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Engendro Naciente

“Karen se encontraba en la sala de las cunas, revisando a cada uno de los bebés como era rutinario. Todo parecía en orden, hasta que llegó a la cuna del bebé de Norma. La cuna estaba vacía. Ella estaba totalmente segura de que el bebé tenía que estar allí, pues ella misma lo había llevado. Salió corriendo de la sala y le preguntó a la primera enfermera que encontró.

- ¿Que no está? —Le respondió— ¡Si yo te vi cuando lo llevabas!

- ¡Lo sé! ¡Ve a decirles a todos!

Ambas salieron a toda prisa. Mientras corrían por los pasillos les preguntaban a todos sobre el paradero del niño; y si no sabían nada, les pedían que ayudaran a buscarlo. Nadie le había avisado a Norma sobre la situación, pues luego de un parto todas necesitan descansar, y llegar e irrumpir en su cuarto para darle tan catastrófica noticia obviamente no le haría nada bien.

La angustia crecía rápidamente, pues la oscuridad de la noche estaba muy próxima. Todos buscaban con desesperación, esperando que el niño hubiese ido a parar en los brazos de otra madre por error o algo de esa naturaleza; pero eso no sucedió. Llamaron a la policía; registraron todo el hospital y el bebé no apareció.

- Yo se lo diré… —Decidió Karen ante todos los allí reunidos, pues ya no quedaba más por hacer que seguir buscando un milagro.

Se levantó y se dirigió al cuarto de Norma lentamente. Cada paso que daba le pesaba más que el anterior. Al llegar a la puerta la abrió despacio, como queriendo hacer el menor ruido posible. Se acercó a la cama sin encender la luz; y con voz temblorosa comenzó a contarle a la madre lo que había sucedido con su hijo.

- Incluso ha venido la policía, pero ni ellos lo han podido encontrar… Lo lamento mucho —Le dijo finalmente mientras ponía la mano en su hombro.

- ¿De qué está hablando? —Respondió Norma de manera convaleciente— Yo sé donde está mi hijo… Está justo aquí…

Tomó la mano de Karen y la arrastró sobre su cuerpo hasta llegar a la altura del estómago. Allí ella notó una enorme hinchazón; y también se dio cuenta de que la sábana estaba mojada.

Karen retiró su mano, brincó hacia el interruptor y encendió la luz. Pudo ver como la sábana estaba empapada de sangre. Rápidamente se acercó para retirarla, y cuando lo hizo, quedó horrorizada.

El vientre de la chica estaba partido por la mitad; parecía una cesárea, pero realizada de una manera brutal. Restos de piel y carne yacían alrededor de la herida como si hubiesen sido arrancados pedazo a pedazo. Dentro se encontraba el bebé, el cual comenzó a llorar estrepitosamente y de manera insoportable al ser descubierto.

Karen gritó de espanto y se lanzó hacia la puerta. Corrió por el pasillo desesperadamente hasta que un doctor logró detenerla.

- ¿Qué te sucede? —Le preguntó el doctor. Con torpes balbuceos y casi sin aliento, Karen intentó explicar lo que había visto.

Cuando el doctor y un par de enfermeras más llegaron al cuarto de Norma, solo encontraron el cuerpo sin vida de la chica; el bebé no estaba ahí. Nadie comprendía la situación. Mientras trataban de raciocinar, un penetrante grito de dolor interrumpió sus pensamientos. Rápidamente se dirigieron al cuarto de donde había venido el grito. Una escena más perturbadora que la que había observado Karen, fue lo que hallaron al llegar.

El bebé –que ya no parecía humano, sino más bien un demonio- estaba sobre el vientre de otra embarazada que también era una chica joven como Norma, la cual no se podía distinguir si se había desmayado o ya estaba muerta. Con dientes y uñas puntiagudas mordisqueaba y rasgaba el abdomen de la joven. Los presentes no podían hacer nada más que mirar, pues estaban desconcertados y atónitos. El engendro continuó rasgando hasta romper la piel y abrirla tal y como había hecho con su madre. Al encontrarse con el feto lo tomó con sus garras y lo sacó de la placenta; reventó el cordón umbilical de una mordida y se introdujo él en el cuerpo de la chica.

Una de las enfermeras gritó aterrada, la otra volvió el estómago y el doctor cayó de rodillas con lágrimas en los ojos.

El hospital siguió laborando luego de los incidentes, pero pocos días después fue clausurado. Sin embargo, casos similares a los sucedidos en ese hospital siguieron ocurriendo por todas partes.

Lo llamaron: El fenómeno del engendro naciente. Un demonio con forma de bebe humano que se negaba a venir al mundo. Buscando el vientre de una chica joven para quedarse ahí por la eternidad, pero siempre terminaba naciendo al morir su madre de turno, obligándolo a buscar una nueva víctima. Y dicen que aún hoy en día, el engendro sigue al acecho…”

- Fin del cuento —Dijo la madre al terminar de leerle el libro a su hija. El clásico cuento antes de dormir— ¿Así que me prometes que te “protegerás”?

La niña no dijo nada. Simplemente asintió con la cabeza, con lágrimas resbalándole por las mejillas mientras estrangulaba su conejo de peluche bajo la sábana.
Chrisgarcia29 de agosto de 2012

1 Comentarios

  • Adriel

    Todo sea por el bien de nuestros niños (?).

    29/08/12 06:08

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