde donde estoy, no me dejan en paz los remordimientos por haber abandonado aquel lugar amado, cuando logro dormir el mismo sueño se repite una y otra vez. Y aun cuando tengo los ojos cerrados no puedo dejar de ver aquel letrero que dice:

Que el ultimo que salga que apague la luz, que nadie pueda mirar donde esta el país de los olvidados.
Carlosakuma14 de febrero de 2009

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