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Opinión y Vergüenza (teatro)

OPINIÓN Y VERGÜENZA

Obra teatral en un solo Acto.

Personajes.- Opinión y Vergüenza.
Escenario.- Cocina de una vieja casa de aldea. Los dos personajes se encuentran calentándose junto a la encendida chimenea uno en frente de la otra.



Opinión.- ¡Ay, fermosa amiga mía, qué descansada la vida si hubiéramos, en verdad, haber tenido, y aún mantenido digo en demasía, las mentes alejadas de tantos menesteres tan poco instructivos que há tiempo que no mejoro de las mis muchas nostalgias!

Vergüenza.- ¡Pluguiera a Dios, Opinión de los demonios, que yo ni en viéndome en demasía necesitada hubiera alguna que otra vez folgado amistosamente con vos!

Opinión.- ¿Olvidáis acaso el grande follón de aquel cruel invierno en que, en este mesmo lugar y a esta mesma hora, hubimos los dos echado una grande aventura?

Vergüenza.- ¡Válgame Dios que decís sandeces! No recuerdo nada de eso ni de aquello ni de lo más allá.

Opinión.- Lo que yo entendiera, por si el tiempo me lo hubiera de olvidar, ¿qué es esa absurda manía que tenéis en no recordar y, a lo poco o a lo mucho, olvidarme desta manera?

Vergüenza.- ¡Sois cansino del todo, Opinión de los demonios!

Opinión.- ¡Pues decidme entonces la verdad!

Vergüenza.- ¿Ansí que no tenéis bastante con lo mucho imaginado que habéis de hacerme creer que vos y yo anduvimos alguna que otra vez liados en venturas y desventuras?

Opinión.- Desa manera fue.

Vergüenza.- ¡He de daros mil vergajazos en los vuestros lomos de asno, desarrapado y hambriento malandrín, si seguís malmetiéndome en todos vuestros denuestos faciendo mala fama de la mi persona tanto en lo público como en lo privado!

Opinión.- ¿Pues qué mala cosa ha de haber en lo de llamar pan al pan y en lo de llamar vino al vino?

Vergüenza.- ¡En verdad que habeis comido poco pan pero habéis bebido mucho vino! ¡Si no asujetáis vuestra lengua, por los muy santos benditos de todas las religiones habidas y por haber, os desuello los vuestros huesos! ¡Jarrapellejos deberíais haberos llamado por lo mucho que bebéis y lo muy poco que os alimentáis!

Opinión.- ¡Medid bien la vuestra manera de fablar, Vergüenza mía, pues ya deberíais saber que, como dice el vulgo, a palabras sordas oídos necios!

Vergüenza.- Hasta para contar dimes y diretes sois corto de entendederas pues no se dice a palabras sordas oídos necios sino todo lo contrario. Está más claro que la sopa de un asilo que ni habéis leído una sola jota de las letras hispanas porque, la verdad sea dicha, en lugar de culto parecéis cultivado entre cardos borriqueros.

Opinión.- ¿Qué sabéis vos de lo que es cultura o lo que deja de serlo? ¿Acaso os imagináis ser la ilustre fregona?

Vergüenza.- ¡Estáis mas flojo de la mollera que aquel mesmo licenciado que creíase que era de vidrio e hízose famoso como Vidriera!

Opinión.- Pues yo he de decir, y bien que hago en decirlo vive Dios, que hasta la gitanilla del Antonio os da de largo en esto de las vivezas manchegas.

Vergüenza.- ¿Esa que tanta fama acarrea en los villancicos, coplas, seguidillas y zarabandas, que de pueblo en pueblo va y ninguno se la queda?

Opinión.- Pues buenos dineros se gana y no fregando suelos precisamente.

Vergüenza.- ¿Estáis diciendo que mi oficio es de esos de la baja estofa?

Opinión.- Entendéis mal cuando no deseáis entender.

Vergüenza.- ¿Váis a decir ahora, charlatán de feria mal hablado y peor pensado, que es mejor ganarse los dineros con cierto oficio mal llamado el más antiguo deste mundo puesto que hé de suponer que no todas somos iguales y lo más antiguo, fuere lo que fuere, no daba lugar a los comadreos que tanta fea costumbre ha llegado a tener por estas tierras que, aún siendo pobres, todos han de cometer la tropelía del atropello de las justas famas de las mujeres honradas?

Opinión.- Tened en cuenta, mi bien amada y cara amiga Vergüenza, que tengo a buena gala que una tea no alumbra más allá de las narices.

Vergüenza.- Tened en cuenta vos, harapiento buscavidas, que metéis demasiado las narices en las ollas ajenas y que en una de estas os he de veros colgando de la rama de un árbol por esa mesma fea costumbre que tenéis de remover en demasía lo que en demasía os llama la atención. Os recuerdo, aun enhoramala sea, que de celestino tenéis mucho pero que al gato matóle la curiosidad y vos sois más curioso que el impertinente gavilán que terminó siendo paloma. Vos ya me comprendéis a lo que me refiero.

Opinión.- ¡Detén ya la lengua; que en ella consisten los mayores daños de la humana vida! Si de hombría me la dudáis haced cuenta que, tal como dijo el ilustre don Miguel, escribano de grande celosía por lo muy celoso que siempre se nos muestra, no es un hombre más que otro si no hace más que otro.

Vergüenza.- Digo yo, y bien dicho he de decir, que sois más dañino que el tábano que picó al asno porque no paráis nunca de lanzar las coces que, o mucho me equivocara y no suelo equivocarme aunque bien yo lo quisiera, deberiáis aprender ya de una vez por todas que el hombre dispone y el cura descompone.

Opinión.- En verdad que debe de ser ansí para lo de mantener buenas las costumbres.

Vergüenza.- Pos ya que hablamos del cura, ¿se puede saber que hacéis vos por las noches en la cueva a más de cascarla vos mismo con vos mismo que sois de grande risa e de grande mofa e de grande cachondeo con el que se gozan todos y todas cuando se os escucha? ¡Sois el choteo de la aldea con cura o sin cura porque descompuesto sí que lo estáis!

Opinión.- ¡No citéis, por caridad cristiana, al señor cura ni a lo de descomponer que ando yo agora, de un tiempo a esta mesma parte, totalmente descompuesto del vientre por culpa de ciertos higos aún verdes y que enhoramala fijéme yo en los dichosos higos que he comido sin ser visto por el abad!

Vergüenza.- ¿He de interpretar que con la iglesia hemos topado, haragán? ¿O es una de las muchas vuestras artimañas por parecer santo cuando sois, válgame el cielo y avemaría purísima, no más que un diablo cojuelo? O mucho yo me equivocara, aunque no lo creo en esta ocasión, bien que os han visto las mozas de la aldea caminar a paso ligero por escapar de la vara de justicia.

Opinión.- ¡Hablad más bajo, por todas las santidades papales de la historia romana, que si se enterara el citado abad quedaríame yo a dos velas de por vida!

Vergüenza.- ¡Dábale arroz a la zorra el abad!

Opinión.- ¡Por lo que más queráis en este mundo, y aún en el del más allá, guardad callada la boca pues en boca callada no entra chisme alguno!

Vergüenza.- ¿Ansí que agora que os conviene, zangolotero de de los portones, he de callar la lengua? ¿No érais hasta hace tan sólo unos pocos momentos tan bravucón al compararme con la gitanilla que hasta las tripas se os oían de lo puro contento que parecíais? ¿Acaso no seréis vos también uno de esos bravucones medio hombres y medio marujas que se pasan las sus vidas llamándonos a las honradas fregonas cosas tales como brujas y hechiceras?

Opinión.- ¡Por todos los molinos de La Mancha! ¡Que no os oiga el señor inquisidor eso de que ando en líos con las tales mujeres!

Vergüenza.- ¿Tenéis miedo del Fernando?

Opinión.- ¡Dios mío y Dios nuestro y Dios de todos los demás habidos y por haber, no le llaméis, bella dama, el Fernando no fuera a ser que os escuchara pues bien cierto es, como dice el vulgo, que las paredes escuchan y hasta cuentan lo que han oído! ¡Hacedme el grande favor, ya que a vos os da lo mesmo, de llamarle Usía Señoría Niño de Guevara, que de lo de si es ladrón antes que Guevara o si es ladrón después de Guevara no viene agora a cuento comentarlo pero tened cuidado no vaya a cazarnos!

Vergüenza.- ¡Para mí ha sido siempre y sigue siendo hasta que Dios me lleve de este valle de lágrimas, el Fernando puesto que en verdad que no le debo nada a la iglesia aunque, pensando bien como muy bien pensada soy y no como vos, la iglesia me debe a mí bastante! ¿Tenéis o no tenéis miedo al Fernando porque ya huele cierto tufillo por acá y no debe ser precisamente producto de los higos verdes!

Opinión.- ¡Por todas esas las brujas y las hechiceras que citáis y que el diablo acabe con todas ellas os ruego, bellísima señora, que habléis en voz muy baja pues ha de saber usted que de Argel sólo me gustan los baños, y eso aún en contra de mi sana voluntad!

Vergüenza.- ¡Bien sabido por todos ya es que os bañáis más bien poco, granuja, y eso si es que os bañáis en alguna u otra ocación; que sería digno de celebrarse fiestas patronales en la nuestra aldea y en las de enderredor en caso de que lo hiciérais alguna vez, pelafustán de malos pelajes que lleváis siempre el pelo más seco que las carrascas de los campos vecinos!

Opinión.- ¡Bajad la voz por caridad aunque no seáis precisamente vos un verdadero ejemplo de generosidad para los demás! No quisiera yo tirarme, todo el tiempo que Dios tenga a bien concederme todavia en este sufrido mundo, encerrado en mazmorra y escribiendo cartas marruecas por si algún fraile, de los descalzos o de los calzados me diera en ese caso lo mesmo, fuese o fuera tan pío que se apiadara de mi y me rescatara o rescatase para devolverme a este lugar, de cuyo nombre no quiere acordarse nuestro ilustre Miguel, para así no pasar yo ya más hambre!

Vergüenza.- Pasáis hambre porque os place puesto que también es sabido por todos los de la aldea que ni buscáis nada en lo de cuestión de faenar porque le habeís cogido el gustillo de ser más vago que la chaqueta de un guarda forestal desde que tenéis uso de razón aunque el uso de razón es difícil que lo hayais tenido alguna vez.

Opinión.- No es por falta de ganas sino porque no encuentro manera alguna de hacerme comendador.

Vergüenza.- ¿No picáis muy alto?

Opinión.- Algo hay que decir, mujer...

Vergüenza.- ¿Y se puede saber, si no es meter demasiado los hocicos en el avispero de vuestra desdichada vida y para que se entere toda la aldea, en dónde habéis picado vos tan alto?

Opinión.- ¡En las palomeras me conocen muy bien pues allí fice grandes fazañas aunque vos seáis tan incrédula!

Vergüenza.- ¿De gavilán a palomo tal vez? ¿O es que, a través de los milagros de Nuestra Señora, fuisteís tal vez un conquistador de indias?

Opinión.- Ni soñando...

Vergüenza.- Explicad pues y explicad mucho mejor de lo que me venís explicando hasta ahora porque sois más difícil de entender que un texto de Avellaneda metido a palustre.

Opinión.- Soy yo quien no os entiendo pues en verdad que seréis fregona pero ilustre, lo que se endice ilustre, sabéis más que las ratas coloradas.

Vergüenza.- Sed más comedido u os suelta tal castaña que en verdad vais a pensar, cuando os entre el sueño, que habéis sido conquistador por algún tiempo.

Opinión.- Aun reconociendo, y os digo que en reconociendo porque es valor de humildad, que la realidad bien muestra y hasta demuestra una y mil veces, si una y mil veces me miráis bien, que soy feo, o mejor dicho bastante feo, o por qué no decir muy feo y en última instancia feísimo, pero todavía me queda cuerda para estar cuerdo y no ir diciendo por aquí, por allá y por el más allá que soy un conquistador de indias, mas al menos de ciertas manchegas venidas a menos...

Vergüenza.- ¿Os referís a las varillas, bellaco de bellotas pues mejor cosa no sois?

Opinión.- ¡No habléis en voz muy alta y bajad los humos de vuestra caldera; pero es razonable reconocer que sólo varillas conquisto porque a ellas lo de mi fealdad poco les importa!

Vergüenza.- ¿No será por lo de la mona es bona si la bolsa sona?

Opinión.- ¡Basta ya de choteo! ¡Soy mono pero nunca mona!

Vergüenza.- ¡Está bien, está bien mozuelo de los ochenta y pico! ¿Se puede saber cuándo habéis sido vos un grande e famoso conquistador de lejanas princesas indias si nunca habéis viajado más allá de Cañete?

Opinión.- ¡Pos mi grande fama dice que sí!

Vergüenza.- ¿En qué era conseguistéis tan grande fama?

Opinión.- ¡Ay si los molinos hablaran!

Vergüenza.- ¿En la era del Salvador tal vez?

Opinión.- ¡La mejor respuesta es una mejor callada!

Vergüenza.- ¿Y tanta fama salió alguna vez en el papel?

Opinión.- Nunca en jamás salió porque nunca en jamás quise que se enterara.

Vergüenza.- ¡No tengáis tanto miedo al Fernando porque me acabo de enterar ayer mañana mesmo que presentó su renuncia!

Opinión.- ¿Es verdad lo que decís?

Vergüenza.- Yo no sueño tanto como vos, luego es verdad lo que digo.

Opinión.- ¡Que alivio me entra por dentro que se me sale por fuera!

Vergüenza.- ¿Sabéis lo que estáis diciendo?

Opinión.- ¡Pues no he de saberlo si lo estoy sintiendo!

Vergüenza.- ¿Y tenéis la mala educancia de decirlo?

Opinión.- Sea de mala educancia el decirlo o sea de buena educancia el decirlo la verdad es que me parece, a mí mesmo por lo menos, que se me alivian las tripas por dentro y se me salen los colores por fuera.

Vergüenza.- ¡Cierto es! ¡De repente, y sin saber yo exactamente cual es la verdadera causa, os habéis vuelto rojo! ¿Ya no soñáis con la sangre azul?

Opinión.- ¡Verdes! ¡Eran verdes que no azules!

Vergüenza.- ¿Viejos verdes a la mesma vez?

Opinión.- Frescos sí que eran, pero...

Vergüenza.- ¿Tal vez resultaron demasiado caros al presentarse en el mercadillo de las oportunidades?

Opinión.- ¡Ay mísero de mí! ¡Ay infelice!

Vergüenza.- Si don Miguel se enterara o se enterase de que os habéis convertido a los de don Julián os retira el saludo de por vida. ¡Y qué gran razón llevaría si hiciera o hiciese tal desplante porque vos habéis traicionado a España con Inglaterra!

Opinión.- ¡Jamás hice yo nunca, en estando bien de mis cabales, tal clase de traición!

Vergüenza.- Pues estáis confundiendo al Henares con el Támesis.

Opinión.- ¡Cuidad bien lo que me decís, cara mía, porque temo que si os oyeren terminaría siendo yo un galeote y no me gustaría demasiado el vivir dicha desventurada ventura!

Vergüenza.- Pues no os vendrían ni mal ni bien sino necesarios unos cuantos latigazos en las vuestras ya encorvadas espaldas; que más aprende el fraile por pasar hambre que el truhán por hartarse.

Opinión.- ¡A fe que debe ser cierto que no ando muy católico en esto de mis cabales!

Vergüenza.- ¡Se os nota demasiado que estáis más confuso que un moro en tierra de vizcaínos! ¡Ni en el pueblo de Dulcinea se escuchan tan grandes cantidades de tonterías que vos decis porque, cierto es del todo, que El Toboso es lugar de enamorados pero no tierra de locos!

Opinión.- ¡Vuelvo a repetiros que cuidéis bien lo que decís de mí pos podría yo ansí, sin hacerlo ni comerlo, terminar en las galeras!

Vergüenza.- ¡Pues entonces pensad mejor, mamarracho! ¡No os vendría mal que, amén de sanar vuestro cerebro, sanásais de igual manera vuestro cuerpo remando por mares de turcos! ¿Os parezco demasiada cruel?

Opinión.- Me parecéis demasiada hermosa.

Vergüenza.- ¿Tal vez como la rosa?

Opinión.- ¡Esa es poquita cosa!

Vergüenza.- ¡Válgame Dios que hasta sabéis ser poeta para salir de un mal paso!

Opinión.- Unas cuantas letrillas sí que me sé...

Vergüenza.- ¿Podríais ponerme un ejemplo más o menos aceptable?

Opinión.- Volverán a su forma verdadera...

Vergüenza.- ¿Os da tembleque seguir?

Opinión.- ¡Del resto quiá! ¡Del resto nada sé pos nada he aprendido!

Vergüenza.- En verdad que no sabéis lo que decís pos en verdad estáis chiflado además de perdido en el mundo de los intereses compuestos aunque yo mejor diría, en vuestro caso, de los intereses simples pues simple sois y en simple habréis de convertiros en cuando os llegue La Parca a daros su visita.

Opinión.- ¡No hagáis que me jiña, bella doncella, que vuelven a retortijárseme las tripas!

Vergüenza.- ¿Afirmáis lo que decís?

Opinión.- Yo, y vuesa merced me disculpe la ignorancia, ya no afirmo nada; pues de todos es ya sabido que la diosa fortuna se alejó de mí hace ya bastante tiempo.

Vergüenza.- ¿De qué fortuna habláis?

Opinión.- De la herencia de unos tales buscadores de oro que enhoramala fijáronse en mí como estudiado albacea en los repartos cuando en verdad no se ni cómo se escribe mi nombre.

Vergüenza.- ¿Y os parece bonito?

Opinión.- ¿Es que, además de hermosa, sois adivina?

Vergüenza.- Adivino que es entre Don Quijote y Sancho Panza.

Opinión.- ¡Qué cantidad de ducados con mis narices huelo; mas no tengo consuelo!

Vergüenza.- ¿Por qué no consultáis al abuelo?

Opinión.- ¡Estáis como Juana la Loca!

Vergüenza.- ¡Pues vos no estáis, para nada, como Felipe!

Opinión.- ¡La hermosura es lo de menos en cuestiones de la usura!

Vergüenza.- ¡Os huelen mal los botines!

Opinión.- ¡Ay que Cruz! ¡Ay que Cruz! ¡Ay que Cruz!

Vergüenza.- ¡Terciáis en demasiados pleitos como fea costumbre pero, en esta ocasión, al meter demasiado las narices en platos ajenos os habéis encontrado con la olla podrida!

Opinión.- ¡Precisamente es desa cuestión de la que envine a buscaros para pleitear un poco; pero nos hemos liado demasiado con chácharas innecesarias!

Vergüenza.- ¿Estáis tan asustado que habéis venido a este rinconete porque os halláis cortadillo?

Opinión.- Yo no diría cortadillo sino cortado por lo completo y mire usted, buena mujer, que por lo completo es demasiado.

Vergüenza.- ¿Ansí que ahora decís que soy buena mujer en cuanto habéis oído lo que no queríais nunca jamás haberlo escuchado?

Opinión.- Enhoramala vine aquí a buscar conseja...

Vergüenza.- Aprended que la buena conseja siempre se cobra su interés mas yo no tengo ningún interés en escucharos por más tiempo porque de necios es el hablar en demasía y de necios es escuchar más bien poco. ¿Entendéis ya a lo que refiérome con esta conseja que sin ser conseja del todo bien os viene al poco pelo que os queda para aprender a no ser de tan larga charla y de tan corta mollera?

Opinión.- ¡Tened piedad de un pobre menesteroso de recibir cariños y no tantos palos como he recibido!

Vergüenza.- ¿Palos decís cuando sólo sabéis malmeter la cuchara en sopas ajenas?

Opinión.- Creyera yo que algo íbame a sacar de tanto misterio.

Vergüenza.- ¿De qué o de cual misterio habláis?

Opinión.- Del no saber a que carta quedarme para no perder en el truco.

Vergüenza.- ¿Pero no sois un trucador perfecto como dicen por la aldea?

Opinión.- ¡Buenos trucos he echado mas siempre me han pillado!

Vergüenza.- ¿Y qué debéis haceros con vuestra vida si en descubierto habéis sido?

Opinión.- Tomarme las de Villadiego y salir de la mancha al levante.

Vergüenza.- ¡Levantaos entonces bergante pos no sacaréis fortuna donde fortuna no hallares!

Opinión.- ¡Voyme corriendo!

Vergüenzza.- Y bien corrido que os váis.

Opinión.- ¿Contaréis a alguien las mis muchas desgracias?

Vergüenza.- Perdeos ya de mi vista y se acabó la entrevista.

SE BAJA EL TELÓN CUANDO OPINIÓN SALE CORRIENDO DE LA ESCENA APRETÁNDOSE LAS TRIPAS.

FIN

Autor; JOSÉ ORERO DE JULIÁN ("DIESEL")
(Homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra en el IV Centenario de su muerte)
Diesel25 de abril de 2016

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