De puntillas se acercaron para no despertar la infancia y la inocencia, el sueño y la ingenuidad.
Quiso Dios hacerse hombre y el hombre quiso ser dios. El uno para enseñarnos, el otro por vanidad.
Y ese niño idolatrado y ese dios en pañales, ¿que regalos podía pedir?
¿Qué le falta o qué desea el que en sus manos de creador tiene la argamasa del cosmos, la arena del tiempo y la luz de las estrellas?
NADA.
Por eso aquellos reyes, mundanos y de Oriente, ¿que podían ofrecer a Jesús de Nazaret?
En su corto entendimiento, de reyes humanos solo podían imaginar que a un dios podía agradar la riqueza y lo material.
Y hoy, como antaño esos tres jeques, jugamos a ser magos, pero estamos tan equivocados, porque a nuestros niños sólo lo material importa, de sociedad de consumo son pupilos, y eso les inculcamos.
Y siendo pequeños dioses de la infancia y la inocencia del sueño y la ingenuidad, los convertimos en monstruos egoístas insaciables de un mercado de consumo que después les hará esclavos.
Shhhhhi.... ya llegan, cargados de regalos, pero por poco rato les darán felicidad a estos niños egoístas incapaces de saber que es la Navidad.

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